VICKY
La casa había estado llena de gente que iba y
venía todo el día. Milena y William habían pasado con ellos la mayor parte de
la tarde y Michelle se había quedado también la mayor parte del tiempo. Zach y
Liz habían ofrecido quedarse durante la noche, pero Vicky les había dicho que
no era necesario y luego de mucho discutirlo los había convencido. Necesitaba
un tiempo sola consigo misma. Y otro tiempo sola con su padre, para poder
hablar. Lo había meditado mucho. Las cosas no serían fáciles de ahora en más.
Lo sabía con claridad. Necesitaba encontrar la forma de superarlo.
– ¿Podemos hablar? – le preguntó con un dejo
de timidez a su padre, sacándolo del ensoñamiento en el que estaba desde hacía
horas, sentado en la mesa del comedor.
– ¿Qué pasa? – preguntó el hombre
esforzándose por enfocarse en ella.
Vicky se sentó frente a él, buscando las
mejores palabras para expresar lo que quería decir.
– Mirá… Yo sé que los últimos años no fueron
fáciles. Para ninguno de nosotros. Y sé que en muchas ocasiones me enojé con
vos y tuvimos problemas, porque te fuiste y todo eso. Pero…
Vicky hizo una pausa. Sus ojos se encontraron
con los de su padre, gris con gris. Quien no los conociera hubiera pensado que
eran hermanos.
– ¿Pero qué?
– Pero si ahora necesitas irte, por un tiempo
al menos… yo lo voy a entender. Y no me voy a enojar con vos por eso.
– ¡Vicky!
– Quería que lo supieras para que no te
sintieras mal si se te cruzaba por la mente – siguió ella, cada vez más rápido,
sin dejarlo hablar –. Yo voy a estar bien y no voy a estar sola. Está el tío
Will y Mile, están Zach y Liz y Loo y… quién sabe, si te descuidas hasta
Sybilla. Yo te entiendo si necesitas un tiempo.
Vicky extendió su mano a través de la mesa.
Tom la tomó entre las suyas con fuerza, emocionado y triste a la vez. Las
lágrimas se agolpaban en los ojos de ambos.
– Gracias – le dijo él con un hilo de voz –.
No sé que va a pasar en un tiempo. Pero por el momento puedo asegurarte que no
pienso ir a ningún lado.
Mientras hablaba, el rostro de Tom fue
transformándose. De a poco, cierta seguridad fue apareciendo en él y la fuerza
de una decisión.
– Hasta que esta guerra no haya terminado y
pueda asegurarme de que nadie más va a salir herido por ella no pienso irme a
ningún lado.
Vicky asintió. Suponía saber que era lo que
sucedería. Unos minutos más tarde, como había previsto, su padre hablaba por
teléfono con William. Acababa de llamar una reunión de clan, para todos los
miembros sin excepción.
TOM
El clan casi al completo estaba frente a él,
sentados o de pié, en un semicírculo, la mirada fija en él. Los rostros eran
lúgubres y era evidente que ninguno sabía que esperar de aquella reunión. Tom
llevaba todo el día meditándolo y por fin había arribado a una decisión. El
único problema era que no estaba seguro de que su gente estuviera dispuesta a
seguirlo. Sus ojos recorrieron los rostros de todos. Vicky parecía impaciente y
desconcertada. Will y Milena no parecían muy diferentes. La única que parecía
tranquila y firme era Louisa. Probablemente ya sabía que era lo que se venía,
pensó incapaz de reprimir el esbozo de una sonrisa.
– Los reuní porque hay un asunto muy importante que discutir – empezó a hablar, juntando coraje.
– Los reuní porque hay un asunto muy importante que discutir – empezó a hablar, juntando coraje.
La sala permaneció un momento en silencio. El
ambiente empezó a ponerse tenso.
– Yo sé que muchos vinimos al nuevo mundo en
busca de paz, tratando de escapar de las guerras que asolaban a nuestros
clanes. La guerra entre los Blackeney y los Rose, principalmente. Pero esta
guerra ya nos arrebató demasiado a muchos de nosotros y creo que no podemos
seguir manteniéndonos a un lado. Yo, al menos, no puedo – Tom hizo una pausa,
buscando la mejor forma de decir lo que tenía en la cabeza. Un leve murmullo
empezó a escucharse en la sala –. Por lo tanto, creo que llegó la hora de
intervenir…
El murmullo se convirtió en bullicio. Louisa, Will y Vicky eran los únicos que se mantenían en silencio; eran los únicos que comprendían el porque de su decisión y no la cuestionaban, al parecer. Mientras su mirada recorría nuevamente los rostros de los presentes, notó una ausencia que antes había pasado por alto. No lo sorprendía, pero una parte suya esperaba que las cosas hubieran cambiado.
El murmullo se convirtió en bullicio. Louisa, Will y Vicky eran los únicos que se mantenían en silencio; eran los únicos que comprendían el porque de su decisión y no la cuestionaban, al parecer. Mientras su mirada recorría nuevamente los rostros de los presentes, notó una ausencia que antes había pasado por alto. No lo sorprendía, pero una parte suya esperaba que las cosas hubieran cambiado.
Sabiendo que era hora de volver a intervenir,
de explicarse un poco más, hizo un gesto indicando que volvería a hablar. Todos
fueron haciendo silencio de a poco.
– Es cierto que vinimos para evitar la
guerra, para protegernos; para asegurarnos de que no volvería a pasarnos lo que
ya nos había pasado antes. ¿Pero cuántos de nosotros perdimos a alguien por
culpa de esta guerra? Una guerra que no es nuestra y en la que nunca quisimos
intervenir. Esto no es solo porque quien falleció es Cassandra. No es porque
ella fuera mi esposa. Sería igual si fuera cualquier otro miembro de este clan.
Esto es porque los Rose y James Blackeney, movidos por su codicia, van a
arrasar con todo aquel que se ponga en su camino. Es porque ya somos parte de
su lista de blancos, solo por ser aliados de su enemigo. Si permanecemos como
hasta ahora lo único que vamos a lograr es que maten a más inocentes. Es hora
de intervenir. Es hora de que esta guerra sin sentido llegue a su fin. No les
pido que me acompañen si no quieren. Aquellos que no quieran ser parte de esto
son libres de hacerlo. Pueden elegir un nuevo líder; pueden irse. Son libres de
hacer lo que quieran. Esta es mí decisión y de nadie más. No voy a arrastrar a
nadie a una guerra que no quieren. Pero sean conscientes de que tarde o
temprano podría llegar a alcanzarlos.
El murmullo volvió a formarse. Tom suspiró.
– Solo les pido que cuando lo hayan decidido
me lo hagan saber – dijo, finalmente. Luego dio media vuelta y salió de la
habitación, dejando que los miembros del clan debatieran.
Un momento más tarde, Louisa estaba junto a
él.
– ¿No vas a intervenir? – le preguntó.
– Ya dije todo lo que tenía que decir –
respondió ella –. Todos saben que voy a seguirte sin importar a donde sea. Mi
lealtad no se negocia.
– No estás obligada…
– No es una cuestión de obligaciones –
interrumpió ella –. Es lo que creo correcto.
Él asintió en agradecimiento. Ella esbozó una
sonrisa.
– Así que Sybilla desapareció de nuevo – dijo
él con voz monótona.
Un dejo de dolor apareció en el rostro de la
otra. Desvió la mirada al contestar, los ojos fijos en un punto distante.
– Así parece. Se pasó todo el día acá, haciendo
vaya a saber qué. Supuse que iba a seguir acá… No sé a donde se fue.
Ninguno
de los dos dijo más nada. Zach y Vicky cruzaron la puerta y, un momento más
tarde, también lo hicieron Will y Milena. Tom los observó en silencio, la
mirada sombría. Lo último que quería era arrastrarlos a aquella guerra. Si
perdía a uno más, no estaba seguro de poder tolerarlo. Especialmente a Vicky…
pero no tenía otra opción: James los había elegido como blancos y si no lo
detenían aquello no acabaría jamás. Y, después de todo, que James siguiera con
vida era su responsabilidad.
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