ZACH
Cuando Louisa había empezado a
hablarle de meditación, Zach había pensado que la mujer estaba desquiciada. No
dejaba de preguntarse que pensaba Vicky al respecto pero, si la conocía tan
bien como creía hacerlo, estaba seguro de que le había sonado tan delirante y
ridículo como a él. De no haber sido por que Tom le había dejado muy claro que
no tenía opción, hubiera largado todo aquello a volar en cuanto la chica había
empezado a explicarle su método. Dado que estaba obligado y, al parecer nadie
estaba dispuesto a proponerle nada mejor, había accedido a intentarlo. Ahora,
casi dos semanas más tarde, estaba en silencio total por primera vez en su
vida. O, al menos, lo había estado por un instante. En el preciso instante en
que se había percatado de que lo había logrado, su concentración había
desaparecido por completo y el barullo había regresado. ¡Pero era increíble!
Estaba a punto de correr
escaleras abajo para contárselo a quienquiera que estuviera en su casa cuando
cayó en la cuenta de que nunca lo había hablado con ninguno de ellos. La única
persona a la que se lo había dicho era Vicky, y no se habían hablado desde
aquella noche en que Nicanor había interrumpido en la fiesta del clan. Tal vez ya
era hora de intentar romper el hielo otra vez.
Para cuando llegó a la puerta de
la casa, el sol ya estaba bajando y en su mente había tratado de recrear todas
las posibles escenas y conversaciones, intentando encontrar la forma adecuada
de empezar a hablar. Los nervios le impedían concentrarse en aislar a las
mentes de todos los que lo rodeaban, por lo que una pequeña puntada de dolor
empezaba a latirle en la sien, amenazando con volverse una migraña de
proporciones bíblicas.
Estaba por llamar, cuando la puerta
se abrió frente a sus ojos y Vicky casi se lo lleva por delante.
– Hola – le dijo él, esquivándola
torpemente.
– ¡Zach! – su sorpresa indicaba
que no esperaba verlo por allí.
– Yo… quería hablar con vos – le
dijo, sin encontrar las palabras.
– Estoy apurada – explicó ella,
cerrando la puerta a su espalda y empezando a caminar –. Tom está reunido con
Seth, del clan Blackeney, por no sé que asunto y tiene el teléfono apagado y
Milena no deja de llamar porque no sé que pasó cerca del límite con los Vega. A
falta de Tom y William, que también está incomunicado, tengo que ir para allá a
ver que pasa – el tono en el que hablaba denotaba fastidio y cansancio. Al
parecer no le estaba yendo demasiado bien –. Podés acompañarme, si querés.
Zach asintió sin decir una
palabra. Les tomó veinte minutos en llegar al lugar y para ese entonces la
puntada en la sien se había convertido en un taladro. Un poco más e iba a
empezar a gritar. Tal vez aquello no había sido una buena idea, después de
todo.
Milena los recibió con cara de
preocupación, algo que se estaba volviendo demasiado característico en ella.
Sus ojos grises se clavaron primero en su prima y luego en él, y su rostro
pareció empeorar, pero no dijo nada al respecto. Simplemente les indicó que la
siguieran mientras le explicaba a Vicky de que se trataba.
– Natasha llamó a casa. Los Vega
nunca tuvieron mucha relación con tú papá, por eso se comunican primero con el
mío. William siempre fue más diplomático con ellos. La cuestión es que apareció
esta mina, que no saben ni quien es, pero que al parecer fue bastante
irrespetuosa, y tiene la insignia de los Collin, así que la mandaron para acá.
Claramente es mayor, pero como dice que no tengo rango ni edad suficiente no
quiere identificarse ni acompañarnos hasta ningún lado.
Natasha era una de las figuras
importantes del clan Vega, hasta ahí Zach sabía. No tenían mucho trato con
ellos, pero sus territorios limitaban, por lo que había acuerdos. Ahora, sobre
la mujer, no sabía nada. Ni siquiera cuando la vio reconoció en ella un rostro
familiar, si bien sus rasgos decían a gritos que era una Collin: cabello negro
azabache, rizado y ojos gris transparente. Estaba sentada en un escalón que
daba a la puerta de un negocio cerrado y su rostro expresaba fastidio. Había
otros dos vampiros de pie junto a ella, observándolos. Zach los reconoció de
las reuniones del clan, aunque no sabía sus nombres.
Cuando los vio llegar, la mujer
se puso de pie, observándolos. Su edad era imposible de calcular, tal como
pasaba con Tom o William, pero algo en sus ojos decía que era mucho mayor que
ellos. Estaba vestida íntegramente de negro, con unos pantalones que se
ensanchaban notablemente hacia abajo y un corsé sobre una camisa. Las puntas de
sus finísimos tacos apenas asomaban sobre el suelo. Parecía demasiado bien
vestida en comparación con todos los demás presentes. La penumbra de la calle
mal iluminada hacían que pareciera aún más fuera de lugar.
– Pensé que ibas a mandar a
alguien importante – dijo, dirigiéndose a Milena pero observando a Vicky y
luego a Zach mientras se acercaban –. Yo no hablo con hijos de la noche.
– ¡Qué lástima! Es lo único que
vas a conseguir – respondió Vicky sin inmutarse. Zach estaba furioso y
sorprendido a la vez. ¿Cómo había sabido aquella mujer que ellos no eran vampiros
corrientes? Las dos quedaron cara a cara, a solo unos centímetros de distancia.
El parecido físico era sorprendente e imposible de negar. No eran solo los ojos
y el cabello que las mujeres tenían en común: había cosas más evidentes, como
rasgos de la cara, la forma de los ojos, incluso la postura, la mirada.
– No sé quien sos, pero tu
insolencia va a meterte en problemas – dijo la mujer con una sonrisa de
costado.
– No, evidentemente nos sabés
quien soy. Pero yo sí sé quien sos vos – respondió Vicky. Su voz denotaba
hostilidad y rencor – y puedo decirte que no sos bienvenida, Sybilla.
La mujer arqueó las cejas al oír
su nombre. El nombre no significaba nada para él, pero Zach pudo ver que sí les
era familiar a los demás, que contuvieron la respiración.
– ¿Puedo preguntar con quién
tengo el gusto de hablar y cómo es que sabés mi nombre? – preguntó la otra con
tono casual, tratando de disimular con poco éxito que la situación empezaba a
no gustarle.
– Claro, por supuesto – respondió
la otra con tono burlón –. Ella es Milena Collin, la hija de William, ellos son
Gary y Frank, miembros prominentes del clan – fue presentando Vicky, uno por
uno, mientras los señalaba, evidentemente a propósito para irritar a la mujer
que, de todos modos, no parecía muy feliz de escuchar que Milena era una Collin
–, Zach, mi novio y ex cazador. Ah, sí, y yo soy Victoria Collin, la hija de
Tom. Y para que lo sepas, ninguno de
nosotros es un hijo de la noche. Pero no es necesario serlo para saber quien
sos: hay una serie de rasgos físicos que dan una idea y tú soberbia me la
describieron muy bien en ocasiones pasadas. Además, ese medallón que tenés
colgado dice quien sos – agregó la chica señalando una pieza que apenas asomaba
entre los pliegues de la camisa.
Sybilla sonrió con ironía,
cruzándose de brazos. Casi al mismo tiempo, los celulares de Vicky y Milena
empezaron a sonar, y ambas muchachas atendieron casi sin prestarle atención a
la mujer. Cuando cortó, Vicky le dedicó una sonrisa sobradora:
– ¡Parece que es tu día de suerte!
– Le dijo, cien por ciento sarcástica – Tom y William vienen para acá.
En cuanto Tom y William
aparecieron, Vicky se dio media vuelta y se fue sin decir una palabra. Zach la
siguió casi de inmediato, intentando alcanzarla.
– ¿Y quién era esa? – le
preguntó, incapaz de ponerse a su lado.
– Sybilla – respondió ella
secamente.
Zach hizo un gesto que daba a
entender que no era idiota. Lo acompañó de un sonido que logró que la chica lo
mirara de reojo, aunque no se detuvo ni aminoró el paso.
– Es la hija mayor de los padres
de William y Tom – dijo entonces.
– O sea que es tu tía.
– Supongo que podría decirse…
– ¡Genial! – gruñó Zach.
Vicky lo miró de reojo y arqueó
una ceja como preguntando a qué venía la exclamación.
– ¿Hay alguien en tú familia que
no sea un tremendo idiota o un infeliz? ¿Te falta presentarme a alguien más que
quiera humillarme? – gritó Zach con una furia que ni él mismo era consciente de
estar conteniendo. Ella se frenó de golpe y giró. Al quedar cara a cara notó
que parecía sorprendida y furiosa a la vez. Sus ojos llameaban con intensidad.
– Si tanto te molesta toda mi familia, te invito a que te
alejes de ella. Nadie te obliga a tolerarnos – rugió ella.
– Si no fuera por vos y lo que me hiciste – respondió él
con un veneno en la voz que nunca había tenido antes – tal vez podría hacerlo.
Pero dado que me convertiste en un monstruo,
no tengo otra opción más que ser parte de este clan.
Mientras decía esto, sus ojos se
ponían más y más rojos y las puntas de sus colmillos se volvían cada vez más
filosas. Se estaba saliendo de control.
El golpe lo volvió a la realidad
demasiado tarde. Impulsivamente, Vicky le estampó un sopapo en medio del
rostro. La mejilla aún le ardía cuando la vio desaparecer en la siguiente
esquina. Sabía que no debería haber dicho eso, pero no había podido
controlarlo. Ahora era tarde: con eso la había perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario