30 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 24: Zach.


ZACH

Cuando Louisa había empezado a hablarle de meditación, Zach había pensado que la mujer estaba desquiciada. No dejaba de preguntarse que pensaba Vicky al respecto pero, si la conocía tan bien como creía hacerlo, estaba seguro de que le había sonado tan delirante y ridículo como a él. De no haber sido por que Tom le había dejado muy claro que no tenía opción, hubiera largado todo aquello a volar en cuanto la chica había empezado a explicarle su método. Dado que estaba obligado y, al parecer nadie estaba dispuesto a proponerle nada mejor, había accedido a intentarlo. Ahora, casi dos semanas más tarde, estaba en silencio total por primera vez en su vida. O, al menos, lo había estado por un instante. En el preciso instante en que se había percatado de que lo había logrado, su concentración había desaparecido por completo y el barullo había regresado. ¡Pero era increíble!
Estaba a punto de correr escaleras abajo para contárselo a quienquiera que estuviera en su casa cuando cayó en la cuenta de que nunca lo había hablado con ninguno de ellos. La única persona a la que se lo había dicho era Vicky, y no se habían hablado desde aquella noche en que Nicanor había interrumpido en la fiesta del clan. Tal vez ya era hora de intentar romper el hielo otra vez.
Para cuando llegó a la puerta de la casa, el sol ya estaba bajando y en su mente había tratado de recrear todas las posibles escenas y conversaciones, intentando encontrar la forma adecuada de empezar a hablar. Los nervios le impedían concentrarse en aislar a las mentes de todos los que lo rodeaban, por lo que una pequeña puntada de dolor empezaba a latirle en la sien, amenazando con volverse una migraña de proporciones bíblicas.
Estaba por llamar, cuando la puerta se abrió frente a sus ojos y Vicky casi se lo lleva por delante.
– Hola – le dijo él, esquivándola torpemente.
– ¡Zach! – su sorpresa indicaba que no esperaba verlo por allí.
– Yo… quería hablar con vos – le dijo, sin encontrar las palabras.
– Estoy apurada – explicó ella, cerrando la puerta a su espalda y empezando a caminar –. Tom está reunido con Seth, del clan Blackeney, por no sé que asunto y tiene el teléfono apagado y Milena no deja de llamar porque no sé que pasó cerca del límite con los Vega. A falta de Tom y William, que también está incomunicado, tengo que ir para allá a ver que pasa – el tono en el que hablaba denotaba fastidio y cansancio. Al parecer no le estaba yendo demasiado bien –. Podés acompañarme, si querés.
Zach asintió sin decir una palabra. Les tomó veinte minutos en llegar al lugar y para ese entonces la puntada en la sien se había convertido en un taladro. Un poco más e iba a empezar a gritar. Tal vez aquello no había sido una buena idea, después de todo.
Milena los recibió con cara de preocupación, algo que se estaba volviendo demasiado característico en ella. Sus ojos grises se clavaron primero en su prima y luego en él, y su rostro pareció empeorar, pero no dijo nada al respecto. Simplemente les indicó que la siguieran mientras le explicaba a Vicky de que se trataba.
– Natasha llamó a casa. Los Vega nunca tuvieron mucha relación con tú papá, por eso se comunican primero con el mío. William siempre fue más diplomático con ellos. La cuestión es que apareció esta mina, que no saben ni quien es, pero que al parecer fue bastante irrespetuosa, y tiene la insignia de los Collin, así que la mandaron para acá. Claramente es mayor, pero como dice que no tengo rango ni edad suficiente no quiere identificarse ni acompañarnos hasta ningún lado.
Natasha era una de las figuras importantes del clan Vega, hasta ahí Zach sabía. No tenían mucho trato con ellos, pero sus territorios limitaban, por lo que había acuerdos. Ahora, sobre la mujer, no sabía nada. Ni siquiera cuando la vio reconoció en ella un rostro familiar, si bien sus rasgos decían a gritos que era una Collin: cabello negro azabache, rizado y ojos gris transparente. Estaba sentada en un escalón que daba a la puerta de un negocio cerrado y su rostro expresaba fastidio. Había otros dos vampiros de pie junto a ella, observándolos. Zach los reconoció de las reuniones del clan, aunque no sabía sus nombres.
Cuando los vio llegar, la mujer se puso de pie, observándolos. Su edad era imposible de calcular, tal como pasaba con Tom o William, pero algo en sus ojos decía que era mucho mayor que ellos. Estaba vestida íntegramente de negro, con unos pantalones que se ensanchaban notablemente hacia abajo y un corsé sobre una camisa. Las puntas de sus finísimos tacos apenas asomaban sobre el suelo. Parecía demasiado bien vestida en comparación con todos los demás presentes. La penumbra de la calle mal iluminada hacían que pareciera aún más fuera de lugar.
– Pensé que ibas a mandar a alguien importante – dijo, dirigiéndose a Milena pero observando a Vicky y luego a Zach mientras se acercaban –. Yo no hablo con hijos de la noche.
– ¡Qué lástima! Es lo único que vas a conseguir – respondió Vicky sin inmutarse. Zach estaba furioso y sorprendido a la vez. ¿Cómo había sabido aquella mujer que ellos no eran vampiros corrientes? Las dos quedaron cara a cara, a solo unos centímetros de distancia. El parecido físico era sorprendente e imposible de negar. No eran solo los ojos y el cabello que las mujeres tenían en común: había cosas más evidentes, como rasgos de la cara, la forma de los ojos, incluso la postura, la mirada.
– No sé quien sos, pero tu insolencia va a meterte en problemas – dijo la mujer con una sonrisa de costado.
– No, evidentemente nos sabés quien soy. Pero yo sí sé quien sos vos – respondió Vicky. Su voz denotaba hostilidad y rencor – y puedo decirte que no sos bienvenida, Sybilla.
La mujer arqueó las cejas al oír su nombre. El nombre no significaba nada para él, pero Zach pudo ver que sí les era familiar a los demás, que contuvieron la respiración.
– ¿Puedo preguntar con quién tengo el gusto de hablar y cómo es que sabés mi nombre? – preguntó la otra con tono casual, tratando de disimular con poco éxito que la situación empezaba a no gustarle.
– Claro, por supuesto – respondió la otra con tono burlón –. Ella es Milena Collin, la hija de William, ellos son Gary y Frank, miembros prominentes del clan – fue presentando Vicky, uno por uno, mientras los señalaba, evidentemente a propósito para irritar a la mujer que, de todos modos, no parecía muy feliz de escuchar que Milena era una Collin –, Zach, mi novio y ex cazador. Ah, sí, y yo soy Victoria Collin, la hija de Tom.  Y para que lo sepas, ninguno de nosotros es un hijo de la noche. Pero no es necesario serlo para saber quien sos: hay una serie de rasgos físicos que dan una idea y tú soberbia me la describieron muy bien en ocasiones pasadas. Además, ese medallón que tenés colgado dice quien sos – agregó la chica señalando una pieza que apenas asomaba entre los pliegues de la camisa.
Sybilla sonrió con ironía, cruzándose de brazos. Casi al mismo tiempo, los celulares de Vicky y Milena empezaron a sonar, y ambas muchachas atendieron casi sin prestarle atención a la mujer. Cuando cortó, Vicky le dedicó una sonrisa sobradora:
– ¡Parece que es tu día de suerte! – Le dijo, cien por ciento sarcástica – Tom y William vienen para acá.



En cuanto Tom y William aparecieron, Vicky se dio media vuelta y se fue sin decir una palabra. Zach la siguió casi de inmediato, intentando alcanzarla.
– ¿Y quién era esa? – le preguntó, incapaz de ponerse a su lado.
– Sybilla – respondió ella secamente.
Zach hizo un gesto que daba a entender que no era idiota. Lo acompañó de un sonido que logró que la chica lo mirara de reojo, aunque no se detuvo ni aminoró el paso.
– Es la hija mayor de los padres de William y Tom – dijo entonces.
– O sea que es tu tía.
– Supongo que podría decirse…
– ¡Genial! – gruñó Zach.
Vicky lo miró de reojo y arqueó una ceja como preguntando a qué venía la exclamación.
– ¿Hay alguien en tú familia que no sea un tremendo idiota o un infeliz? ¿Te falta presentarme a alguien más que quiera humillarme? – gritó Zach con una furia que ni él mismo era consciente de estar conteniendo. Ella se frenó de golpe y giró. Al quedar cara a cara notó que parecía sorprendida y furiosa a la vez. Sus ojos llameaban con intensidad.
– Si tanto te molesta toda mi familia, te invito a que te alejes de ella. Nadie te obliga a tolerarnos – rugió ella.
– Si no fuera por vos y lo que me hiciste – respondió él con un veneno en la voz que nunca había tenido antes – tal vez podría hacerlo. Pero dado que me convertiste en un monstruo, no tengo otra opción más que ser parte de este clan.
Mientras decía esto, sus ojos se ponían más y más rojos y las puntas de sus colmillos se volvían cada vez más filosas. Se estaba saliendo de control.
El golpe lo volvió a la realidad demasiado tarde. Impulsivamente, Vicky le estampó un sopapo en medio del rostro. La mejilla aún le ardía cuando la vio desaparecer en la siguiente esquina. Sabía que no debería haber dicho eso, pero no había podido controlarlo. Ahora era tarde: con eso la había perdido.

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