19 dic 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 23 (Final): Zach.

Cuando volvió a despertar, se encontraba en un lugar desconocido. La sensación de fuego en las venas era más intensa que antes, pero no había nadie allí. Buscó desesperadamente a su alrededor, tratando de encontrar algo que le ayudara a calmar aquella sensación, aquella sed terrible que lo atormentaba.
El aroma de la sangre lo atrajo a una bolsa a poca distancia de la cama donde se encontraba acostado. Se trataba de una de esas bolsas de los hospitales. Recordaba que una vez había estado internado y había una de esas conectada a su brazo  mediante una manguerita transparente. Y se encontraba llena de el preciado líquido rojo. Antes de que pudiera siquiera pensar, todo su cuerpo había reaccionado en consecuencia. Se abalanzó sobre el recipiente y le hincó los dientes, vaciándola en solo cuestión de segundos. La sensación se volvió menos insoportable. A un costado, vio acumuladas otras bolsitas, y las tomó con desesperación.
No fue hasta unos minutos más tarde que escuchó el ruido de la puerta abrirse y cerrarse a su espalda, mientras dejaba caer al suelo la última bolsa vacía. Entonces, por primera vez desde que había despertado, miró a su alrededor. Se encontraba en un hospital o clínica, de eso no le cabía ninguna duda. Todo en el cuarto indicaba que era así. Y allí, junto a la puerta, estaba aquel hombre de cabello negro que antes había forcejeado con él.
 -“Zach,” le dijo, sin moverse de su lugar. “¿Sabés quién soy?”
Él lo miró un momento. Tenía el nombre en la punta de la lengua. Aquel hombre era…
 -“William,” dijo, luego de un momento, intentando recordar algo más sobre aquel sujeto.
El hombre asintió, acercándosele con cautela. Al ver el suelo cubierto de bolsas vacías sonrió, pero no era una sonrisa feliz. Más bien indicaba alivio. Su rostro volvió a ponerse serio casi al instante, pero aquella expresión fue suficiente para traer a su mente otra sonrisa.
 -“Sos… el tío de Vicky… ¿Verdad?” preguntó con inseguridad, sin moverse de su lugar.
 -“Si,” respondió el otro, sentándose en una silla que había a poca distancia de la cama e indicándole que se sentara también. Él obedeció y se sentó a un costado de esta, dejando que las piernas le colgaran como si fuera un chico.
 -“¿Qué es lo que te acordás?” le preguntó el hombre entonces, con tono serio, observando cuidadosamente cada uno de sus movimientos.
 -“Yo…” Zach dudó un momento, intentando poner sus recuerdos en orden. Todo era tan confuso… “Estaba herido,” dijo entonces. “Y Vicky dijo que tal vez había forma de salvarme… Si tomaba de su sangre. Y después dijo que podía morirse si lo intentaba… y quise frenarla pero no pude… y todo se puso negro,” explicó, de a poco. “Y después me desperté… y… y…” La realidad lo golpeó de pronto. Vicky lo había transformado. No solo había estado inconsciente; probablemente había estado muerto. Y ahora era uno de ellos. Y al despertar, había intentado atacar a Liz, había intentado beberse su sangre. ¡Y ni siquiera la había podido reconocer! ¡Había intentado atacar a sus amigos y ni siquiera había sabido que eran ellos!
William se levantó de su lugar y se le acercó, apoyándole una mano en el hombro, como intentando tranquilizarlo.
 -“Todos están bien. No pasó nada. Quedate tranquilo.”
Zach lo miró a los ojos un momento, intentando comprender.
  -“Entonces ahora soy un…” empezó a decir, sin animarse a pronunciar la última palabra.
 -“¿Vampiro? Bueno… podría decirse,” dijo el otro, volviendo a su lugar y observándolo con curiosidad. “En realidad es muy difícil explicar lo que sos. Pero básicamente si, sos un vampiro.”
 -“No entiendo.”
 -“A ver…” William sonrió, intentando decidir como explicar de forma sintética todo lo que tenía en la cabeza. “En teoría, no se considera a los de la clase de Vicky completamente vampiros. Su sangre es mucho menos potente. Por eso pueden pasar más tiempo sin alimentarse. Y por eso, también, no pueden crear otros vampiros. Su sangre no es lo suficientemente vampírica como para llevar a cabo la transformación. Y generalmente, los que lo trataron murieron en el intento. Ellos sí pueden desangrarse.”
 -“¿Y entonces cómo es que estoy acá?”
 -“Bueno, eso es lo interesante de este caso. Y lo que hace que no sepamos como definirte. En tu caso, lo que provocó la transformación no fue solamente la sangre de Vicky, sino la tuya. Lo que corrobora la teoría de que los cazadores como tu familia tienen sangre vampírica también.
Para hacerlo más simple: la sangre de Vicky lo único que hizo fue despertar a la parte tuya que ya era un vampiro… Después de que murieras, claro.”
Zach permaneció en silencio un momento, procesando lo que William decía.
 -“Entonces sí estuve muerto.”
 -“Si. Un médico hubiera dicho que estabas muerto.”
 -“¿Cuánto tiempo?”
 -“Una semana, aproximadamente.”
Zach se estremeció. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. ¡Una semana!
 -“Lo interesante es que no sos como ninguno de los tipos de vampiros que conocemos,” siguió explicando William, un cierto brillo de fascinación en su mirada. “Los vampiros no natos, es decir los que son transformados, generalmente no pueden exponerse a la luz del sol. Tienen habilidades que nosotros no tenemos, como la capacidad de leer mentes, hipnotizar personas en algunos casos. Pero el sol los destruye casi de forma instantánea. En tu caso, no sabemos si tenés algún tipo de habilidad, eso lo descubrirás con el tiempo. Pero hoy mismo comprobamos que el sol no te hace absolutamente nada. Sos completamente inmune, como nosotros.”
Zach lo miró asombrado. Era cierto. Recordaba haber despertado en una habitación muy luminosa. Seguramente eso se debía a los rayos del sol que entraban por la ventana.
Pasado un momento en que ninguno de los dos dijo nada, un nuevo pensamiento apareció en la mente de Zach.
 -“¿Qué va a pasar conmigo ahora?”
William le sonrió, y levantándose, sacó algo pequeño y brillante de uno de sus bolsillos y se lo alcanzó. Zach lo miró con curiosidad, mientras le daba vueltas en la mano: se trataba de un anillo de plata con un círculo negro en el que, en color rojo, estaba grabado el símbolo que representaba al clan Collin. Un dibujo muy parecido al que Vicky tenía tatuado en el antebrazo; rico en detalle a pesar de ser una miniatura.
 -“Si estás interesado, sos bienvenido a formar parte del clan. Si hay otros vampiros como vos, lo desconozco, así que no hay una forma definida de actuar en casos como este. Pero, si Vicky y vos hubieran sido un vampiro pura sangre y un humano respectivamente, ahora se te debería considerar como su hijo. Por lo tanto, y considerando que ella es hija del líder del clan, vos también pasarías a serlo. Es tu decisión.”
Luego de eso, volvió a hacerse silencio. Pasaron varios minutos hasta que el chico logró procesar medianamente toda la información, y la idea de eternidad empezó a atormentarlo. ¿Qué sería vivir para siempre? Y lo que era aún peor, vivir eternamente con el aspecto de un adolescente de dieciocho años. Si hubiera estado vivo, la idea le hubiera producido náuseas.
Entonces, se percató de una cosa. Había algo de lo que William no le había hablado. Algo que apenas había mencionado. Y empezó a tener miedo.
 -“¿Qué pasó con Vicky?” preguntó entonces. “¿Está bien?”
El rostro del hombre se ensombreció. Dudó un momento antes de contestar.
 -“Vicky no te mintió cuando te dijo que podía morir al hacer lo que hizo,” explicó, intentando reprimir el dolor que expresaba su voz.
 -“¿Ella está…?” La voz de Zach se quebró antes de poder terminar la pregunta cuya respuesta creía conocer.
 -“Aquel día, después de que Vicky intentara salvarte dándote su sangre, los dos cayeron inconscientes. Y creímos que no había esperanza para ninguno.”
 -“No puede ser…” murmuró el chico como un zombie.
 -“Yo también me negaba a creerlo. Todos lo hicimos. Por suerte.”
Zach levantó la vista hacia su interlocutor con sorpresa, y una luz de esperanza se despertó dentro de él.
 -“Vimos que vos no fuiste el único que cambió durante los días que… no estuviste, digamos. Ella también cambió. Y despertó hace un par de días.”
 -“No entiendo.”
 -“Probablemente tu sangre haya provocado el cambio. Vicky era mitad humana, a pesar de que necesitaba la sangre casi como cualquier otro vampiro. Aquella noche, lo que murió fue justamente eso: su parte humana.”
 -“¿O sea que ella está bien?”
 -“Bueno… No exactamente.” La sombra volvió a los ojos de William. “Como te dije, despertó hace un par de días. Pero está como ausente. No reconoce a nadie. Lo único que hace es sentarse y estar en silencio. No importa lo que se haga, es como si el mundo a su alrededor no existiera para ella.”
Zach meditó sobre estas palabras un momento; y tomó una decisión.
 -“Quiero verla,” dijo, con voz firme.



Los últimos rayos del sol entraban de lleno en la habitación, volviendo todo de un tono anaranjado, como iluminado por una fogata. Todo estaba tal cual lo recordaba, salvo por la figura inmóvil sentada con las piernas cruzadas sobre la cama, la espalda apoyada contra la pared, los brazos caídos a los costados del cuerpo y la mirada fija en la pared frente a ella. A pocos centímetros de distancia, otra figura muy similar, sentada al borde de la cama, se giró hacia la puerta con sorpresa y un dejo de tristeza.
 -“Zach,” murmuró Milena, con voz suave, como temiendo despertar a alguien que duerme, y se levantó de su lugar, caminando hacia él. Sus miradas se encontraron un momento, y luego la chica salió, cerrando la puerta detrás de ella y dejándolo solo con Vicky, la cual no pareció percatarse de nada de lo que sucedía a su alrededor.
Así que esto era lo que le había sucedido, pensó, observándola con detenimiento mientras se acercaba lentamente hacia ella y se sentaba a su lado. Estaba despierta; pero parecía estar en otro lado. Estaba totalmente ausente. William había dicho que ni siquiera se había alimentado… de ninguna forma. Aún así, sus manos no temblaban. Solo se la veía muy pálida; tanto que parecía enferma. Nunca la había visto así. Era cierto que algo había cambiado en ella también.
 -“Vicky,” le murmuró casi en un susurro, como llamándola. Nada cambió en su expresión. Seguía tan ausente como antes, como si él no hubiera entrado nunca en la habitación. Como si no le hubiera hablado.
 -“Vicky,” insistió, acercándole su mano como con miedo al rostro y apenas rozándola. La chica reaccionó tan rápido que, de no haber sido por sus nuevos reflejos no hubiera sido capaz de frenarla. Su brazo izquierdo se alzó con violencia, queriendo apartarlo, como defendiéndose de un enemigo. Casi sin pensarlo, Zach también se defendió, deteniendo el golpe con un rápido movimiento, y aprisionándola en la esquina del cuarto. Los ojos hasta ese momento ausentes de la chica se fijaron en los suyos, fríos como piedras. Y entonces, algo en su expresión cambió, como un brillo de reconocimiento. La tensión en sus brazos se aflojó, y una extraña sensación de deja vú los invadió a ambos.
 -“Zach,” susurró, como con sorpresa. “Funcionó.” Dos grandes lágrimas brotaron de sus ojos al decir esto. La presión de Zach sobre ella se aflojó del todo, y los brazos de la chica lo rodearon, abrazándolo con fuerza.
 -“Si,” le respondió él, aún hablando en susurros, como si no quisieran que las demás personas en la casa se percataran de lo que sucedía. “Me salvaste.”
 -“Pero entonces,” murmuró ella, separándose de él lentamente. “Ahora sos… Como nosotros.”
 -“No exactamente. Tu tío dice que no hay otros como yo, al menos que él esté enterado. Pero eso no importa.” Vicky lo miró con curiosidad, como si no terminara de entenderlo. Él le sonrió, acariciándole suavemente el rostro. Sus manos estaban más frías que de costumbre, aunque no tanto como la de la mayoría de los vampiros, pero ella no pareció notarlo. Después de todo, también había dejado de ser humana.
 -“Cuando me desperté, y empezaron a hablarme de lo que había pasado, de lo que era ahora, creí que iba a volverme loco,” dijo él, jugueteando con en anillo que tenía en la mano. “Creo que la idea de vivir eternamente es bastante aterradora, ¿no te parece?” Ella asintió, tomando su mano entre las de ella y observando con algo de sorpresa el anillo.
 -“Yo también,” respondió entonces, alzando los ojos para encontrarse con su mirada. “Pero no me asusta tanto si sé que no voy a estar sola.”
Él le sonrió. Y mientras los últimos rayos del sol desaparecían, dando paso a la noche, a su primera noche, la acercó suavemente, uniéndose en un beso.

12 dic 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 22: Zach.



Las voces resonaban en su cabeza como un eco. Y mientras tanto, esa extraña sensación lo invadía, como un fuego interno que corría a través de todo su cuerpo, quemándolo. Necesitaba hacer algo, necesitaba que esa sensación desapareciera. ¡Era insoportable!
Las voces se hicieron más claras. O tal vez solo fuera que, en el intento desesperado de ignorar el malestar, él estuviera concentrándose más en ellas. Si, los conocía. Sus voces eran terriblemente familiares, y al escucharlos, casi podía formar una imagen mental de sus rostros.
 -“¡No pueden llevárselo!” exclamó una voz femenina. Sabía que se trataba de una mujer, que su cabello era rubio pálido, y sus ojos oscuros.
 -“Va a ser lo mejor para todos,” replicó un hombre con tranquilidad, intentando razonar con ella. “Cuando despierte va a estar sediento. La necesidad de sangre es mayor que cualquier sentimiento que pueda tener hacia cualquiera de ustedes. En la desesperación, es probable que haga algo de lo que más tarde se arrepienta, y no va a ser capaz de detenerse hasta que sea demasiado tarde.”
La mujer intentó protestar nuevamente, pero otra voz la interrumpió.
 -“Mamá,” dijo una chica, con voz triste pero firme, “William tiene razón. Lo mejor va a ser que se lo lleven. Ellos van a saber que hacer si se despierta, nosotros no. No nos enseñan a ayudarlos en el despertar, nos enseñan a matarlos antes de que lo hagan o una vez que lo hicieron. No podemos ayudarlo.”
Nadie respondió. ¿O tal vez solo había dejado de escucharlos? Aquella insoportable sensación volvió a invadirlo. ¡Era instolerable! ¡Si no paraba pronto, iba a volverse loco! Y entonces un ruido cercano lo distrajo nuevamente. Alguien había entrado a la habitación donde se encontraba. Podía sentirlo. Pero… ¿dónde se encontraba? Lo último que recordaba era estar en el suelo, Vicky y Liz estaban junto a él. Al principio no había querido creerlo, pero al ver llorar a Vicky no le habían quedado dudas. Ella no era del tipo que lloran. Si las lágrimas habían podido con ella era porque lo que veía era realmente malo. Y entonces había comprendido que estaba perdido. Pero ella le había ofrecido una opción, que al principio él había querido rechazar, pero luego había terminado aceptando. Después de todo, él tampoco quería morir. Pero antes de hacerlo, cuando Liz se había alejado, Vicky había dicho algo que le había helado la sangre. Había deseado detenerla, pero ya era tarde. El proceso había iniciado y no podía dar vuelta atrás.
-“Es la primera vez que hago esto, y podría matarme.” Las palabras resonaban en su cabeza una y otra vez como un eco. Y un confuso torrente de imágenes, luego del cual todo se volvió negro. Y luego… luego solo recordaba confusión y oscuridad. Y una espantosa sensación de nada. Una y otra vez había gritado su nombre, llamándola: ¡Vicky! Pero ella no había respondido. Aún así, se negaba a creer que ella hubiera muerto allí con él. ¡No! No podía aceptarlo. ¡Vicky! ¡Vicky!
El grito brotó fuerte y claro de sus labios, al tiempo que una extraña sensación lo invadía. Sus ojos se abrieron. La luz a su alrededor lo cegó, y tardó varios segundos en poder ver algo. Y allí estaba: la ropa pegada al cuerpo por un sudor frío que lo cubría por completo, sentado en su cama con la respiración agitada mientras un sorprendido grupo de rostros extrañamente familiares lo observaban con sorpresa y algo de terror. Aquella espantosa sensación de fuego en las venas volvió a invadirlo, quemándole el cuerpo entero, pero intensificándose en su garganta. ¿Qué era aquello? Nunca en su vida había sentido algo así, pero no estaba seguro de poder soportarlo mucho tiempo más.
Una figura avanzó hacia él con paso firme: un hombre de cabello oscuro y ojos grises de aspecto acuoso. Junto a él había una chica de no más de dieciocho años. El cabello rubio dorado le caía en una cortina junto al rostro, y sus ojos negros estaban fijos en él con una incomprensible mezcla de alegría y terror.
Al verla, aquella insoportable sensación se hizo más fuerte, como si un volcán estuviera a punto de hacer erupción dentro suyo. Sentía que la garganta le quemaba, que si abría la boca empezaría a escupir fuego. Y necesitaba urgentemente calmar aquella sensación. Necesitaba… beber. Y entonces lo comprendió: aquello que sentía era, nada más y nada menos que una terrible sed. Solo tenía que tomar algo y la sensación iba a desaparecer. Se hizo un silencio incómodo mientras los presentes lo observaban con una mezcla de horror y fascinación, y un nuevo sonido invadió sus oídos, amenzanado con volverlo loco: una especie de tamborileo cada vez más acelerado. Algo en el fondo de su mente encontró también la respuesta para ello: el latido de un corazón. Pero no el suyo, sino el de aquella chica de ojos negros que lo observaba paralizada.
El fuego en su boca se volvió más intenso. Tomó una bocanada de aire, como esperando que este le ayudara a calmar aquella sensación, pero se volvió peor. Un perfume intenso le inundó las fosas nasales, y le llenó la boca como un sabor dulce y tentador. Sangre, dijo algo en el fondo de su inconsciente. Una nueva sensación de dolor, diferente a las otras, le invadió la boca, y aunque no podía verse supo lo que sucedía. Podía sentir las puntas filosas de sus comillos, que le hubieran perforado la carne si hubiera intentado cerrarlos. Y sin siquiera percatarse de lo que hacía, dio un paso hacia ella, hacia esa muchacha cuyo aroma y aspecto le atraían tanto y cuyo nombre no podía recordar, aunque estaba seguro de conocer. Cuando volvió a avanzar, con mayor velocidad y determinación, dos fuertes brazos lo sostuvieron, forcejeando con él.
Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que apenas pudo percatarse de los hechos en concreto. No supo muy bien como ni porque, pero la desesperación lo llevó a pelear con aquellos brazos, a intentar zafarse de ellos. La necesitaba. ¡Necesitaba su sangre! El hombre de cabello negro lo aprisionó con una fuerza que no le pareció natural; una fuerza que descubrió que él también tenía, aunque no sabía muy bien como usar.
Mientras esta pelea se llevaba a cabo, una mujer de aspecto muy similar a la muchacha la tomó por el brazo y la obligó a moverse, saliendo rápidamente de la habitación y dejándolos solos. Él y el hombre forcejearon un momento más. La furia empezaba a invadirlo. La quería; la necesitaba. No podía dejar que se la llevaran.
No supo que fue lo que hizo el hombre. El golpe estuvo muy bien dirigido, la fuerza empleada en la medida justa. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía, todo se volvía negro nuevamente a su alrededor. Y ya no supo más.

5 dic 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 21: Liz





Por segunda vez aquel día, Liz volvió a caer junto al cuerpo de Zach. Pero esta vez, a diferencia de la anterior, él no le respondió. Sus ojos miraban sin poder ver, y se respiración estaba agitada. Pero casi al instante había desaparecido, y no quedaba ningún rasgo de vida en él.
Tom, el padre de Vicky, se acercó a ella casi como ausente, el horror pintado en sus ojos. Con cuidado, la apartó del muchacho al que ella se abrasó con fuerza. Vicky parecía dormida, pero algo en la forma en que su cuerpo cayó sobre el regazo de su padre le indicó que su sopor era aún más profundo que solo eso.
No podía ser posible. Aunque debía haber imaginado, por la inseguridad en la voz de la chica al explicarles lo que pensaba hacer, que esto era posible. Solo que, ahora que finalmente había sucedido, se negaba a creerlo.

La profesora de Literatura le llamó la atención por quinta vez aquella mañana. Debió hacer un gran esfuerzo para poder concentrarse en lo que la mujer le decía.
 -“… y por favor dígale a su primo que se acuerde de estudiar para el examen de la semana que viene.” Liz sintió una punzada en el estómago ante la mención de Zach. En la escuela habían decidido que era mejor no decir nada. Al menos no por un tiempo. Habían justificado su ausencia diciendo que estaba de viaje visitando a unos parientes lejanos. No tenían muchas formas razonables de explicar que Zach estuviera muerto. Y como cabía la posibilidad de que, algún día, despertara, tampoco les había parecido razonable decirlo porque, si esto sucedía, como iban a explicar que hubiera vuelto. Y, después de todo, al menos por un tiempo, tal vez Zach quisiera retomar su vida.

El primer día, se había sentido terrible. Había pasado todo el día llorando junto a la cama donde el chico descansaba. Luego, Dylan la había obligado a ir a la escuela, y a seguir con su vida.
 -“No sabemos cuando se va a despertar, si es que se despierta,” le había dicho su hermano, intentando no ser muy duro con ella. “Y aunque lo haga, tenés que hacerte a la idea de que no va a ser el mismo de antes. William ya nos lo explicó: no saben exactamente que efecto va a tener la sangre de Vicky, pero sea el que sea, él no va a ser el mismo. Va a cambiarlo. Para siempre.”
En el fondo, tampoco quería aceptar eso, pero sabía que era verdad. Sabía que tenía que mentalizarse, que tenía que acostumbrarse a que el Zach que había conocido no iba a volver. Y, si algún día despertaba, tendría que contentarse con que no hubiera muerto aquel día, como hubiera sucedido si Vicky no hubiera intervenido y arriesgado su propia vida en aquel intento desesperado de salvarlo.
Y esto la había llevado a darse cuenta de otra cosa. Vicky había dado su vida por él. Ninguna persona en su sano juicio haría eso por nadie, a menos que sintiera algo por ese alguien. Y entonces la verdad se había vuelto tan clara con el agua frente a sus ojos: aunque volviera, Zach nunca iba a ser para ella… Y curiosamente, esto no la enfureció ni la entristeció. Después de todo, Vicky era su mejor amiga…

28 nov 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 20: Vicky.






Oscuridad. Luego de aquel torrente incontrolable que escapaba de su mente solo hubo eso: oscuridad. Supo que se habían separado, que la conexión se había roto; pero antes de eso… Zach había intentado decir algo, hacerle saber algo con respecto a aquella última visión. Algo que no había podido formular con palabras, pero cuya esencia ella había llegado a captar, aunque su mente estaba demasiado confusa como para descifrarlo. Iba a llevarle un momento, tal vez. Si tan solo no la embargara aquella sensación…
Las imágenes se había sucedido una detrás de la otra a tal velocidad que le había sido imposible detenerlas. Y de todos modos… tal vez, en el fondo, deseaba que Zach viera todo aquello. ¿Por qué iba a ocultárselo en un momento como aquel? No estaba segura de que fueran a sobrevivir a aquel momento, y si lo hacían, ella y él estarían ligados para toda la eternidad. Los secretos no tenían sentido. Pero la razón por la cual su mente había elegido exactamente aquellos momentos, eso escapaba a su conocimiento. O al menos, en ese preciso momento era así. Solo sabía que aquella última imagen no solo era para ella más dolorosa que la mayoría de las que se habían sucedido con anterioridad, sino que había provocado en Zach una reacción que, en parte, había cortado la conexión. ¿O era que las fuerzas los habían abandonado a ambos y eran incapaces de sostenerse?
En aquella imagen final, Zach estaba en la cocina de su casa. Y Liz estaba con él. Luego de una conversación casi inexistente se habían besado; y eso era lo que había causado aquella desolación en ella. Sentía que aquel dejo de esperanza que siempre se había negado a abandonarla, de que algún día tal vez ellos pudieran estar juntos, había muerto de golpe con aquel hecho. Y eso había sido lo que lo había hecho reaccionar. No aquella visión sino aquel sentimiento. Zach intentaba decirle que estaba equivocada. ¡Ahora lo comprendía! Y entonces aquel momento durante la gran batalla volvió a su mente. Ese instante en que sus miradas se habían encontrado y él había querido decir algo; y ella solo le había pedido que sobreviviera al final del día.
Bien, tal vez eso no sucediera nunca, después de todo. ¿De que le servía ahora que Zach la hubiera elegido a ella si iban a morir? Allí, uno junto al otro, sin nada que hacer para evitarlo.
Tal vez eso era lo mejor, después de todo. Dejarse morir. Así, al menos, donde sea que fueran estarían juntos… o al menos no tendría que enfrentar la eternidad sola con su recuerdo.
Vicky sonrió, o al menos su mente lo hizo. Mientras las sombras la arrastraban hacia el vacío y el olvido, se concentró en lo único que le importaba entonces: la imagen de Zach; aquel primer y único instante juntos.

21 nov 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 19: Zach




 -“Es la primera vez que hago esto, y podría matarme,” dijo Vicky, mientras lo acercaba a la herida de su cuello. Zach quiso reprocharle, obligarla a detenerse. Era demasiado riesgo para algo que ni siquiera sabía si iba a funcionar. Pero ya era tarde. No sabía que era lo que ella le había hecho, pero de pronto, la sangre que brotaba de su cuello pareció excitarlo. La necesitaba.
Se sorprendió al descubrir que el sabor de su sangre era muy diferente a lo que esperaba: era suave y dulce, y a la vez era espesa, como si fuera miel. Y parecía llevarse todo el dolor que sentía hasta ese momento.
De pronto, un torrente de imágenes empezó a desfilar por su mente. Imágenes provenientes de la mente de la chica, pero que ninguno de los dos estaba en condiciones de detener. Imágenes de su infancia, de juegos y alegrías, pero también de miedos y cosas que entonces no llegaba a comprender: clanes y vampiros y una insaciable sed de sangre. Y sin darse cuenta, ya no se trataba de una niña, sino de una adolescente; y su padre había desaparecido, como ya lo había hecho otras tantas veces, sin siquiera despedirse. Y el rencor empezaba a crecer dentro de ella. Un rencor que pronto se convirtió en odio, y que la fue consumiendo. Había solo dos personas que parecían hacer desaparecer ese sentimiento: una, Milena, con su extraña alegría poco propia de los de su especie, y otra Leo, que lo reemplazaba por otro no muy diferente, con sus frecuentes comentarios de desprecio. Y llegado un punto, esos sentimientos se volvieron intolerables. Y la soledad una compañera demasiado frecuente.
Algo en el interior de Zach se estremeció al ver las imágenes que desfilaban frente a sus ojos: Vicky, encerrada en su habitación, sus manos temblando como nunca las había visto, y la sangre brotando de tantos lugares que le costaba creer que ella misma hubiera podido hacerse tanto daño. Y allí estaba, acostada en su cama esperando a que la muerte se decidiera a llevársela, hasta que por obra de algún tipo de curioso milagro su madre apareció en el lugar.
Lo siguiente que vio le resultó increíblemente familiar: Vicky discutía con Leo, cansada de sus insultos y abusos. Y entonces, cuando se iba, la presencia de alguien detrás de ella se hizo patente. Y, cuando el vampiro la había acorralado y mordido, se vio a si mismo aparecer, el cabello revuelto brillando con un tono rojo sangre bajo las luces de la calle. Las siguientes imágenes que se sucedieron le eran todas perfectamente conocidas: la fiesta en que se habían peleado con Leo y sus amigos, y luego una conversación en su habitación, en la que no habían dejado de lanzarse ironías. Vio a su padre apareciendo de la nada nuevamente en su casa, queriendo ocupar nuevamente su lugar, y a ella resistiéndose. Vio la fiesta a la que habían ido juntos, en la que ella lo había mordido por primera vez. Y luego la vez en que ella había intentado detenerlo y se habían besado.
Pero luego de eso, la imagen que se sucedió a continuación lo dejó pasmado: eran él y Liz, la noche anterior, hablando en el comedor de su casa y, luego de abrazarse, besándose. Había una tristeza ligada a ese recuerdo que no tardo en invadirlo. Y con ella la necesidad de decir algo; de explicarse. Y luchó por separarse.
El torrente de imágenes se detuvo. Los brazos de la chica que lo sostenían se aflojaron,  como si la fuerza la hubiera abandonado, y se sintió caer junto a ella.
Necesitaba hablarle, decirle algo, pero todo se había vuelto demasiado confuso. El dolor había desaparecido, sí. Pero, en cambio, no podía sentir absolutamente nada. ¿Podía ser posible? ¿En realidad no había funcionado? ¿Iba a morir en aquel momento, y ella allí con él? Todo se volvió negro. Podía escuchar los gritos de Liz, que volvía junto con el padre de Vicky, pero no había nada más que pudiera hacer. En ese momento, el mundo a su alrededor desapareció para siempre.

14 nov 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 18: Vicky.


-“Que sorpresa encontrarte por acá…” murmuró a su espalda una voz fría y totalmente familiar. Aquel odio contenido le produjo un escalofrío. Era la misma voz que había usado aquel día que para ella parecía ser una eternidad atrás, cuando todo había acabado entre ellos, y él la había condenado a muerte.
Vicky se dio media vuelta para encontrarse cara a cara con Leo. Sus ojos brillaban con furia.
 -“Debería decir lo mismo,” le respondió ella, intentando permanecer serena. “Pero ya sospechaba que estabas relacionado con esto…”
 -“Y vos… ¿haciendo alianzas con cazadores? Eso podría considerarse traición.”
 -“También son mi sangre, y todo mi clan está en esto. E incluso tu padre nos autorizó…”
La expresión de Leo se tornó en auténtica sorpresa y tal vez, en el fondo de sus ojos, algo de miedo. Eso le haría perder su inmunidad, y lo sabía.
 -“Mentira,” dijo casi sin convicción. El rostro de Vicky le confirmó la verdad. Él rugió de furia. Y se lanzó sobre ella, sus colmillos extendidos. Ella lo esquivó con rapidez, y lo tomó por el brazo, aprisionándolo. Con un grito llamó la atención de varios de sus compañeros, que asistieron en su ayuda de inmediato. El líder había caído. Las reglas debían cumplirse: Leo debía ser enviado a su padre para ser juzgado. Antes de que pudiera entender que estaba sucediendo, varios vampiros del clan de Vicky lo habían sujetado y reducido. Ya no tenía sentido pelear.
Lentamente, todo a su alrededor se fue calmando. Al ver a su líder y protector vencido, los parias se rindieron. No había sentido en seguir hacia una muerte segura sin nadie que los protegiera.
Vicky suspiró. Su mirada buscó a su alrededor, como queriendo asegurarse de que todos los que importaban estaban bien. Will y Tom se alejaban, ayudando a los heridos; su madre se les unía a poca distancia; Milena estaba muy cerca de Dylan, sosteniéndose un brazo ensangrentado. Una sombra pasó corriendo junto a ella, el cabello dorado revoloteándole a la espalda como un rayo de luz brillante. Y entonces, cuando giró a ver que sucedía, sintió que su mundo se venía abajo. A varios metros de distancia, Liz se había inclinado sobre el cuerpo ensangrentado de Zach.
Vicky sintió como si algo la golpeara, y debió hacer un gran esfuerzo para no caer. De a poco, el mareo pasó, y percibió el lento ir y venir de su pecho. Aún estaba vivo, pero por cuanto, no podía saberlo. Sin saber como, se acercó a él. Liz lloraba, abrazándose a su cuello con desesperación, mientras él intentaba consolarla, diciéndole que todo iba a estar bien. Y entonces su mirada se encontró con la de ella, y algo en su expresión cambió.
 -“Vicky…”
Ella intentó, sin éxito, sonreírle, y se arrodilló junto a él, al otro lado de la otra chica, que ahora lo había soltado y lo observaba con lágrimas en los ojos.
 -“Debe ser grave en serio,” dijo él, observándola, mientras intentaba alzar su mano hacia su rostro. Y entonces Vicky comprendió a que se refería: no lo había notado, pero en algún momento ella también había comenzado a llorar.
 -“Vicky,” se giró Liz hacia ella, como rogando. “Tiene que haber algo que se pueda hacer…”
 -“Tal vez,” respondió, secándose las lágrimas. “Pero eso lo cambiaría… de forma permanente.”
 -“No quiero ser un monstruo,” exclamó él, con un esfuerzo.
Un atisbo de risa escapó de los labios de Vicky, junto con nuevas lágrimas.
 -“Ni agonizando vas a cambiar de opinión sobre nosotros, ¿verdad?” Había una amargura en su voz que lo sorprendió.
 -“Sabés que no me refería a vos,” protestó él. “Pero si me cambian, no voy a ser como vos…”
 -“Si soy yo quien lo hace, no vas a ser un hijo de la noche. Mi sangre no es tan potente para generar el cambio, siquiera. Pero sos un cazador, ya hay suficiente sangre vampírica en tus venas. La combinación debería generar el cambio, y aún así no serías uno de ellos.” Había una cierta inseguridad en su tono de voz, pero ninguno dijo nada al respecto. Él la miró un momento, como meditando, y luego, ante el ruego que se veía en el rostro de ambas, accedió.
 -“Liz, necesito que vayas a buscar a mi papá,” dijo Vicky. “No puedo hacer esto si él no lo autoriza.”
Liz asintió y salió corriendo. Vicky se inclinó aún más sobre Zach, hasta que sus rostros quedaron casi rozándose.
 -“¿Eso es verdad?” preguntó él.
 -“De cierta forma,” respondió ella, rozándole el cuello con la mano, despejándolo. “Pero no hay tiempo para que él me autorice, de todos modos. Solo no quería que ella lo viera.” Y luego de decir esto, hundió sus dientes en el cuello del muchacho como ya lo había hecho otra vez. Esta vez no hubo imágenes que ver. Lo único que percibió fue terror. Si, Zach estaba aterrado, aunque no parecía muy dispuesto a reconocerlo, aún en aquel momento. Casi al instante, se separó de él, y con cuidado, lo sujetó como queriendo sentarlo.
 -“Te tiemblan las manos,” dijo él, mirándola con curiosidad. “¿Por qué? Acabas de morderme…”
 -“No es falta de sangre,” dijo ella mientras se recogía el cabello en la espalda y dejaba completamente a la vista un cuello blanco casi como el mármol. Luego, utilizando el filo de la punta de uno de sus palillos chinos, se hizo un corte en el mismo, dejando que un hilo de sangre le cayera produciéndole un leve cosquilleo. “Estoy un poco nerviosa”, explicó, mientras hacia todo esto. “Es la primera vez que hago esto, y podría matarme.” Y una vez dicho esto, lo obligó a inclinarse sobre la herida antes de que pudiera replicar nada.

7 nov 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 17: Zach.




Una vez que los demás entraron y pudo comprobar que Liz estaba a salvo, Zach se relajó. No necesitaba tensión de más, eso lo tenía claro. Ahora debía concentrarse en lo que sucedía junto a él, no más allá.
Claro que, descubrió un momento más tarde, eso era imposible. No muy lejos de donde él estaba ahora, Vicky se enfrentaba nuevamente a un par de vampiros sedientos de sangre y venganza. Su remera azul estaba desgarrada, y la musculosa blanca estaba manchada de sangre ajena. Se sorprendía de su habilidad para moverse sobre aquellos zapatos de taco tan alto como si estuviera descalza. Pero era obvio que sus oponentes la estaban superando y necesitaba ayuda.
El vampiro que estaba frente a él estaba furioso. Su rostro estaba totalmente desfigurado, como si fuera un monstruo que en nada se parecía a un humano. Sus ojos estaban tan rojos que era imposible adivinar su verdadero color y el cabello goteaba sangre.
 -“Muy bien,” le dijo a su oponente, casi hablando consigo mismo más que con el otro. “Veamos que es lo que podés hacer.”
Se abalanzó sobre su oponente con velocidad, sosteniendo su espada con ambas manos hacia su derecha. El choque fue violento. El otro rugió al sentir el filo desgarrarle el brazo izquierdo, y se desvió de su objetivo: el cuello del muchacho. En lugar de este, sus filosos dientes se hundieron en el hombro. Zach dejó escapar un rugido de dolor. Pero no dejó que esto lo detuviera. Mientras el otro se disponía a atacarlo de nuevo, cegado de ira, él tomó su arma lo mejor posible y atacó. La cabeza del vampiro rodó por el suelo hasta perderse en la oscuridad y el caos.
Sin prestarle atención a su herida, Zach se abalanzó rápidamente sobre una muchacha de aspecto angelical que atacaba sin piedad a Vicky. En solo cuestión de segundos, ambos oponentes de la chica habían sido reducidos, y allí estaban, en medio de aquella locura, uno frente al otro.
Por un momento, fue como si todo alrededor desapareciera. Los ojos grises de la chica se encontraron con los suyos un momento.
 -“Gracias,” le susurró, con un dejo de una sonrisa.
Él le sonrió. “Podría ser la última oportunidad que tengas…” Las palabras de Dylan resonaron un instante en su memoria. Había tantas cosas que quería decir, y tan poco tiempo. Entonces ella volvió a mirarlo y le sonrió: una sonrisa tan sincera y llena que lo sorprendió. Era como si ella hubiera entendido lo que estaba cruzando por su mente en aquel momento.
 -“Yo…” murmuró él, sin saber exactamente que decir.
Ella le tapó la boca con la mano suavemente. Su rostro se movió de lado a lado en señal de negación.
 -“No, no digas nada,” le dijo casi en un susurro. “Solo asegurate de estar vivo cuando esto termine.”
Él le sonrió casi con picardía. Sin decir más nada, se giraron, buscando un nuevo oponente para pelear.

No se había alejado dos metros del lugar cuando una sombra lo tomó por la espalda y lo acorraló contra la pared. Al volverse, se encontró cara a cara con Leo, el ex-novio de Vicky. Sus ojos brillaban como dos hogueras ardientes, y tenía la ira pintada en el rostro.
 -“Así que fue por esto que me dejo,” le dijo casi en un siseo, levantándolo con una fuerza inesperada. “Por una rata cazavampiros.”
El dolor lo invadió antes de que pudiera reaccionar, como un fuego atravesándole el estómago. Todo a su alrededor se volvió sombras; y, mientras el furioso vampiro se alejaba en busca de quien sentía que lo había traicionado, se sintió caer.

31 oct 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 16.


VICKY


Vicky y Milena entraron en el galpón abandonado con paso firme. A pocos metros de la puerta la música podía sentirse con toda claridad. Y el sonido indicaba algo oscuro, lúgubre. La canción les pintó a ambas una sonrisa en los labios. Una vez adentro, se acomodaron a un costado junto a otro grupo de vampiros de su clan. Un rato más tarde vio entrar a Zach, acompañado de Liz y Dylan. Sus ojos se posaron en el muchacho hasta que lo perdió de vista con una punzada de dolor. Luego volvió a la realidad. A medida que iba pasando el tiempo, su mente iba cediendo, volviéndose puro instinto. Aquel lugar estaba abarrotado de vampiros parias.
La música variaba, pero ya casi no la escuchaba. Se había perdido entre los murmullos de la gente. Y de pronto un grito la sacó de su trance. Sus ojos se encontraron con los de su prima un momento, y todo el grupo se puso en movimiento a toda velocidad.
Podía ver como los rostros se giraban a observarlos, muchos sorprendidos por la rapidez de sus movimientos. Otros, percibiendo que había algo que no estaba bien.
Por fin, el grito se oyó por sus verdaderos oídos. Había una chica de no más de quince años rodeada de tres vampiros que la habían acorralado contra una pared en un lugar apartado. El aroma de la sangre invadía la zona. No necesitaba mirar a sus compañeros para saber que aquello los había desconcertado. Todo dependía de ella ahora.
Se abalanzó sobre el que estaba más cerca de ella: un vampiro rubio de aspecto feroz, y lo arrojó a un costado. No tenía su fuerza, pero sí tenía a su favor el factor sorpresa.
Automáticamente, los tres rostros se giraron hacia ella. Los filosos colmillos brillaban en la luz mortecina, y los ojos parecían llamas. Vicky sintió como sus compañeros cambiaban de postura, olvidando completamente la sensación anterior. El vampiro rubio se abalanzó sobre ella con furia, derribándola. A una velocidad casi imperceptible, una sombra se posó sobre ellos, separándolos con fuerza y arrojándolo contra la pared: Milena. Las primas se miraron con una sonrisa. Los ojos de ambas brillaban como bolas de fuego. A su alrededor, todo se iba volviendo un caos.
 -“¡Loo, es hora de dar la señal!” gritó Milena a una de sus compañeras.
La aludida, una muchacha de, en apariencia, no más de quince años, asintió y se acurrucó a un costado, lejos de lo que de a poco se volvía una batalla campal. Un momento más tarde, la señal había sido enviada. Un hijo de la noche podía tener la habilidad de la telepatía. Tal era el caso de Louisa, también conocida como Loo.
Aquellos que esperaban afuera fueron entrando en bandadas, ayudando a salir a todos aquellos ajenos al conflicto; a todas las potenciales víctimas.
Mientras el vampiro rubio se abalanzaba nuevamente sobre ella cegado de ira, Vicky sonrió, llevándose las manos a la cabeza y dejando que el cabello le cayera por la espalda.

LIZ


Después de que Vicky y su grupo cruzaron el lugar a toda velocidad, todo se volvió un caos. Los paria, sorprendidos, se pusieron a la defensiva de inmediato.
Automáticamente, los tres chicos se pusieron en guardia. No traían grandes armas para defenderse, así que tenían que esperar a que los que estaban afuera pudieran entrar, y a diferencia de los vampiros, estaban en desventaja frente a sus oponentes. Sabían perfectamente lo que tenían que hacer: asegurarse de que todos los que no tenían nada que ver con el conflicto salieran a salvo… y sobrevivir.
Una sombra de cabello rojizo se abalanzó sobre Liz antes de que ninguno pudiera reaccionar y detenerla. De pronto, estaba acorralada. La vampiresa la miraba con ojos furiosos, dispuesta a saltarle encima en cualquier momento. Zach y Dylan la miraron a unos metros, incapaces de hacer nada, enfrascados en sus propias peleas. La muchacha volvió a saltar sobre ella. Logró esquivarla por poco, pero seguía en problemas. Entonces, cuando la chica iba a atacarla de nuevo, algo brillante cruzó por su rostro, y la cabellera rojiza se desparramó sobre el suelo junto a un charco de sangre. Tom Collin le sonrió, alcanzándole la espada que acababa de usar para salvarle la vida.
 -“Gracias,” susurró ella, casi tímida.
Él asintió en silencio, mirando a su alrededor.
 -“Va a ser mejor que no te separes mucho de mí,” le dijo el hombre con tono serio. “Algo me dice que vas a volver a necesitar ayuda.”
Liz lo observó, intentando encontrar algún rastro de burla o ironía en su rostro, pero no fue así. El hombre era totalmente sincero. Con algo de alivio, tomó con firmeza su nueva arma y se encaminó a lo que sabía sería una sangrienta batalla.

24 oct 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 15: Zach


Ya estaba todo organizado. Vicky se había encargado de conseguir varias invitaciones a la fiesta por medio de Victor, aquel vampiro con el que había hablado en la fiesta a la que había ido con Zach. Había algunos grupos de cazadores y vampiros que entrarían lo más disimuladamente posible y otros esperarían desde afuera a que les dieran la señal para entrar.
William había tenido una reunión con Andrew Yager, el líder del clan vecino. Las noticias sobre lo que estaba sucediendo en su territorio y la posible implicación de su hijo en los hechos no le habían caído muy bien, pero les había dado luz verde para actuar siempre y cuando no se hiciera daño a los miembros de su clan que no estuvieran implicados y con la condición de que, de demostrarse que Leo realmente estaba relacionado con esto se le permitiría, como era debido, juzgarlo y castigarlo por los hechos personalmente.

Zach estaba listo. Aún no sabía bien quienes serían sus compañeros, pero eso no importaba siempre y cuando Dylan estuviera junto a él en el momento de pelear. Sabía que juntos eran invencibles.
Liz se acercó a él con aspecto tenso. Su hermano la seguía unos metros más atrás, su rostro en blanco. Ambos se acomodaron junto a él a esperar. Había personas que iban y venían, sus rostros igualmente tensos y concentrados.
Dos figuras caminaron hacia ellos. Uno era un hombre. Llevaba unas zapatillas de marca y unos pantalones negros. A su lado había una chica con unos tacos altos y unos jeans claros ajustados al cuerpo. Zach levantó la vista del suelo. Sobre los jeans había una remera amplia color azul noche y una musculosa blanca debajo, asomando por el escote. Y luego los ojos grises de Vicky, mirándolo a él y a sus compañeros.
Al verla, fue como si lo golpearan. Una sensación de vacío invadió su estómago. Vicky. Sus ojos se detuvieron en él un instante casi imperceptible, y luego volvieron a posarse en la nada. Al mirarla no veía una persona, comprendió. Estaba vacía, no era más que un cascarón. Lo que fuera que le había pasado o que le estaba pasando la estaba consumiendo. Esa chica que tanto le fascinaba no estaba allí.
Y de pronto lo comprendió. Comprendió que necesitaba que aquella Vicky regresara, porque eso era lo que él quería. No una chica frágil a la que hubiera que proteger; sino alguien con quien enfrentar codo a codo lo que fuera que le pusiera la vida. Eso era, después de todo, lo que lo había fascinado de ella desde un principio: el hecho de que, a pesar de haber estado a tan solo un paso de la muerte, una vez que todo había pasado se había mantenido calma, como si nada hubiera sucedido. E incluso en los momentos de peligro se mantenía serena, dispuesta a enfrentarse a lo que fuera.
Si, estaba claro. Podía sentirse atraído por Liz, por su femineidad y su delicadeza. En verdad quería mucho a la chica y hubiera dado la vida por ella. Pero sabía que junto a ella siempre estaría incompleto. Era Vicky lo que él necesitaba: alguien fuerte, que no le temiera a nada y que estuviera dispuesto a acompañarlo en sus andanzas; que si iba a detenerlo, a querer hacerlo entrar en razón no fuera por miedo.
La voz de Tom lo devolvió a la realidad. Él era quien estaba junto a la chica, y estaba diciéndoles algo, aunque Zach no tenía la menor idea de que.
Dylan lo observó un momento.
 -“No escuchaste nada de lo que dijo, ¿verdad?” le preguntó con total seguridad mientras padre e hija se alejaban. Él negó con la cabeza.
 -“Me pregunto en que planeta estás últimamente…” Al decir esto miró de reojo a la chica que se alejaba, dando a entender que también conocía la respuesta a esa pregunta, en realidad.
 -“Bueno,” dijo Dylan de modo tal que su hermana no pudiera escucharlo. “Tu futuro suegro vino a agradecernos por haber salvado a su hija, ya que nunca había tenido oportunidad; y dijo que iba a ser un honor para él pelear con nosotros… creo que especialmente con vos.”
Zach se sonrojó, lo que provocó la risa de su amigo.
 -“Vicky y yo no tenemos nada,” dijo solamente.
 -“No, claro. De eso me doy cuenta,” respondió el otro con tono irónico. “Por eso se viven evitando y nunca se miran a la cara pero viven mirándose a escondidas.” Zach se quedó en silencio.
 -“Zach, mi hermana no es estúpida. Si los dos quieren estar juntos ella lo va a entender. No va a tardar mucho en darse cuenta sola, además. No tiene sentido que los dos estén dando todas estas vueltas por no lastimar a Liz. Y creeme, la vas a lastimar más si te metés con ella sin sentirlo. Los conozco a los dos y ella no es tu tipo.
Zach asintió.
 -“Eso ya lo sé,” le dijo. “Pero este no es el momento.”
 -“Podría ser la última oportunidad que tengas…”
 -“No es el momento; y es mi última palabra al respecto.” El tono en que lo dijo fue cortante. Su amigo no volvió a insistir. Sabía que no tenía sentido.

17 oct 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 14.


VICKY

Por más de una semana no volvió a hablar ni a ver siquiera a ninguno de los chicos. Una vez que los miembros del concejo y del clan se pusieron en contacto su intervención dejó de ser necesaria, lo que le permitió mantenerse al margen. Y eso, de cierto modo, era un alivio. Cuando estaba lejos de ellos al menos podía intentar, a veces con éxito, no pensar en Zach. Pero el solo ver a alguno, aunque solo fuera a Liz, disparaba de inmediato todos los recuerdos y sensaciones de aquella noche; y las ganas de volver a besarlo empezaban a quemarle en el cuerpo junto con la culpa de traicionar a su amiga.
Casi por costumbre, se sentó en la computadora y revisó el “blog infernal,” como Liz lo había apodado. Mientras la página cargaba, casi esperó volver a encontrarse con el mismo anuncio de la última vez. Grande fue su sorpresa al descubrir lo contrario. Había una nueva fiesta anunciada. Para el siguiente fin de semana. ¡Eso les daba solamente cuatro días! Sin siquiera apagar la máquina se levantó de un salto y salió corriendo escaleras abajo.
La imagen que encontró en la cocina la dejó sin palabras un momento. Su madre estaba apoyada contra la mesada de la cocina, casi sentada sobre ella. El cabello le caía en una cascada sobre el hombro derecho, hacia donde tenía inclinada la cabeza. La expresión de su rostro, sin embargo, estaba tapada. Frente a ella estaba Tom, su padre, inclinándose sobre ella como si la estuviera besando en el cuello, justo donde quedaba expuesto. Vicky sabía que no era así. Había un aroma en el ambiente que solo alguien como ella podía percibir, solo un vampiro…
 -“¿Es necesario que hagan eso en el medio de la cocina?” dijo después de un momento, tratando de sonar lo más calmada posible.
 -“¡Ví!” exclamó su madre algo sobresaltada mientras se separaban. De forma automática se llevó la mano al cuello, y luego se acomodó el cabello para el otro lado. Ambos la miraron con un suave rubor en las mejillas.
Se hizo un silencio incómodo. Vicky observó a su madre maravillada por el cambio que se veía en ella. A veces, con el aspecto que tenía a diario, cansado y distante, olvidaba que solo tenía treinta y cinco años. Pero ahora… ¡incluso parecía más joven!
 -“¿Qué pasa, Vicky?” preguntó su madre, notando el asombro en su rostro.
 -“Yo…” dudó un momento, tratando de ordenar sus pensamientos. “Hay una nueva entrada en el blog. Para este fin de semana.”
La reacción de sus padres no se hizo esperar. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, ya se había puesto en marcha un plan. Vampiros y cazadores se movían con sigilo, por primera vez trabajando en equipo. El plan no era demasiado elaborado, pero aquella alianza seguro tomaría a los otros por sorpresa.



El gran día llegó. Vicky estaba nerviosa, aunque no estaba del todo segura de por que. Lo que se avecinaba era peligroso, y lo sabía muy bien. Las vidas de todos estaban en riesgo, incluso la suya. Pero en el fondo sabía que no era eso lo que más la abrumaba, sino el hecho de tener que ver a Zach una vez más. O tal vez el saber que un vez que todo hubiera acabado jamás lo volvería a ver.
A medida que iba anocheciendo, sus pies la iban llevando cada vez más cerca del lugar al que deseaba y temía ir: la casa de los chicos. Para cuando quiso darse cuenta, estaba frente a la ventana. Zach estaba solo, sentado frente a la mesa de la cocina, acomodando y afilando un conjunto de armas de todos los tamaños. Había algo en su actitud que no era normal, como si parte de él no estuviera allí.
Entonces alguien más entró en la habitación. Era Liz, aunque su expresión no se parecía a nada que hubiera visto antes en ella. Parecía triste, como si algo en ella estuviera muriendo. Sus ojos estaban rojos por las lágrimas.
 -“¿Qué hacés?” le preguntó al chico solo para hablar de algo. Él ni siquiera la miró al contestar, y ella permaneció allí parada como si el cuerpo no le respondiera más y estuviera a punto de desplomarse.
 -“Zach,” murmuró, casi sin aliento. Él no pareció darse por aludido.
 -“¿Te das cuenta de que podría ser la última vez que habláramos? No sabemos si vamos a salir vivos de esto”, le dijo entonces, con la voz quebrada.
Por primera vez, algo parecido tocarlo. Soltó sus cosas y la miró un momento. Su actitud cambió totalmente.
 -“Zach…” murmuró de nuevo.
Vicky se dio vuelta en silencio. Su mente estaba completamente en blanco. Había un vacío en su interior que estaba segura nada podría llenar.


ZACH

 -“Por suerte ya falta poco para que se termine, ¿no? Después de eso cada uno puede volver a su vida normal.”
Las palabras de Vicky seguían resonando en su mente. Normal. ¿Qué era normal después de todo lo que estaba pasando ahora? Por mucho que quisieran, ninguno iba a lograr volver a lo que antes había sido su vida. Esto iba a dejar una marca permanente en ellos.
Y en él, principalmente, había ciertas cosas para las que no había vuelta atrás. Nunca en toda su vida se había fijado en nada ni en nadie. Para él Liz y Dylan siempre habían sido sus primos, compañeros y amigos. Ahora, ya no estaba seguro de cómo tenía que mirarlos, especialmente a Liz. Y ese era otro punto en el que no había vuelta atrás: hasta la aparición de Vicky, en sus dieciocho años de vida jamás había pensado en fijarse siquiera en una chica. Estaba demasiado ocupado cazando vampiros. Ahora ni siquiera estaba seguro de cuanto tiempo podría seguir haciéndolo. Trabajar junto a un grupo de ellos incluso estaba cambiando la visión que tenía de ellos.
Zach se revolvió incómodo en su silla mientras intentaba concentrarse en lo que estaba haciendo. Siguió revisando sus armas con desgano, cuando alguien entró en la habitación y se paró frente a él. Permanecieron en silencio un momento, y luego la voz de Liz lo sacó de su ensoñación.
 -“¿Qué hacés?”
 -“Preparar todo,” contestó él sin mirarla.
 -“Zach,” le murmuró ella casi en un susurro. Él no le respondió.
 -“¿Te das cuenta de que podría ser la última vez que habláramos? No sabemos si vamos a salir vivos de esto.”
Zach la miró un momento, como con sorpresa. Nunca se había puesto a pensar demasiado en eso. La muerte no era uno de sus temas de conversación favorito, y siempre la mantenía alejada de su cabeza. Al menos todo lo que estaba relacionado con su propia muerte o la de cualquiera de las personas que lo rodeaban. Pero ahora Liz lo hacía volverse consciente de la posibilidad, y algo extraño lo invadió, como una especie de miedo. Sin decir una palabra, dejó sus cosas sobre la mesa, y apoyó una rodilla sobre una de las sillas, dejando caer el peso de su cuerpo sobre ella.
 -“Zach…”
El levantó la vista, y sus miradas se encontraron. Ella tenía los ojos rojos como si hubiera estado llorando, y solo expresaba tristeza. Liz era tan diferente a lo que se esperaba de una cazadora. Era frágil, y muy sensible. Había algo en ella que incluso impulsaba a querer protegerla. Y, a él no le cabía ninguna duda, en muchas ocasiones se había visto expuesta a situaciones que la habían superado. Esta era una de ellas. No supo por que, pero no pudo reprimir el impulso de abrazarla, de estrecharla entre sus brazos con fuerza. Ella apoyó la cabeza sobre su hombro, y dejó escapar algunas lágrimas en silencio. No supo cuanto tiempo permanecieron de ese modo. Tal vez fueran horas, tal vez fuera solo cuestión de segundos. Pero al momento de separarse, fue como si le arrancaran un pedazo de su cuerpo. Y entonces no pudo evitar atraerla de nuevo hacia él. Y antes de que pudiera darse cuenta, estaban besándose.

10 oct 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 13


ZACH

 -“¡Muy bien!  ¿Y cuándo pensabas contarnos que tu mamá era una de nosotros?” preguntó Liz, con una algo fingida indignación, al día siguiente, mientras los cuatro chicos estaban reunidos en el living de su casa.
Zach seguía tan sorprendido ante aquella revelación que no sabía como dirigirse a Vicky; la cual, por otro lado, parecía ignorarlo de forma disimulada, y había pasado toda la tarde evitando mirarlo.
 -“Bueno, fue bastante tonto de nuestra parte no darnos cuenta,” declaró Dylan. Los otros lo miraron sin comprender.
 -“Nos dio señales,” explicó él. “No solo porque no es normal, ni siquiera para un vampiro, o más bien la hija de un vampiro, que sepa pelear. Y me refiero a que realmente parecía una de nosotros aquella noche de la fiesta, solo que más rápida. Pero además… ¿de dónde más iba a sacar esos palitos con los que se agarra el pelo? A menos que hubiera asesinado a una cazadora que los llevara puestos, pero sería poco probable que los llevara entonces.”
Vicky sonrió, sacándose los palillos del cabello y dejando que le cayera en un manojo de desordenados rizos negros sobre los hombros y hacia delante mientras jugueteaba con las varillas entre los dedos.
 -“Me los dio mi abuela,” explicó la chica, sin apartar la vista de los instrumentos, con una mirada algo nostálgica. “Por mi condición nunca fui muy bienvenida en el clan. La única razón por la que la mayoría me tolera es quien es mi papá. Si no fuera por él sería una paria. Así que ella pensó que tal vez los necesitara para defenderme… Y me temo que tenía razón.”
 -“¿Pero por qué no te quieren en el clan?” preguntó Liz.
 -“Los miembros de los clanes son vampiros, generalmente de sangre pura; aunque hay excepciones, vampiros que fueron creados por miembros del clan. Una vez fueron humanos, pero ya no más. Todos están relacionados de alguna forma. Es raro que un vampiro se enamore de un humano y no lo transforme, como pasa con mi mamá. Pero más raro es que se enamore de una cazadora.
En los pocos casos que se dio que algún vampiro tuviera hijos con un humano… Bueno, todo depende de las circunstancias, pero generalmente los hijos se crían y viven como humanos… y mueren como humanos… a menos que ellos decidan lo contrario.”
 -“¿Pero cómo pueden vivir como humanos y morir con la sangre…?” preguntó Zach, perplejo. Ella seguía sin levantar la vista.
 -“Porque ellos no heredan la sed, Zach,” respondió la chica, mirándolo solo un momento y apartando la mirada casi al instante, como si le hiciera daño, al mismo tiempo que forzaba, sin éxito, una sonrisa.
 -“Pero pensé que vos…” empezó él aún más perplejo.
 -“Yo sí la necesito, la sangre. Eso es porque en mí hay más sangre de vampiro que humana,” lo interrumpió ella sin mirarlo.
 -“¡Entonces lo que me contaste sobre los orígenes de los cazadores es cierto!” exclamó Liz, antes de que Zach pudiera replicar nada.
 -“Probablemente,” se limitó a responder Vicky, seria. Los varones las observaban sin comprender, demandando una explicación.
Liz explicó brevemente lo que Vicky le había contado, mientras esta volvía a recogerse el cabello y jugueteaba con un rizo negro que le caía sobre el hombro.
Zach se levantó de donde estaba sentado, indignado.
 -“¡Eso es una mentira!” rugió, mirando a una y otra chica. Vicky levantó la vista y clavó sus ojos grises en él. Había algo en su mirada que le hizo olvidar por un momento su furia. No sabía que era, pero algo no estaba bien. Aquella sonrisa forzada volvió a aparecer en sus labios.
 -“Nadie te obliga a aceptarlo si no querés,” le respondió ella. “No por eso va a ser menos cierto.”
El brillo en los ojos de la chica lo desencajó. ¿Qué era aquello? ¿Lagrimas? Vicky iba a…
La chica se levantó de su asiento y caminó hacia el pasillo, murmurando algo que no llegó a comprender. Zach no reaccionó. Se sentía aturdido.

VICKY
  


Vicky se derrumbó contra la puerta del baño ni bien terminó de cerrarla, dejándose caer lentamente hacia el suelo mientras luchaba para reprimir las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos.
¡No! No podía permitirse el lujo de llorar. No por eso. No allí, al menos. Iba a tener mucho que explicar si lo hacía. Y de todos modos, ¿qué iba a decir? No iba a sonar muy razonable que dijera que desde hacía dos días no hacía más que pensar en Zach; que aún cuando estaba frente a todos aquellos rostros mirándola a ella y a sus padres con asombro lo único que cruzaba por su mente era que es lo que estaría pensando él respecto a aquella revelación: que no sabía como era que estaba haciendo para mantenerse lejos de él, para apenas mirarlo; que hubiera dado cualquier cosa por volver a besarlo. Pero, principalmente, que la sola idea de no poder hacerlo nunca más, por no traicionar nuevamente a quien probablemente fuera la única amiga que tuviera en toda su vida fuera de su prima Milena, la estaba matando por dentro.
Nunca en toda su vida había sentido algo así. Reconocía que diecisiete años no es una larga vida, pero habiendo tantas chicas incluso menores que ella que aseguraban estar enamoradas y tantas otras cosas, era de esperarse que al menos ella tuviera una mínima idea; que estuviera preparada.
Claro que sus experiencias anteriores no habían sido muy útiles. La mayoría de los vampiros de su clan la aceptaban e incluso respetaban por quien era su padre, pero nada más. Los chicos del colegio… bueno, no podía tener algo serio con ninguno de ellos. No sin estar ocultándoles más de la mitad de su vida, al menos.
En cuanto a Leo… La única razón por la que había salido con él era porque, de algún modo, salir con un vampiro implicaba ser aceptada. Y le constaba que él nunca había sentido nada por ella tampoco. Él solo se movía por intereses. Y siendo el hijo del líder del clan Yager era algo muy conveniente que su novia fuera la hija del líder del clan vecino. Especialmente, se le ocurrió de pronto, si iba a estar asociado en cosas ilícitas.
Era razonable, entonces, que sus sentimientos por Zach la tomaran totalmente desprevenida. Todas aquellas sensaciones… De a poco empezaba a entender por que su madre aceptaba a Tom cada vez que regresaba de sus andanzas como si nunca se hubiera dio. Era preferible estar con él temiendo que en cualquier momento pudiera marcharse nuevamente que no estar con él en absoluto.
¡Ya basta! Tomando una bocanada de aire como para juntar fuerzas, se levantó y se lavó la cara. Un momento más tarde estaba en el pasillo, explicándole a Liz que tenía que volver a su casa. No se había alejado dos cuadras cuando la voz que más temía y deseaba escuchar la llamó.
 -“¿Qué pasa?” le preguntó en un tono hostil que por un momento lo desencajó.
El rostro del chico se veía confuso, como si no lograra encontrar las palabras adecuadas para decir lo que quería.
 -“Eso mismo me preguntaba yo,” le respondió después de un momento. “¿Qué te pasa?”
 -“Tengo que ir a mi casa,” dijo ella lo mas secamente posible.
 -“Y por eso te levantaste con los ojos llorosos y te encerraste en el baño durante quince minutos antes de decirle a Liz que te ibas sin asomarte a decirnos nada a Dylan y a mí,” repuso el chico en un tono algo irónico.
 -“Tal vez,” respondió ella, evitando mirarlo a la cara.
 -“¡Vicky!” protestó él, haciendo un gesto como para acercarse a ella, y retrocediendo al percibir su rechazo. “Ya sé que en eso reaccioné más de lo que debía con eso que contaron, pero tenés que reconocer que es algo shockeante. Son muchas cosas nuevas en muy poco tiempo,” agregó.
 -“Por suerte ya falta poco para que se termine, ¿no? Después de eso cada uno puede volver a su vida normal.” El tono en el que lo dijo fue tan amargo y a la vez sincero, que por un momento pareció como si al chico le hubieran dado una bofetada.
 -“¿Eso es lo que querés?” le preguntó entonces. “¿Qué todo vuelva a ser como antes?”
 -“Si,” respondió ella sin pensarlo, aunque para sus adentros se dijo lo contrario.
 -“Bien,” respondió él después de un momento. “Que así sea.” Y, dando media vuelta, regresó hacia la casa sin despedirse.

3 oct 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 12: Zach.

Zach se revolvió incómodo en su asiento. En cualquier momento iba a llegar el grupo de vampiros, del que solo sabía que William sería miembro, para reunirse con el concejo de cazadores. Todo se estaba dando más rápido de lo que esperaba: ni bien había llegado a la casa la noche anterior, su tía se había comunicado con la cabeza del grupo, y este había concertado la reunión para la noche siguiente. Ni siquiera le había dado tiempo a hablar con nadie sobre los detalles, solo se había comunicado con Vicky, y esta había asegurado que iba a encargarse de todo, y luego el día había pasado tan rápido que ni siquiera había podido hablar con ella para saber quienes asistirían. Solo habían arreglado que el grupo se encontraría con ellos en su casa, y que de ahí irían al punto de reunión.
El timbre lo hizo saltar de su silla. Ya habían llegado. Sarah, la madre de Dylan y Liz abrió la puerta mientras él se acercaba. Allí estaba, frente a ellos, William Collin, el tío de Vicky y líder del clan local: era un hombre de estatura media y cabello oscuro, casi negro. Sus ojos eran de un gris casi transparente, como los de su hija Milena, pero había en ellos algo que no se leía en la mirada de la chica, algo que era imposible de describir más que como una extraña profundidad, que solo se veía en los vampiros de mucha edad. Siglos, pensó Zach al verlo nuevamente, mientras un escalofrío le recorría la espalda. ¿Cuántos siglos tendría aquel vampiro que estaba ahora frente a él con una sonrisa incómoda? Lo saludó, intentando no demostrar la incomodidad que a él también lo embargaba, y observó a un lado y hacia atrás, para ver quienes lo acompañaban.
 -“Hola,” lo saludó Vicky con una voz tan suave que casi fue un susurro, a la izquierda de su tío. Sus ojos gris oscuro brillaron solo un momento con una sonrisa que se desvaneció casi al instante. Al otro lado había otro hombre. Era tan alto como William, aunque de complexión más robusta. Su cabello también era negro, y le caía en pequeños tirabuzones sobre la frente, dándole un aspecto casi adolescente que sus ojos profundos desmentían al instante. Sus ojos se clavaron en él un momento, como analizándolo, y luego desvió la mirada hacia la chica. Un nombre apareció en la mente de Zach al verlo: Tom. Era el vampiro que había salido la noche anterior de la casa de la chica justo cuando ellos llegaban. Había algo en él que le resultaba extrañamente familiar, al mismo tiempo que aterrador. De lo único que no le cabía ninguna duda era de que él era tanto o más antiguo que William, y probablemente estuvieran emparentados. Mientras todas estas cosas se cruzaban por su mente, Sarah se había presentado, y los había invitado a pasar mientras ellos terminaban de prepararse para salir. Acto seguido, llamó a Liz y Dylan, y unos minutos más tarde todos salían nuevamente, para dirigirse al lugar señalado.
El lugar de reunión era una casa de aspecto completamente normal. Al entrar, daba la sensación de estar ingresando a un hogar común y corriente de una familia cualquiera. Pasando la primera habitación, había una escalera. Al subirla, sin embargo, las cosas cambiaban. La planta alta era un solo ambiente amplio y rectangular. Había una gran mesa en medio, y varios sillones y sillas dispuestos alrededor como un círculo. Las ventanas estaban cubiertas por cortinas largas hasta el suelo, de un color suave que, durante el día, dejaba pasar la luz del sol. En ese momento, de todos modos, la iluminación era intensa, proveniente de una serie de apliques en las paredes que despedían una suave luz blanca, en algunos casos algo amarillenta. Había entre veinte y treinta personas, algunas de aspecto joven, como Liz y Zach, no tanto como Dylan, algún año menor; pero en su mayoría eran adultos de entre veinticinco y cuarenta y cinco años. Solo unos pocos pasaban aquella edad.
Cuando entraron, todos estaban sentados, hablando en murmullos. La persona que les había abierto la puerta, una chica de menos de veinte años, permaneció junto a ellos a la entrada del recinto, indicándoles que aguardaran.
 -“¿Qué pasa?” preguntó Zach, sorprendido.
 -“Los mayores pueden pasar a tomar sus lugares, si quieren. Se está discutiendo un asunto importante,” respondió la chica, sin mirar a los vampiros ni un momento. “Los demás tienen que esperar.”
Sarah se adelantó, indicándoles a los demás que esperaran. Ninguno de los visitantes pareció inmutarse por lo que sucedía. Zach y Liz, sin embargo, estaban sorprendidos. ¿Un asunto importante? Nadie había dicho nada de un asunto tan importante para discutir. Se suponía que la reunión de aquella noche sería para poder hablar con los representantes del clan.
 -“Hay más personas pidiendo que se les admita en el concejo,” explicó la chica entonces, advirtiendo la confusión de los chicos. “No va a demorar mucho, supongo.”
Y, tal cual ésta había previsto, a los pocos minutos el grupo fue admitido. Había varias caras que a Zach le resultaban familiares, pero había otras tantas que jamás había visto en su vida. Un rostro familiar llamó poderosamente su atención: había una mujer sentada junto a Sarah, de cabello oscuro casi negro y ojos tan negros como el azabache. Su rostro le resultaba tan extrañamente conocido que por un momento se sintió desorientado. Estaba seguro de que jamás la había visto allí, y sin embargo… Y entonces, al ver al grupo acercarse, la mujer sonrió; y la reconoció. No, nunca la había visto sonreír, pero aquella expresión le resultaba tan familiar… Era la sonrisa de Vicky. Y era a ella a quien le sonreía. Era, sin lugar a dudas, la madre de ésta. ¿Qué estaba haciendo allí?
Vicky devolvió la sonrisa, aunque la expresión se borró casi de inmediato de su rostro. Y Zach notó algo poco normal en ella: estaba nerviosa. Tan asombrado estaba ante este descubrimiento, que no se percató de que William había empezado a hablar, presentándose ante los rostros que lo observaban; algunos con severidad, otros con desconfianza. Con voz firme y constante, el hombre relató los hechos que venían aconteciendo en la ciudad, tal y como habían sido expuestos el día anterior en la reunión de su propio clan, y su intención de poder trabajar ambos grupos en conjunto para solucionar el problema. Un murmullo de voces se fue alzando entre los cazadores a medida que su discurso iba avanzando. Por último, este se volvió tan intenso, que el hombre interrumpió su explicación, observándolos con la paciencia propia de un profesor, esperando a que se percataran por si mismos de que nadie le estaba escuchando. Al reconocer la actitud, Zach no pudo menos que reprimir una risita. Era exactamente lo mismo que hacía en el colegio, cuando la situación se repetía en sus clases.
De a poco, el murmullo cesó, y todos los rostros se fijaron en el hombre de nuevo, el cual no dijo absolutamente nada.
 -“¿Alguien quiere decir algo?” preguntó Javier, el miembro de mayor edad del concejo, quien jugaba el papel de líder, dirigiéndose a sus compañeros.
Se hizo un breve silencio. Todos se miraron unos a otros, como dudando. Por último, un hombre que se encontraba sentado a un par de lugares de donde Sarah y la mamá de Vicky estaban se levantó.
 -“Creo que todos tenemos mas o menos la misma duda,” explicó el hombre, intentando ser lo más diplomático posible pero sin poder ocultar del todo su desagrado por los visitantes y su propuesta, “y es: ¿cómo sabemos realmente que podemos confiar en ellos y que no se trata más que de una trampa? ¿Cómo sabemos que no van a traicionarnos?”
William sonrió, como si aquello fuera algo que estaba seguro que pasaría. Sin decir una palabra, se giró hacia Tom y se observaron unos segundos sin decir nada. Este otro asintió, como si se le hubiera dicho algo, y avanzó, quedando por delante de los demás y frente a frente con los miembros del concejo.
 -“Mi nombre es Tomas Collin,” explicó con voz calma y segura, en un tono serio y autoritario que sorprendió a todos. “Primer hijo de Frank y Elizabeth Collin, nací el 24 de febrero de 1768 en Escocia y soy, por derecho, líder del clan Collin, al cual representamos. Dada mi ausencia durante los últimos dos años mi hermano aquí presente, William, ha estado a cargo de la dirección del mismo, y creí que sería prudente, dado mi reciente regreso, que él fuera quien manejara este asunto. Pero ahora nos piden una razón para confiar en nosotros; una prueba de que nuestras intenciones son las que aseguramos, y yo soy el que debe dársela; o, mejor dicho, mostrársela.” Al decir esto, el hombre se giró hacia donde Vicky seguía parada, la vista fija en el suelo.
 -“Ella,” dijo el hombre, haciéndole un gesto para que se acercara, cosa que ella hizo de inmediato, quedando por primera vez a la vista de todos los presentes, “es mi hija, Victoria Collin. Y su madre, mi esposa,” continuó él, girándose hacia la mujer de cabello oscuro que estaba junto a Sarah y señalándola, “es una de ustedes: Casandra Farrel.”
Al oír su nombre, la mujer se levantó lentamente de su asiento, y caminó lentamente hacia donde su esposo y su hija estaban, mirando uno a uno a los miembros del concejo sin bajar la vista ni un momento.
El murmullo volvió a alzarse entre los presentes. Zach, Liz y Dylan los miraban, mudos de asombro ante la revelación que acababan de presenciar.