2 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 18.


TOM

Como él les indicó, William y Milena regresaron a la planta baja. Él, sin embargo, permaneció allí junto a la puerta, escuchando. Michelle estaba histérica. Por un momento había temido que la amnesia hubiera vuelto a atacar. Nada más opuesto a ello: la muchacha había entrado en shock frente a un recuerdo demasiado horroroso; un hecho que ninguno de ellos sabía que existía. Michelle nunca había dicho estar embarazada. ¿O sí? ¿Seth sabía de aquello? Debía hablarlo con él urgentemente. Pero primero debía calmarla, saber que había pasado realmente y cuando. Pensaba darle a Vicky algo más de tiempo, pero la mención del nombre lo hizo cambiar de opinión. Sin anunciarlo, abrió la puerta de par en par y entró en la habitación, cerrándola nuevamente a su espalda. Su hija lo miró con reproche: la otra seguía desnuda; pero la gravedad del asunto era demasiada. No podía quedarse allí esperando.
Con toda la calma que pudo se acuclilló frente a Michelle, buscando los ojos de la chica con los suyos. Ella lo observó sin decir una palabra. Su rostro estaba hinchado de tanto llorar y sus ojos estaban rojos.
– Necesito que me digas exactamente qué fue lo que pasó – le dijo –. Y cuándo.
Ella asintió en silencio, abrazándose a si misma como buscando consuelo.

MICHELLE

No podía recordar absolutamente nada. No sabía como había llegado a aquel lugar. No podía recordar ni su nombre, quien había sido en el pasado. Nada. Era como si recién hubiera nacido. Solo que su reflejo le decía que tenía que tener unos dieciocho años, tal vez menos, tal vez más. Y el tamaño de su vientre dejaba claro que estaba por lo menos de siete meses, tal vez más. Por momentos sentía como su bebé se movía dentro de ella, una sensación que le resultaba fascinante y aterradora a la vez. Si tan solo supiera de donde había venido, quien era el padre de aquel bebé que crecía dentro de ella y por que no estaba a su lado, como había llegado a aquel lugar.
Un par de días antes una mujer le había dado un abrigo. Le quedaba enorme, pero era muy abrigado y la protegía del viento helado. Al cerrarlo, incluso disimulaba que estaba embarazada. Se acercaba la noche y no tenía a donde ir. Con un poco de suerte conseguiría algo para comer. Tendría que dormir nuevamente en la calle, a la intemperie. Mientras analizaba su reflejo en una vidriera, meditando sobre como proceder, un rostro familiar le llamó la atención. Había un muchacho observándola. No parecía mucho mayor que ella. Tenía el cabello oscuro y ojos claros, al parecer azules. Su rostro le decía que la conocía, y ella estaba segura de haberlo visto antes, aunque no sabía donde ni cuando.
– Michelle – la llamó, sorprendido y feliz, acercándosele por la espalda. Ella giró sobre sus talones y quedó frente a frente con el muchacho que le sonreía.
– Te conozco. ¿Verdad?
Él dejó escapar una risa alegre antes de responder.
– ¡Claro que sí! ¡Desde hace mucho!
Ella le sonrió con timidez, esperanzada. Tal vez no tendría que pasar la noche en la calle después de todo.
Él la llevó a un restaurant de comidas rápidas, donde le compró algo de comer. No se había dado cuenta de cuan hambrienta estaba hasta que tuvo la hamburguesa frente a sus ojos. Luego, mientras le hablaba de cómo se habían conocido en el pasado, la guió hasta un edificio bajo, a un departamento. Era simple pero cálido y acogedor. Michelle dudó un momento antes de entrar, y una vez adentro la indecisión volvió a apoderarse de ella. El muchacho seguía hablando sin percatarse de su malestar mientras se quitaba el abrigo y la invitaba a sentarse y a sacarse el suyo.
– ¿Qué pasa? – le preguntó él luego de unos minutos.
– ¿Cuánto hace que decís que no nos vemos? – preguntó ella, temerosa.
– Por lo menos tres años – respondió él, dando un paso hacia ella, sin comprender.
Michelle dio un paso hacia atrás, hacia la puerta, no muy segura de cómo proceder. Él volvió a preguntarle que le pasaba. Sin decir nada, se desabrochó el abrigo y lo abrió de par en par. La expresión del muchacho cambió automáticamente. La sonrisa desapareció de su rostro y en él solo hubo una furia inhumana. Sus ojos se pusieron rojos, como en llamas, y una palabra brotó de sus labios como un rugido: Seth.
Aterrada, Michelle se dio media vuelta, dispuesta a salir de aquel lugar. Él fue más rápido e lo que cualquier humano podría haber sido. Antes de que pudiera alcanzar la puerta, un brazo la sujetó con fuerza. Maldiciendo en un idioma que no podía comprender, el muchacho la atrajo hacia sí mismo y la rodeó con el otro brazo. Cuando lo hizo, un dolor desgarrador la invadió. Al bajar la vista comprendió que sucedía: en la mano izquierda, su mano hábil, el muchacho sostenía un cuchillo, y acababa de apuñalarla en el vientre. El dolor era insoportable, como si se quemara por dentro. Sintió a su bebé retorcerse dentro suyo y dejó escapar un grito desesperado. No tardó demasiado en desmayarse.

Michelle se abrazó el vientre mientras contaba la historia, incapaz de dejar de llorar.
– Fue James, él lo hizo – volvió a decir por milésima vez mientras Vicky y Tom la sostenían, intentando consolarla. James había asesinado a su bebé, y Seth nunca había sabido nada al respecto. Ambos hermanos estaban ahora juntos. Seth confiaba en James y ella también había confiado en él. Y él los había traicionado a ambos.
Tom se puso de pie, serio. Mientras Vicky intentaba convencerla de que se pusiera un vestido, él caminaba de un lado a otro de la habitación como un tigre enjaulado. Michelle intentó calmarse y escuchar a la muchacha. La chica le sonrió y la ayudó a vestirse. Luego le dijo algo que no comprendió y salió de la habitación escaleras abajo. Entonces él volvió a mirarla, evidentemente más cómodo ahora que tenía ropa puesta.
– Sé donde se hospedaba James por aquel entonces. Conozco el departamento. Pero no está en territorio de Seth. Ese es mí territorio y voy a asegurarme de que pague por lo que te hizo. Te lo prometo.
Sabía que él decía la verdad.

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