Finalmente, casi la mitad del clan había
accedido a seguir a Tom, a pesar de que ninguno se sentía con ganas de
enfrentarse a una guerra interminable. Ya la pelea de dos años atrás contra los
parias los había dejado en una situación precaria. Habían vencido, sí, pero
también se había derramado mucha sangre.
No se había quedado a ver que sería de
aquellos que habían decidido no seguir a su padre. Ellos tomarían una decisión
y llegarían a un acuerdo. Vicky ya estaba demasiado cansada. Necesitaba
descansar, dormir, dejar atrás todo lo que había sucedido. El cuerpo casi no le
respondía. Zach la acompañó hasta su casa.
– Supongo que querrás dormir – le dijo él en
la puerta. No sonaba molesto. Más bien parecía tan agotado como ella. Vicky
meditó un momento antes de contestar.
– Si – le respondió –, pero no me quiero
quedar sola. Me va a llevar mucho tiempo acostumbrarme a que ella no esté.
Zach le sonrió como intentando consolarla. Sin
decir nada más, entraron a la casa y subieron las escaleras. No tardaron
demasiado en quedarse completamente dormidos, acurrucados uno junto al otro.
No tenía la menor idea de cuantas horas
habían pasado desde entonces hasta que escuchó el ruido: alguien llamaba a la
puerta. Los golpes hubieran sido imperceptibles para un humano corriente desde
allí arriba y en realidad apenas podía escucharlos ella misma. Algo más había
llamado su atención y también había despertado a Zach, algo a un nivel más
profundo. No podía percibir pensamientos concretos, solo una sensación de
dolor, desesperación y miedo. Alguien estaba afuera y no estaba bien.
En el pasillo se encontró con su padre: no
estaba dormido, por lo que había escuchado el ruido sin problema. Bajaron los
tres juntos la escalera, pero solo Tom se acercó a la puerta. Zach y Vicky
esperaron al pie de la escalera, atentos. Cuando la puerta se abrió, una figura
cayó hacia adelante, como si no pudiera sostenerse en pie por sí misma. El
aroma de la sangre invadió el ambiente en un instante. El hombre se adelantó,
intentando detener la caída, intentando evitar el golpe. Un rostro quedó a la
luz, pálido como la muerte, la respiración apenas perceptible: Sybilla.
Inmediatamente, Zach y Vicky corrieron hacia
la mujer. Su ropa estaba cubierta de sangre y había al menos tres heridas
abiertas en distintos puntos, aún sangrando. Aquello no era normal. Si bien se
necesitaba consumir sangre para que una lastimadura cerrara completamente, el
cuerpo del vampiro empezaba a sanar, lentamente, casi al instante. Había algo
allí que no le permitía hacerlo, algo que hacía que Sybilla continuara
debilitándose.
Sin demasiado esfuerzo, subieron a la mujer a
la habitación de Vicky en la planta alta. Tom parecía preocupado y angustiado.
Aquello no era nada bueno. Una vez su hermana estuvo acomodada en la cama, el
hombre salió, buscando un teléfono. Desde arriba se lo escuchaba hablando en
frases cortadas con Alejandro, un vampiro del clan que además era médico,
profesión poco común para un vampiro, pero muy útil en determinadas ocasiones.
El doctor no tardó en aparecer. Mientras
esperaban, Vicky había cambiado a Sybilla de ropa, quitándole la camisa negra
hecha jirones que llevaba puesta y poniéndole un vestido que le permitiría al
hombre trabajar con comodidad. Ya que estaba, había examinado ella misma las
heridas, tratando de limpiarlas: parecían impactos de balas. ¿Qué tipo de
munición podrían haber usado que le causara un daño tal a un vampiro? Tendría
que esperar a que Alejandro terminara de trabajar para averiguarlo.
Unas horas más tarde, el médico vampiro
bajaba las escaleras para unirse a ellos, que esperaban ansiosamente en el
living, incapaces de dormir a pesar del cansancio. Tom se puso de pie al verlo
bajar, incapaz de articular palabra.
– Va a estar bien – dijo el hombre,
tranquilizándolo –. Ninguna de las heridas fue en una zona de riesgo. Tiene que
descansar y reponerse. Está muy débil. Pero no hay nada de que preocuparse.
– ¿Qué fue…? – empezó a preguntar Vicky, no
muy segura de cómo formular la pregunta.
Alejandro la miró, y luego a Tom. Sacó algo
pequeño de un bolsillo y se lo alcanzó al hombre: 3 balas.
– Estas tres las tenía ella – le dijo.
Tom las examinó con curiosidad.
– Jamás había visto algo así – dijo.
El otro se tomó un momento antes de
contestar, como si no estuviera muy seguro de querer hacerlo.
– Yo sí – le dijo finalmente, sacando una
bolsita de plástico pequeña del bolsillo y alcanzándosela. Había un pequeño
cartel blanco en la bolsa, con un nombre escrito, pero Vicky no llegaba a leer
que decía y la mente de ambos hombres le resultaba impenetrable a esa altura.
– ¿Ella está consciente? – preguntó Tom,
indicando hacia arriba para referirse a su hermana. Alejandro negó con la
cabeza. Luego, dijo algo acerca de no tener nada más que hacer y que no dudaran
en llamarlo si lo necesitaban y se fue.
– Pueden dormir en la otra habitación si
quieren – les dijo Tom a Zach y Vicky –. Sybilla está en la cama de Vicky así
que no hay otra opción de todos modos. Yo me quedo acá abajo.
Ambos asintieron. De todos modos, no podían
hacer más hasta que la mujer se despertara.
Cuando despertaron, era casi mediodía. Vicky
caminó por el pasillo hasta su habitación mientras Zach se lavaba la cara en el
baño. Le sorprendió encontrar el lugar vacío. Siguió caminando hacia la planta
baja y se encontró a su padre al teléfono, yendo y viniendo en el living.
– ¿Qué pasa? – le preguntó, confundida –
¿Dónde está Sybilla?
Su padre cortó el teléfono y suspiró.
– Tenía algo importante que hacer.
Prepárense, tenemos una reunión urgente con el clan y Seth Blackeney. Les
explico todo mientras vamos para allá.
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