Cuando volvió a despertar, se encontraba en un lugar desconocido. La sensación de fuego en las venas era más intensa que antes, pero no había nadie allí. Buscó desesperadamente a su alrededor, tratando de encontrar algo que le ayudara a calmar aquella sensación, aquella sed terrible que lo atormentaba.
El aroma de la sangre lo atrajo a una bolsa a poca distancia de la cama donde se encontraba acostado. Se trataba de una de esas bolsas de los hospitales. Recordaba que una vez había estado internado y había una de esas conectada a su brazo mediante una manguerita transparente. Y se encontraba llena de el preciado líquido rojo. Antes de que pudiera siquiera pensar, todo su cuerpo había reaccionado en consecuencia. Se abalanzó sobre el recipiente y le hincó los dientes, vaciándola en solo cuestión de segundos. La sensación se volvió menos insoportable. A un costado, vio acumuladas otras bolsitas, y las tomó con desesperación.
No fue hasta unos minutos más tarde que escuchó el ruido de la puerta abrirse y cerrarse a su espalda, mientras dejaba caer al suelo la última bolsa vacía. Entonces, por primera vez desde que había despertado, miró a su alrededor. Se encontraba en un hospital o clínica, de eso no le cabía ninguna duda. Todo en el cuarto indicaba que era así. Y allí, junto a la puerta, estaba aquel hombre de cabello negro que antes había forcejeado con él.
-“Zach,” le dijo, sin moverse de su lugar. “¿Sabés quién soy?”
Él lo miró un momento. Tenía el nombre en la punta de la lengua. Aquel hombre era…
-“William,” dijo, luego de un momento, intentando recordar algo más sobre aquel sujeto.
El hombre asintió, acercándosele con cautela. Al ver el suelo cubierto de bolsas vacías sonrió, pero no era una sonrisa feliz. Más bien indicaba alivio. Su rostro volvió a ponerse serio casi al instante, pero aquella expresión fue suficiente para traer a su mente otra sonrisa.
-“Sos… el tío de Vicky… ¿Verdad?” preguntó con inseguridad, sin moverse de su lugar.
-“Si,” respondió el otro, sentándose en una silla que había a poca distancia de la cama e indicándole que se sentara también. Él obedeció y se sentó a un costado de esta, dejando que las piernas le colgaran como si fuera un chico.
-“¿Qué es lo que te acordás?” le preguntó el hombre entonces, con tono serio, observando cuidadosamente cada uno de sus movimientos.
-“Yo…” Zach dudó un momento, intentando poner sus recuerdos en orden. Todo era tan confuso… “Estaba herido,” dijo entonces. “Y Vicky dijo que tal vez había forma de salvarme… Si tomaba de su sangre. Y después dijo que podía morirse si lo intentaba… y quise frenarla pero no pude… y todo se puso negro,” explicó, de a poco. “Y después me desperté… y… y…” La realidad lo golpeó de pronto. Vicky lo había transformado. No solo había estado inconsciente; probablemente había estado muerto. Y ahora era uno de ellos. Y al despertar, había intentado atacar a Liz, había intentado beberse su sangre. ¡Y ni siquiera la había podido reconocer! ¡Había intentado atacar a sus amigos y ni siquiera había sabido que eran ellos!
William se levantó de su lugar y se le acercó, apoyándole una mano en el hombro, como intentando tranquilizarlo.
-“Todos están bien. No pasó nada. Quedate tranquilo.”
Zach lo miró a los ojos un momento, intentando comprender.
-“Entonces ahora soy un…” empezó a decir, sin animarse a pronunciar la última palabra.
-“¿Vampiro? Bueno… podría decirse,” dijo el otro, volviendo a su lugar y observándolo con curiosidad. “En realidad es muy difícil explicar lo que sos. Pero básicamente si, sos un vampiro.”
-“No entiendo.”
-“A ver…” William sonrió, intentando decidir como explicar de forma sintética todo lo que tenía en la cabeza. “En teoría, no se considera a los de la clase de Vicky completamente vampiros. Su sangre es mucho menos potente. Por eso pueden pasar más tiempo sin alimentarse. Y por eso, también, no pueden crear otros vampiros. Su sangre no es lo suficientemente vampírica como para llevar a cabo la transformación. Y generalmente, los que lo trataron murieron en el intento. Ellos sí pueden desangrarse.”
-“¿Y entonces cómo es que estoy acá?”
-“Bueno, eso es lo interesante de este caso. Y lo que hace que no sepamos como definirte. En tu caso, lo que provocó la transformación no fue solamente la sangre de Vicky, sino la tuya. Lo que corrobora la teoría de que los cazadores como tu familia tienen sangre vampírica también.
Para hacerlo más simple: la sangre de Vicky lo único que hizo fue despertar a la parte tuya que ya era un vampiro… Después de que murieras, claro.”
Zach permaneció en silencio un momento, procesando lo que William decía.
-“Entonces sí estuve muerto.”
-“Si. Un médico hubiera dicho que estabas muerto.”
-“¿Cuánto tiempo?”
-“Una semana, aproximadamente.”
Zach se estremeció. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. ¡Una semana!
-“Lo interesante es que no sos como ninguno de los tipos de vampiros que conocemos,” siguió explicando William, un cierto brillo de fascinación en su mirada. “Los vampiros no natos, es decir los que son transformados, generalmente no pueden exponerse a la luz del sol. Tienen habilidades que nosotros no tenemos, como la capacidad de leer mentes, hipnotizar personas en algunos casos. Pero el sol los destruye casi de forma instantánea. En tu caso, no sabemos si tenés algún tipo de habilidad, eso lo descubrirás con el tiempo. Pero hoy mismo comprobamos que el sol no te hace absolutamente nada. Sos completamente inmune, como nosotros.”
Zach lo miró asombrado. Era cierto. Recordaba haber despertado en una habitación muy luminosa. Seguramente eso se debía a los rayos del sol que entraban por la ventana.
Pasado un momento en que ninguno de los dos dijo nada, un nuevo pensamiento apareció en la mente de Zach.
-“¿Qué va a pasar conmigo ahora?”
William le sonrió, y levantándose, sacó algo pequeño y brillante de uno de sus bolsillos y se lo alcanzó. Zach lo miró con curiosidad, mientras le daba vueltas en la mano: se trataba de un anillo de plata con un círculo negro en el que, en color rojo, estaba grabado el símbolo que representaba al clan Collin. Un dibujo muy parecido al que Vicky tenía tatuado en el antebrazo; rico en detalle a pesar de ser una miniatura.
-“Si estás interesado, sos bienvenido a formar parte del clan. Si hay otros vampiros como vos, lo desconozco, así que no hay una forma definida de actuar en casos como este. Pero, si Vicky y vos hubieran sido un vampiro pura sangre y un humano respectivamente, ahora se te debería considerar como su hijo. Por lo tanto, y considerando que ella es hija del líder del clan, vos también pasarías a serlo. Es tu decisión.”
Luego de eso, volvió a hacerse silencio. Pasaron varios minutos hasta que el chico logró procesar medianamente toda la información, y la idea de eternidad empezó a atormentarlo. ¿Qué sería vivir para siempre? Y lo que era aún peor, vivir eternamente con el aspecto de un adolescente de dieciocho años. Si hubiera estado vivo, la idea le hubiera producido náuseas.
Entonces, se percató de una cosa. Había algo de lo que William no le había hablado. Algo que apenas había mencionado. Y empezó a tener miedo.
-“¿Qué pasó con Vicky?” preguntó entonces. “¿Está bien?”
El rostro del hombre se ensombreció. Dudó un momento antes de contestar.
-“Vicky no te mintió cuando te dijo que podía morir al hacer lo que hizo,” explicó, intentando reprimir el dolor que expresaba su voz.
-“¿Ella está…?” La voz de Zach se quebró antes de poder terminar la pregunta cuya respuesta creía conocer.
-“Aquel día, después de que Vicky intentara salvarte dándote su sangre, los dos cayeron inconscientes. Y creímos que no había esperanza para ninguno.”
-“No puede ser…” murmuró el chico como un zombie.
-“Yo también me negaba a creerlo. Todos lo hicimos. Por suerte.”
Zach levantó la vista hacia su interlocutor con sorpresa, y una luz de esperanza se despertó dentro de él.
-“Vimos que vos no fuiste el único que cambió durante los días que… no estuviste, digamos. Ella también cambió. Y despertó hace un par de días.”
-“No entiendo.”
-“Probablemente tu sangre haya provocado el cambio. Vicky era mitad humana, a pesar de que necesitaba la sangre casi como cualquier otro vampiro. Aquella noche, lo que murió fue justamente eso: su parte humana.”
-“¿O sea que ella está bien?”
-“Bueno… No exactamente.” La sombra volvió a los ojos de William. “Como te dije, despertó hace un par de días. Pero está como ausente. No reconoce a nadie. Lo único que hace es sentarse y estar en silencio. No importa lo que se haga, es como si el mundo a su alrededor no existiera para ella.”
Zach meditó sobre estas palabras un momento; y tomó una decisión.
-“Quiero verla,” dijo, con voz firme.
Los últimos rayos del sol entraban de lleno en la habitación, volviendo todo de un tono anaranjado, como iluminado por una fogata. Todo estaba tal cual lo recordaba, salvo por la figura inmóvil sentada con las piernas cruzadas sobre la cama, la espalda apoyada contra la pared, los brazos caídos a los costados del cuerpo y la mirada fija en la pared frente a ella. A pocos centímetros de distancia, otra figura muy similar, sentada al borde de la cama, se giró hacia la puerta con sorpresa y un dejo de tristeza.
-“Zach,” murmuró Milena, con voz suave, como temiendo despertar a alguien que duerme, y se levantó de su lugar, caminando hacia él. Sus miradas se encontraron un momento, y luego la chica salió, cerrando la puerta detrás de ella y dejándolo solo con Vicky, la cual no pareció percatarse de nada de lo que sucedía a su alrededor.
Así que esto era lo que le había sucedido, pensó, observándola con detenimiento mientras se acercaba lentamente hacia ella y se sentaba a su lado. Estaba despierta; pero parecía estar en otro lado. Estaba totalmente ausente. William había dicho que ni siquiera se había alimentado… de ninguna forma. Aún así, sus manos no temblaban. Solo se la veía muy pálida; tanto que parecía enferma. Nunca la había visto así. Era cierto que algo había cambiado en ella también.
-“Vicky,” le murmuró casi en un susurro, como llamándola. Nada cambió en su expresión. Seguía tan ausente como antes, como si él no hubiera entrado nunca en la habitación. Como si no le hubiera hablado.
-“Vicky,” insistió, acercándole su mano como con miedo al rostro y apenas rozándola. La chica reaccionó tan rápido que, de no haber sido por sus nuevos reflejos no hubiera sido capaz de frenarla. Su brazo izquierdo se alzó con violencia, queriendo apartarlo, como defendiéndose de un enemigo. Casi sin pensarlo, Zach también se defendió, deteniendo el golpe con un rápido movimiento, y aprisionándola en la esquina del cuarto. Los ojos hasta ese momento ausentes de la chica se fijaron en los suyos, fríos como piedras. Y entonces, algo en su expresión cambió, como un brillo de reconocimiento. La tensión en sus brazos se aflojó, y una extraña sensación de deja vú los invadió a ambos.
-“Zach,” susurró, como con sorpresa. “Funcionó.” Dos grandes lágrimas brotaron de sus ojos al decir esto. La presión de Zach sobre ella se aflojó del todo, y los brazos de la chica lo rodearon, abrazándolo con fuerza.
-“Si,” le respondió él, aún hablando en susurros, como si no quisieran que las demás personas en la casa se percataran de lo que sucedía. “Me salvaste.”
-“Pero entonces,” murmuró ella, separándose de él lentamente. “Ahora sos… Como nosotros.”
-“No exactamente. Tu tío dice que no hay otros como yo, al menos que él esté enterado. Pero eso no importa.” Vicky lo miró con curiosidad, como si no terminara de entenderlo. Él le sonrió, acariciándole suavemente el rostro. Sus manos estaban más frías que de costumbre, aunque no tanto como la de la mayoría de los vampiros, pero ella no pareció notarlo. Después de todo, también había dejado de ser humana.
-“Cuando me desperté, y empezaron a hablarme de lo que había pasado, de lo que era ahora, creí que iba a volverme loco,” dijo él, jugueteando con en anillo que tenía en la mano. “Creo que la idea de vivir eternamente es bastante aterradora, ¿no te parece?” Ella asintió, tomando su mano entre las de ella y observando con algo de sorpresa el anillo.
-“Yo también,” respondió entonces, alzando los ojos para encontrarse con su mirada. “Pero no me asusta tanto si sé que no voy a estar sola.”
Él le sonrió. Y mientras los últimos rayos del sol desaparecían, dando paso a la noche, a su primera noche, la acercó suavemente, uniéndose en un beso.