La habitación estaba totalmente asegurada.
Sus hombres de mayor confianza estaban apostados en lugares estratégicos.
Quizás el lugar fuera predecible, pero no dejaba de ser el lugar más seguro de
la casa (y una de las pocas habitaciones que James conocía poco y estaba
siempre lista para ser usada). Ahora, solo, luego de haber hecho todo lo
posible para hacer llegar a Tom y Vicky sus condolencias, no podía dejar de dar
vueltas en su cabeza al sentido de todo aquello. Tal vez lo mejor fuera que saliera
de aquel lugar, que buscara a su hermano y lo enfrentara. Había escapado al
nuevo mundo escapando de la guerra. En todos sus años de vida, aquel absurdo
enfrentamiento solo había servido para traer miseria a él y a todos aquellos
que lo rodeaban. La guerra se había cobrado demasiados inocentes. ¿Cuántos más
debían morir por ella? No le extrañaría que pronto incluso sus amigos
estuvieran pidiendo su sangre y no los culparía por hecho. Ya les había traído
demasiadas desdichas. Era hora de pagar.
No había terminado de darle vueltas a aquello
cuando la puerta se abrió lentamente. No había sentido a nadie acercarse y
ninguno de sus hombres hubiera entrado sin llamar. ¿Quién podía ser? Cauteloso,
se escondió entre las sombras, listo para atacar. Entonces, frente a sus ojos
apareció la última persona que esperaba encontrar: Michelle. Tenía los ojos
rojos de llanto y la mirada triste. Relajándose, Seth se le acercó. La muchacha
cerró la puerta a su espalda y esbozó lo más cercano que pudo a una sonrisa.
– ¿Alguna vez te dije cuán predecible sos? –
le preguntó ella con un dejo de ironía que intentaba ocultar la tristeza de su
voz.
Él asintió al tiempo que respondía:
– Creo que unas doscientas veces, sí. Pero
dudo que James vaya a venir a buscarme a esta habitación.
– Puede ser – dudó ella, acercándosele un
poco más.
– ¿Por qué estás acá? – le preguntó él
después de un momento, yendo al grano.
Michelle dudó. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
– Cassandra está muerta – dijo con voz
monótona. Seth lo sabía, había estado allí. Sabía que aquel no era el punto,
así que esperó.
– Siendo humana, hubiera pasado tarde o
temprano – dijo un rato después, distante –, pero no dejo de preguntarme: ¿Qué
hubiera pasado si no hubiera sido humana?
– No podemos saberlo. Pero tampoco tiene
sentido darle vueltas al asunto: ella había decidido ser humana.
Dos lágrimas rodaron por las mejillas de la
muchacha. Su mirada estaba ida, como si no estuviera viéndolo.
– Cassandra estaba considerando la
posibilidad – empezó a decirle, aparentemente perdida en un recuerdo –. Si lo
hubiera hecho… tal vez…
– O tal vez no – dijo él, comprendiendo. Tal
vez la mujer podría haberse salvado –. La bala era para mí, y estaba preparada
para matarme. Tal vez el resultado hubiera sido el mismo.
– Puede ser – los ojos de Michelle se
clavaron en él –. Pero Tom y Vicky no pueden saber esto. Los destruiría.
Seth asintió. No sería un secreto placentero,
pero tal vez ella tuviera razón.
La expresión de Michelle cambió, como si
saliera de un trance. El llanto se había apoderado de ella. Nunca en su vida la
había visto llorar de ese modo.
– Todo esto me hizo pensar – comenzó a hablar
ella nuevamente, su mirada fija en él – y me di cuenta de que no podría
tolerarlo. Si hubieras sido vos, si supiera que no podría volver a verte… sería
peor que la muerte.
Seth sintió que se quedaba sin aire. Tantos
siglos esperándola. Aquel era el momento en el que menos la esperaba. Y
entonces, quizás… Tal vez así debía ser, para darle una nueva razón para
pelear, para no bajar los brazos.
Michelle dio un paso más hacia él. Ambos se
encontraron a mitad de camino. Sus labios se unieron en un beso triste pero
apasionado, que dejaba en claro que no había nada más que decir. Los
sentimientos no habían cambiado a pesar de todo lo que les había pasado y nada
ni nadie podría cambiarlos. Él siempre lo había sabido, desde la primera vez
que la había visto. Ahora ya no tendría que esperar más.
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