19 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 21: Vicky.




Bufando, Vicky se levantó de la silla en la que había estado sentada casi media hora esperando una respuesta que nunca había llegado y se dirigió a la puerta de la habitación. Había acompañado a Liz a su casa con la intención de encontrarse con Zach. Él había llegado de clase apenas un rato antes y estaba frente a la televisión. Al verlas llegar, había saludado de manera efusiva y había subido a su habitación. Ella lo había seguido un momento más tarde y lo había encontrado tirado en la cama, la vista fija en el techo.
– ¿Querés hacer algo? – le había preguntado. Ante su silencio, se había sentado en la única silla libre de la habitación, esperando. Nada. El muchacho había permanecido en silencio, ignorándola.
– ¿A dónde vas? – le preguntó sin mirarla antes de que pudiera cruzar el umbral de la puerta.
– A mi casa. No veo que sentido tiene quedarme si vas a ignorarme – su tono era agresivo. Se estaba poniendo de mal humor.
– No te estoy ignorando – contestó él a la defensiva.
Vicky dio media vuelta y lo miró, incrédula.
– ¿Y cómo llamás a estar ahí tirado por media hora sin mirarme ni dirigirme la palabra entonces?
Zach se irguió sobre la cama, sosteniéndose con los brazos a la espalda. Su rostro dejaba en claro que se sentía fatal, pero no le importó. Estaba furiosa.
– Me duele la cabeza – se defendió él.
– A mí también me duele la cabeza. No podés poner toda tu vida en stand by porque te duele la cabeza. ¡No es mi culpa que te duela la cabeza!
El rostro del muchacho se ensombreció. Sus ojos brillaron mientras se ponía de pie de un salto. No le tomó demasiado quedar a tan solo unos centímetros de ella. Incluso podía sentir su aliento en el rostro mientras le respondía:
– En realidad, sí es tu culpa que me duela la cabeza, así que calláte.
Vicky palideció. Zach no pareció darle importancia.
– Yo no sabía que iba a pasar esto – dijo ella en un susurro, haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas. Después de dos años sin haberlo hecho ni una vez, no esperaba que Zach fuera a reprocharle lo que había hecho para salvarle la vida.
– No busques excusas – fue lo único que respondió él en una frase monótona. Las palabras fueron como veneno. Vicky salió de la habitación casi corriendo, deseando para sus adentros no cruzarse con nadie en el camino hacia la puerta. Zach era la única persona que sabía por lo que estaba pasando. Sin él, estaba más sola de lo que había estado en toda su vida. No quería ni pensar en la posibilidad, pero el odio en la voz del muchacho, el resentimiento, habían sido suficientemente perceptibles. No podía ignorarlos. 

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