16 ago 2012

Cazadores: Michelle. Parte 29: Vicky.


– Hay una explicación para eso – dijo Tom, intentando recobrar la compostura. Ni bien Michelle había mencionado a James, el hombre había dejado escapar un improperio atrás de otro. Todas lo habían mirado con sorpresa. Rara vez reaccionaba de ese modo.
– La espero ansiosamente – respondió Michelle, evidentemente molesta.
Vicky no necesitaba oír esa historia, aunque no se suponía que debiera saberla tampoco. Pero había cosas que era imposible ocultarle desde hacía mucho tiempo y muy poco tenía que ver su recientemente adquirida habilidad con ello.
Poco después de que Michelle se fuera, cuando la relación entre William y Tom había vuelto a ser la de toda la vida, su padre había desaparecido. No habían sido más que unos meses, pero había sido tiempo suficiente para dejar al clan en estado de caos. Era la primera vez que Will se hacía cargo del clan y su falta de experiencia era notoria. No era la primera vez que Tom desaparecía por un corto período de tiempo. Hacía rato que Vicky y Cassandra habían asumido que sería así toda la vida; o, al menos, mientras esta última siguiera siendo mortal. Todos sabían lo difícil que era para un inmortal ver a la persona que amaba envejecer lentamente para algún día morir y no poder hacer nada al respecto, principalmente porque así lo había decidido ella.
No había pasado demasiado de eso cuando, de algún modo que nunca había terminado de quedar demasiado claro, James, quien esperaba que se cumpliera su condena, había escapado. Lo que sí era claro es que había tenido ayuda, probablemente de algún amigo o seguidor fiel: alguien que consideraba que no debía morir. Por mucho que había intentado, William había sido incapaz de encontrarlo. Para cuando Tom había regresado, no había nada que hacer. James había desaparecido completamente.
La noticia de que se había aliado con sus enemigos de toda la vida no le resultó una sorpresa a Vicky y, al parecer, tampoco a su madre. Para Tom, sin embargo, había sido claramente un golpe que no esperaba. Tal vez porque Sybilla había intentado avisarle y él no la había escuchado. No sabía muy bien de que había hablado la mujer con su padre, pero cada vez era más claro que no había estado tan errada en lo que fuera que había dicho.
– Es decir que James sigue vivo por tu irresponsabilidad – concluyó Michelle con dureza.
– Sí – reconoció él, bajando la mirada como avergonzado. Por primera vez desde que se conocían, Tom parecía mucho menor que ella, casi como un niño.
Luego de eso se hizo un prolongado e incómodo silencio. Inconscientemente, Michelle comenzó a juguetear con una cadena que le colgaba del cuello y permanecía oculta debajo de su ropa. Notándolo, Vicky no pudo evitar fijarse en el detalle. De la cadena colgaba un anillo de aspecto antiguo, evidentemente hecho de oro. El diseño era tosco y demasiado grande para una mujer. Tenía una enorme piedra roja como la sangre con un diseño que no llegaba a distinguir entre los dedos de la mujer y, según como le daba la luz, también podía distinguir algunos destellos de verde.
– ¿Eso es lo que yo pienso que es? – preguntó el hombre un momento más tarde, notando también el objeto.
Michelle miró el anillo un momento. Luego, se quitó la cadena del cuello y lo sostuvo en la mano, libre. Después se lo alcanzó a Tom, que lo miró con asombro.
– Es el anillo de los Rose – dijo él casi sin aliento mientras lo sostenía en la mano, anonadado –. Solo el legítimo líder del clan Rose puede llevarlo.
– Ya lo sé – respondió Michelle. La tensión fue desapareciendo de a poco –. Harry me lo dio. Al principio se negó a creerme. Luego vio que yo tenía razón, que estaba en peligro, que Miles quería desplazarlo. Pero fue tan ingenuo que pensó que si no tenía el anillo, que si me lo legaba a mí, su hijo le perdonaría la vida, ya que el dejaría de ser un obstáculo en su camino al poder. Pero estaba equivocado. El chico no tenía ningún interés en perdonarle nada. Dejó que lo asesinaran sin piedad y ahora está buscándome, buscando el anillo, porque sin él muchos de sus hombres se niegan a seguirlo.
– ¿Y por eso viniste? ¿Pretendés que te protejamos, que te ocultemos? ¡Eso traería la guerra a nuestro territorio! ¡No puedo permitir algo así! – exclamó Tom con indignación.
– No – lo interrumpió ella, seria –, esa no es la razón por la que vine. Después de que mataran a Harry, escuché algo acerca de los planes de Miles y James. La guerra va a llegar al nuevo mundo te guste o no: ellos van a traerla. James planea usar a los hombres del clan Rose para asesinar a Seth. Todo esto no es más que una venganza para él. Y estoy segura de que una vez que se haya encargado de su hermano y de conseguir el liderazgo del clan, Jimmy va a venir por ustedes. Ya todos lo conocemos lo suficiente como para saber que él es así, que es capaz de hacer lo que te estoy diciendo y más. Vine porque hay que detenerlo y no conozco a nadie más que pueda ayudarme a hacerlo. Y… – Michelle bajó la mirada, avergonzada. Respiró profundo antes de terminar la frase – además, la sola idea de tener que ir a decirle todo esto a Seth, de tener que verlo y hablarle, me da escalofríos. 
Tom le devolvió el anillo mientras meditaba acerca de lo que la chica le había dicho. Ella lo tomó y se lo colgó nuevamente del cuello, escondiéndolo bajo sus prendas.
– Entonces va a ser mejor que vayamos ya mismo a hablar con él. Yo puedo decirle todo esto, pero necesito que estés ahí para confirmarlo. Y además tal vez ya sea hora de que ustedes dos tengan una conversación – dijo, poniéndose de pie. Michelle le sonrió, agradecida, siguiéndolo hacia la puerta.
– ¿Vienen? – les preguntó Tom a las otras dos mujeres. Cassandra estaba llevando los restos del desayuno a la cocina. Vicky permanecía en su lugar, seria. Algo más había llamado su atención: hacía varios minutos que un grupo de personas se debatía en la puerta de su casa, decidiendo si llamar o no. Sus mentes no eran claras como el agua, pero su indecisión y su miedo eran demasiado notorios y superficiales como para escapársele. Ya no le quedaba ninguna duda acerca de su identidad.
– Me temo que mamá y yo tenemos que atender algunas visitas – dijo sin levantar la vista de la mesa. Todos la miraron, interrogantes. Mientras Tom abría la puerta, más por reflejo que por conciencia, dos figuras se acercaron, dispuestas, por fin, a llamar. Sus miradas se encontraron con sorpresa, aunque no con agrado. Las miradas de Cassandra y Vicky también se encontraron entonces, mientras la chica hablaba nuevamente:
– En la puerta están tu cuñada y tu hermano – le dijo con voz monótona.

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