10 sept 2012

Cazadores: Michelle. Parte 36.


TOM

Sybilla le estaba dando dolor de cabeza. Jamás había tenido una buena relación con su hermana. No la culpaba demasiado: novecientos años era mucha diferencia. Pero de todos modos… en el fondo, sentía que ella nunca se había esforzado demasiado por que las cosas entre ellos funcionaran. Por mucho tiempo no le había afectado: pronto fue claro que sus valores eran totalmente incompatibles. Ahora, ella estaba en su territorio, no podía desentenderse del asunto. Pero no tenía la menor idea de cómo lidiar con ella. Especialmente, porque no tenía la menor idea de que era lo que buscaba en el nuevo mundo.
– ¿Qué pasa? – le preguntó Seth, que se había detenido frente a la puerta para salir cuando había sonado el teléfono.
Tom suspiró antes de pronunciar el nombre de su hermana. El otro palideció, lo que le provocó un ataque de risa. La historia de aquellos dos era muy anterior a su nacimiento, antes de que los caminos de Seth y Michelle se cruzaran. Sybilla jamás había podido perdonarle aquello, aunque estaba seguro de que su hermana estaba exagerando.
– ¿Qué hace Sybilla acá? – le preguntó su amigo mientras salían, recobrándose de la impresión.
– Eso es exactamente lo que nos preguntamos todos – respondió él. Le comentó como había aparecido hacía aproximadamente un mes y medio, la escena con Vicky y Milena. Después de eso había aparecido un par de veces. La situación más incómoda había sido cuando Louisa se había enterado. Estaba indignada. Lo único que había podido hacer era mantener a las dos mujeres alejadas.
Pero ahora tenía problemas serios. No tenía tiempo para lidiar con su hermana.
Mientras hablaba de todo aquello, habían llegado a la puerta de su casa. Como si lo supieran, la puerta se abrió justo frente a ellos: Vicky les dio la bienvenida con una expresión de fastidio. Se sintió aliviado al verla. Cassandra le había contado lo que había sucedido el día anterior y se había quedado algo preocupado.
Su mujer le dedicó una sonrisa desde unos metros más atrás. No había puesto un paso en el interior de la casa, sin embargo, cuando su hermana se le abalanzó, hablando con autoritarismo y sin siquiera saludarlo.
– Recibí una llamada de nuestros padres con noticias alarmantes – dijo –. Y más te vale que me escuches con atención y hagas exactamente lo que yo te diga.
– Este es mi territorio, y yo hago lo que quiero, no lo que vos digas – rugió él. Aquello le estaba desbordando la paciencia.
– Se acerca una guerra – siguió hablando la mujer como si no lo hubiera escuchado – y no estás eligiendo precisamente las mejores amistades.
Al decir aquello, paseó la mirada por Michelle a un lado y por Seth al otro, quien aún permanecía junto a la puerta abierta, sorprendido por como actuaba la mujer.
Tom estaba por contestar cuando comenzó el caos. Escuchó un ruido ensordecedor que provenía desde afuera. Inmediatamente, Sybilla salió corriendo por la puerta a toda velocidad, más rápida de lo que cualquier ojo humano podría haber percibido. Tom la hubiera seguido, pero estaba demasiado aturdido. No podía creer lo que le mostraban sus ojos.

VICKY

Algo voló frente a sus ojos. Vicky lo siguió con la mirada, intentando descifrar de qué se trataba. El disparo había sonado distante, casi irreal. Por eso, al verla caer, todo tomo un aire casi surreal, imaginario. Nada de aquello podía estar sucediendo. Cassandra se desplomó sobre el suelo mientras su pecho se teñía de rojo. Sus ojos solo expresaban la sorpresa del impacto.
Tom se abalanzó sobre ella intentando sostenerla, frenar su caída, como si con ello pudiera evitar lo inevitable. Comprendió que Sybilla había ido tras el agresor, lo percibió en sus pensamientos, como si la mujer lo hubiera proyectado. Pero el daño ya estaba hecho. La mente de su madre se desvaneció sin que pudiera hacer nada. La vida se le escurrió como agua entre las manos. Su padre intentaba en vano hacerla reaccionar, hacerla beber de su sangre con la esperanza de que esta reparara el daño. Pero ella lo sabía, su madre se había ido. A su lado, Zach la abrazaba, intentando sostenerla. Las piernas se le habían vuelto de gelatina y todo era confuso. Ni siquiera fue realmente consciente de cuando fue el momento en que había empezado a gritar.

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