De vuelta al
tiempo actual
– Bueno, esto explica lo de las visitas
inesperadas – respondió Michelle en tono de broma luego de procesar todo lo que
Vicky acababa de contarle. Los hechos de dos años atrás la habían sorprendido:
la lucha, la transformación de Zach para evitar su muerte y las consecuencias
en la chica. Pero más aún la habían sorprendido los cambios que dicha
transformación estaba produciendo ahora, tanto tiempo después. Nadie esperaba
ninguna sorpresa pasado el primer año. Aquello era poco usual. Pero después de
todo Vicky siempre había sido algo fuera de lo común. Al igual que ella misma.
– Me sorprende que no hayas preguntado como
es que recuerdo todo – le dijo después de un rato.
Vicky le sonrió.
– Solo asumí que tal vez mi suposición había
sido correcta – respondió.
La risa de Michelle se vio interrumpida por
el ruido de pasos en las escaleras. Con sorpresa, dirigió la mirada hacia la
ventana: desde afuera, la luz del sol entraba a raudales, indicando que la mañana
ya estaba bastante avanzada. Tom y Cassandra no tardaron en aparecer por la
puerta de la cocina, atraídos por la voz que conversaba con su hija. Ella
exclamó su nombre con sorpresa, acercándosele y abrazándola tal como lo había
hecho Vicky, evidentemente feliz de verla. Tom se mantuvo distante y serio.
Como buen diplomático, sabía que su presencia no era una simple visita.
– Les prepararía café – dijo Vicky, captando
la atención por un momento – pero no alcanza para cuatro. Apenas hay para uno –
mientras decía esto, les mostró el frasco de vidrio casi vacío.
– Como si eso fuera café de verdad – masculló
Tom.
– Por algún lado hay café en saquitos – dijo
Cassandra mientras rebuscaba en una alacena.
– Eso es menos café que el instantáneo – se
quejó su marido, agarrándose la cabeza con exagerada desesperación.
– Hay té – dijo Vicky, después de un momento
–. Y es de verdad. Compramos té en hebras la semana pasada.
– Bueno, Michelle y yo vamos a tomar té.
Discutí con tu madre quien se toma la última taza de café – instruyó Tom con
autoridad –. Dudo mucho que Michelle haya venido a discutir cuestiones
domésticas. ¿O me equivoco?
– Para nada – respondió ella.
– ¿Qué noticias tenés del viejo mundo? –
preguntó Michelle una vez que todos estuvieron sentados en la mesa del comedor
con una taza en la mano y algunas galletitas. Los vampiros no necesitaban la
comida, pero por algún motivo se negaban a abandonar la costumbre de
consumirla, de compartirla con otros. Para Vicky, era conservar parte de su
humanidad perdida. Para Tom, la oportunidad de compartir algo con su familia.
Solo para Cassandra y Michelle era una necesidad real. Aún así, ninguno se
había dispuesto a hablar realmente hasta que el desayuno no había sido servido
completamente.
– Algunas… No muchas – respondió Tom,
inseguro e incómodo –. Solo rumores traídos por gente de poca confianza.
– Y por gente de poca confianza te referís a
Sybilla. ¿Verdad?
Tom asintió en silencio, tomando un sorbo de
su taza.
– ¿Y por casualidad entre los rumores que
trajo tu hermana había algo sobre mi familia? – preguntó Michelle con aire
enigmático. Tom no pudo evitar su sorpresa ante la expresión. La muchacha jamás
se había referido a los Rose como su familia, hasta ahora.
– Más o menos. Dijo que… que había algunos
conflictos internos. Pero todos eran rumores.
– Entonces tal vez te interese saber que mi
hermano está muerto – largó la chica con total naturalidad. Tom casi se
atraganta al escucharla.
– ¿Có… cómo? ¿Cuándo?
– Me reuní con él hace poco más de una
semana. Dos días más tarde, estaba muerto.
– No habrás tenido algo que ver en eso.
¿Verdad? – preguntó el hombre con aparente miedo a oír la respuesta.
– Yo no lo maté, si eso es lo que estás
preguntando. Intenté advertirle. Pero debo admitir que mi hermano tenía muy
poca visión.
Se hizo una pausa. Todos la miraban,
expectantes.
– Llevaba bastante tiempo observándolos y no
me costó demasiado darme cuenta de que Miles, el hijo de mi hermano Harry,
estaba planeando algo. El chico tiene casi quinientos años, y su padre no
parecía tener intenciones de compartir el poder. Nada demasiado diferente a
como se manejaba Arthur, salvo por una leve diferencia: cuando yo lo asesiné,
Harry tenía quince años. Nunca tuvo que esperar, nunca tuvo que desear el
poder. Le cayó en las manos siendo un niño. Miles solo necesitaba una lengua
afilada que le envenenara la mente para levantarse en su contra.
– ¿Estás diciéndome que Miles Rose asesinó a
su propio padre para obtener el poder?
– Básicamente. Aunque no fue el quien jaló
del gatillo, por decirlo de algún modo.
– No entiendo que tiene que ver esto con
nosotros – murmuró Vicky por lo bajo de forma casi inconsciente.
Michelle la miró con una sonrisa amarga.
Luego clavó los ojos en Tom, indignada y furiosa.
– Quien asesinó a Harry Rose, quien es realmente
la mente detrás de todo esto, es nada más y nada menos que James Blackeney.
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