20 sept 2012

Cazadores: Michelle. Parte 39.


VICKY

La casa había estado llena de gente que iba y venía todo el día. Milena y William habían pasado con ellos la mayor parte de la tarde y Michelle se había quedado también la mayor parte del tiempo. Zach y Liz habían ofrecido quedarse durante la noche, pero Vicky les había dicho que no era necesario y luego de mucho discutirlo los había convencido. Necesitaba un tiempo sola consigo misma. Y otro tiempo sola con su padre, para poder hablar. Lo había meditado mucho. Las cosas no serían fáciles de ahora en más. Lo sabía con claridad. Necesitaba encontrar la forma de superarlo.
– ¿Podemos hablar? – le preguntó con un dejo de timidez a su padre, sacándolo del ensoñamiento en el que estaba desde hacía horas, sentado en la mesa del comedor.
– ¿Qué pasa? – preguntó el hombre esforzándose por enfocarse en ella.
Vicky se sentó frente a él, buscando las mejores palabras para expresar lo que quería decir.
– Mirá… Yo sé que los últimos años no fueron fáciles. Para ninguno de nosotros. Y sé que en muchas ocasiones me enojé con vos y tuvimos problemas, porque te fuiste y todo eso. Pero…
Vicky hizo una pausa. Sus ojos se encontraron con los de su padre, gris con gris. Quien no los conociera hubiera pensado que eran hermanos.
– ¿Pero qué?
– Pero si ahora necesitas irte, por un tiempo al menos… yo lo voy a entender. Y no me voy a enojar con vos por eso.
– ¡Vicky!
– Quería que lo supieras para que no te sintieras mal si se te cruzaba por la mente – siguió ella, cada vez más rápido, sin dejarlo hablar –. Yo voy a estar bien y no voy a estar sola. Está el tío Will y Mile, están Zach y Liz y Loo y… quién sabe, si te descuidas hasta Sybilla. Yo te entiendo si necesitas un tiempo.
Vicky extendió su mano a través de la mesa. Tom la tomó entre las suyas con fuerza, emocionado y triste a la vez. Las lágrimas se agolpaban en los ojos de ambos.
– Gracias – le dijo él con un hilo de voz –. No sé que va a pasar en un tiempo. Pero por el momento puedo asegurarte que no pienso ir a ningún lado.
Mientras hablaba, el rostro de Tom fue transformándose. De a poco, cierta seguridad fue apareciendo en él y la fuerza de una decisión.
– Hasta que esta guerra no haya terminado y pueda asegurarme de que nadie más va a salir herido por ella no pienso irme a ningún lado.
Vicky asintió. Suponía saber que era lo que sucedería. Unos minutos más tarde, como había previsto, su padre hablaba por teléfono con William. Acababa de llamar una reunión de clan, para todos los miembros sin excepción.

TOM

El clan casi al completo estaba frente a él, sentados o de pié, en un semicírculo, la mirada fija en él. Los rostros eran lúgubres y era evidente que ninguno sabía que esperar de aquella reunión. Tom llevaba todo el día meditándolo y por fin había arribado a una decisión. El único problema era que no estaba seguro de que su gente estuviera dispuesta a seguirlo. Sus ojos recorrieron los rostros de todos. Vicky parecía impaciente y desconcertada. Will y Milena no parecían muy diferentes. La única que parecía tranquila y firme era Louisa. Probablemente ya sabía que era lo que se venía, pensó incapaz de reprimir el esbozo de una sonrisa.
– Los reuní porque hay un asunto muy importante que discutir – empezó a hablar, juntando coraje.
La sala permaneció un momento en silencio. El ambiente empezó a ponerse tenso.
– Yo sé que muchos vinimos al nuevo mundo en busca de paz, tratando de escapar de las guerras que asolaban a nuestros clanes. La guerra entre los Blackeney y los Rose, principalmente. Pero esta guerra ya nos arrebató demasiado a muchos de nosotros y creo que no podemos seguir manteniéndonos a un lado. Yo, al menos, no puedo – Tom hizo una pausa, buscando la mejor forma de decir lo que tenía en la cabeza. Un leve murmullo empezó a escucharse en la sala –. Por lo tanto, creo que llegó la hora de intervenir…
El murmullo se convirtió en bullicio. Louisa, Will y Vicky eran los únicos que se mantenían en silencio; eran los únicos que comprendían el porque de su decisión y no la cuestionaban, al parecer. Mientras su mirada recorría nuevamente los rostros de los presentes, notó una ausencia que antes había pasado por alto. No lo sorprendía, pero una parte suya esperaba que las cosas hubieran cambiado.
Sabiendo que era hora de volver a intervenir, de explicarse un poco más, hizo un gesto indicando que volvería a hablar. Todos fueron haciendo silencio de a poco.
– Es cierto que vinimos para evitar la guerra, para protegernos; para asegurarnos de que no volvería a pasarnos lo que ya nos había pasado antes. ¿Pero cuántos de nosotros perdimos a alguien por culpa de esta guerra? Una guerra que no es nuestra y en la que nunca quisimos intervenir. Esto no es solo porque quien falleció es Cassandra. No es porque ella fuera mi esposa. Sería igual si fuera cualquier otro miembro de este clan. Esto es porque los Rose y James Blackeney, movidos por su codicia, van a arrasar con todo aquel que se ponga en su camino. Es porque ya somos parte de su lista de blancos, solo por ser aliados de su enemigo. Si permanecemos como hasta ahora lo único que vamos a lograr es que maten a más inocentes. Es hora de intervenir. Es hora de que esta guerra sin sentido llegue a su fin. No les pido que me acompañen si no quieren. Aquellos que no quieran ser parte de esto son libres de hacerlo. Pueden elegir un nuevo líder; pueden irse. Son libres de hacer lo que quieran. Esta es mí decisión y de nadie más. No voy a arrastrar a nadie a una guerra que no quieren. Pero sean conscientes de que tarde o temprano podría llegar a alcanzarlos.
El murmullo volvió a formarse. Tom suspiró.
– Solo les pido que cuando lo hayan decidido me lo hagan saber – dijo, finalmente. Luego dio media vuelta y salió de la habitación, dejando que los miembros del clan debatieran.
Un momento más tarde, Louisa estaba junto a él.
– ¿No vas a intervenir? – le preguntó.
– Ya dije todo lo que tenía que decir – respondió ella –. Todos saben que voy a seguirte sin importar a donde sea. Mi lealtad no se negocia.
– No estás obligada…
– No es una cuestión de obligaciones – interrumpió ella –. Es lo que creo correcto.
Él asintió en agradecimiento. Ella esbozó una sonrisa.
– Así que Sybilla desapareció de nuevo – dijo él con voz monótona.
Un dejo de dolor apareció en el rostro de la otra. Desvió la mirada al contestar, los ojos fijos en un punto distante.
– Así parece. Se pasó todo el día acá, haciendo vaya a saber qué. Supuse que iba a seguir acá… No sé a donde se fue.
Ninguno de los dos dijo más nada. Zach y Vicky cruzaron la puerta y, un momento más tarde, también lo hicieron Will y Milena. Tom los observó en silencio, la mirada sombría. Lo último que quería era arrastrarlos a aquella guerra. Si perdía a uno más, no estaba seguro de poder tolerarlo. Especialmente a Vicky… pero no tenía otra opción: James los había elegido como blancos y si no lo detenían aquello no acabaría jamás. Y, después de todo, que James siguiera con vida era su responsabilidad.

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