30 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 24: Zach.


ZACH

Cuando Louisa había empezado a hablarle de meditación, Zach había pensado que la mujer estaba desquiciada. No dejaba de preguntarse que pensaba Vicky al respecto pero, si la conocía tan bien como creía hacerlo, estaba seguro de que le había sonado tan delirante y ridículo como a él. De no haber sido por que Tom le había dejado muy claro que no tenía opción, hubiera largado todo aquello a volar en cuanto la chica había empezado a explicarle su método. Dado que estaba obligado y, al parecer nadie estaba dispuesto a proponerle nada mejor, había accedido a intentarlo. Ahora, casi dos semanas más tarde, estaba en silencio total por primera vez en su vida. O, al menos, lo había estado por un instante. En el preciso instante en que se había percatado de que lo había logrado, su concentración había desaparecido por completo y el barullo había regresado. ¡Pero era increíble!
Estaba a punto de correr escaleras abajo para contárselo a quienquiera que estuviera en su casa cuando cayó en la cuenta de que nunca lo había hablado con ninguno de ellos. La única persona a la que se lo había dicho era Vicky, y no se habían hablado desde aquella noche en que Nicanor había interrumpido en la fiesta del clan. Tal vez ya era hora de intentar romper el hielo otra vez.
Para cuando llegó a la puerta de la casa, el sol ya estaba bajando y en su mente había tratado de recrear todas las posibles escenas y conversaciones, intentando encontrar la forma adecuada de empezar a hablar. Los nervios le impedían concentrarse en aislar a las mentes de todos los que lo rodeaban, por lo que una pequeña puntada de dolor empezaba a latirle en la sien, amenazando con volverse una migraña de proporciones bíblicas.
Estaba por llamar, cuando la puerta se abrió frente a sus ojos y Vicky casi se lo lleva por delante.
– Hola – le dijo él, esquivándola torpemente.
– ¡Zach! – su sorpresa indicaba que no esperaba verlo por allí.
– Yo… quería hablar con vos – le dijo, sin encontrar las palabras.
– Estoy apurada – explicó ella, cerrando la puerta a su espalda y empezando a caminar –. Tom está reunido con Seth, del clan Blackeney, por no sé que asunto y tiene el teléfono apagado y Milena no deja de llamar porque no sé que pasó cerca del límite con los Vega. A falta de Tom y William, que también está incomunicado, tengo que ir para allá a ver que pasa – el tono en el que hablaba denotaba fastidio y cansancio. Al parecer no le estaba yendo demasiado bien –. Podés acompañarme, si querés.
Zach asintió sin decir una palabra. Les tomó veinte minutos en llegar al lugar y para ese entonces la puntada en la sien se había convertido en un taladro. Un poco más e iba a empezar a gritar. Tal vez aquello no había sido una buena idea, después de todo.
Milena los recibió con cara de preocupación, algo que se estaba volviendo demasiado característico en ella. Sus ojos grises se clavaron primero en su prima y luego en él, y su rostro pareció empeorar, pero no dijo nada al respecto. Simplemente les indicó que la siguieran mientras le explicaba a Vicky de que se trataba.
– Natasha llamó a casa. Los Vega nunca tuvieron mucha relación con tú papá, por eso se comunican primero con el mío. William siempre fue más diplomático con ellos. La cuestión es que apareció esta mina, que no saben ni quien es, pero que al parecer fue bastante irrespetuosa, y tiene la insignia de los Collin, así que la mandaron para acá. Claramente es mayor, pero como dice que no tengo rango ni edad suficiente no quiere identificarse ni acompañarnos hasta ningún lado.
Natasha era una de las figuras importantes del clan Vega, hasta ahí Zach sabía. No tenían mucho trato con ellos, pero sus territorios limitaban, por lo que había acuerdos. Ahora, sobre la mujer, no sabía nada. Ni siquiera cuando la vio reconoció en ella un rostro familiar, si bien sus rasgos decían a gritos que era una Collin: cabello negro azabache, rizado y ojos gris transparente. Estaba sentada en un escalón que daba a la puerta de un negocio cerrado y su rostro expresaba fastidio. Había otros dos vampiros de pie junto a ella, observándolos. Zach los reconoció de las reuniones del clan, aunque no sabía sus nombres.
Cuando los vio llegar, la mujer se puso de pie, observándolos. Su edad era imposible de calcular, tal como pasaba con Tom o William, pero algo en sus ojos decía que era mucho mayor que ellos. Estaba vestida íntegramente de negro, con unos pantalones que se ensanchaban notablemente hacia abajo y un corsé sobre una camisa. Las puntas de sus finísimos tacos apenas asomaban sobre el suelo. Parecía demasiado bien vestida en comparación con todos los demás presentes. La penumbra de la calle mal iluminada hacían que pareciera aún más fuera de lugar.
– Pensé que ibas a mandar a alguien importante – dijo, dirigiéndose a Milena pero observando a Vicky y luego a Zach mientras se acercaban –. Yo no hablo con hijos de la noche.
– ¡Qué lástima! Es lo único que vas a conseguir – respondió Vicky sin inmutarse. Zach estaba furioso y sorprendido a la vez. ¿Cómo había sabido aquella mujer que ellos no eran vampiros corrientes? Las dos quedaron cara a cara, a solo unos centímetros de distancia. El parecido físico era sorprendente e imposible de negar. No eran solo los ojos y el cabello que las mujeres tenían en común: había cosas más evidentes, como rasgos de la cara, la forma de los ojos, incluso la postura, la mirada.
– No sé quien sos, pero tu insolencia va a meterte en problemas – dijo la mujer con una sonrisa de costado.
– No, evidentemente nos sabés quien soy. Pero yo sí sé quien sos vos – respondió Vicky. Su voz denotaba hostilidad y rencor – y puedo decirte que no sos bienvenida, Sybilla.
La mujer arqueó las cejas al oír su nombre. El nombre no significaba nada para él, pero Zach pudo ver que sí les era familiar a los demás, que contuvieron la respiración.
– ¿Puedo preguntar con quién tengo el gusto de hablar y cómo es que sabés mi nombre? – preguntó la otra con tono casual, tratando de disimular con poco éxito que la situación empezaba a no gustarle.
– Claro, por supuesto – respondió la otra con tono burlón –. Ella es Milena Collin, la hija de William, ellos son Gary y Frank, miembros prominentes del clan – fue presentando Vicky, uno por uno, mientras los señalaba, evidentemente a propósito para irritar a la mujer que, de todos modos, no parecía muy feliz de escuchar que Milena era una Collin –, Zach, mi novio y ex cazador. Ah, sí, y yo soy Victoria Collin, la hija de Tom.  Y para que lo sepas, ninguno de nosotros es un hijo de la noche. Pero no es necesario serlo para saber quien sos: hay una serie de rasgos físicos que dan una idea y tú soberbia me la describieron muy bien en ocasiones pasadas. Además, ese medallón que tenés colgado dice quien sos – agregó la chica señalando una pieza que apenas asomaba entre los pliegues de la camisa.
Sybilla sonrió con ironía, cruzándose de brazos. Casi al mismo tiempo, los celulares de Vicky y Milena empezaron a sonar, y ambas muchachas atendieron casi sin prestarle atención a la mujer. Cuando cortó, Vicky le dedicó una sonrisa sobradora:
– ¡Parece que es tu día de suerte! – Le dijo, cien por ciento sarcástica – Tom y William vienen para acá.



En cuanto Tom y William aparecieron, Vicky se dio media vuelta y se fue sin decir una palabra. Zach la siguió casi de inmediato, intentando alcanzarla.
– ¿Y quién era esa? – le preguntó, incapaz de ponerse a su lado.
– Sybilla – respondió ella secamente.
Zach hizo un gesto que daba a entender que no era idiota. Lo acompañó de un sonido que logró que la chica lo mirara de reojo, aunque no se detuvo ni aminoró el paso.
– Es la hija mayor de los padres de William y Tom – dijo entonces.
– O sea que es tu tía.
– Supongo que podría decirse…
– ¡Genial! – gruñó Zach.
Vicky lo miró de reojo y arqueó una ceja como preguntando a qué venía la exclamación.
– ¿Hay alguien en tú familia que no sea un tremendo idiota o un infeliz? ¿Te falta presentarme a alguien más que quiera humillarme? – gritó Zach con una furia que ni él mismo era consciente de estar conteniendo. Ella se frenó de golpe y giró. Al quedar cara a cara notó que parecía sorprendida y furiosa a la vez. Sus ojos llameaban con intensidad.
– Si tanto te molesta toda mi familia, te invito a que te alejes de ella. Nadie te obliga a tolerarnos – rugió ella.
– Si no fuera por vos y lo que me hiciste – respondió él con un veneno en la voz que nunca había tenido antes – tal vez podría hacerlo. Pero dado que me convertiste en un monstruo, no tengo otra opción más que ser parte de este clan.
Mientras decía esto, sus ojos se ponían más y más rojos y las puntas de sus colmillos se volvían cada vez más filosas. Se estaba saliendo de control.
El golpe lo volvió a la realidad demasiado tarde. Impulsivamente, Vicky le estampó un sopapo en medio del rostro. La mejilla aún le ardía cuando la vio desaparecer en la siguiente esquina. Sabía que no debería haber dicho eso, pero no había podido controlarlo. Ahora era tarde: con eso la había perdido.

26 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 23: Vicky.


Algunos representantes del clan se habían reunido para discutir asuntos de menor importancia. Tom había insistido en que Vicky asistiera a la reunión y no hubiera estado allí de no haber sido por eso. Ahora se preguntaba para qué lo había hecho. La conversación era aburrida, para nada de su incumbencia, y todos los presentes, su padre incluido, se habían dedicado a ignorarla durante todo el tiempo que habían estado allí. Por suerte todos eran vampiros y sus pensamientos estaban completamente vedados a su mente. Hubiera detestado enterarse de que les pasaba por la cabeza a los miembros más antiguos de su clan durante un evento como aquel.
Cuando parecía que habían acabado, los presentes se pusieron de pie y se despidieron formalmente, al parecer recién percatándose de su presencia. Tom llamó a una mujer aparte y se puso a hablar con ella a un costado. La conversación parecía casual, pero, por no ser descortés con quienes se retiraban, Vicky no logró captar de qué se trataba. Un momento más tarde, sin embargo, la habitación estaba vacía salvo por ellos tres y entonces no necesitó escuchar para saber de que se trataba aquello. Frente a ella, junto a Tom, había una muchacha que parecía de no más de quince años. El cabello rubio se le rizaba alrededor del rostro, confiriéndole el aspecto de una muñeca de porcelana. Solo sus ojos, de un color indefinible entre gris y verde, dejaban en claro que no era ni una cosa ni la otra. Louisa y Vicky ya se conocían, aunque nunca habían tenido una relación de amistad ni nada parecido. La mujer le llevaba varios siglos. Sybilla, la hermana mayor de William y Tom, la había transformado en un vampiro por capricho, y luego la había descartado como a una muñeca vieja. Tom la había llevado consigo al nuevo mundo cuando los conflictos con su familia se habían vuelto irreconciliables. Ella lo veía como su protector y todos sabían que su lealtad era incuestionable. Si había alguien en el clan que sabía como controlar su nueva habilidad, esa era Loo.
– No necesito leerte la mente para saber cuales son tus intenciones – le dijo secamente a su padre cuando ambos se dirigieron hacia ella –. Podrías habérmelo consultado antes.
– No necesito leer mentes para saber que no hubieras aceptado – respondió él con ironía. Últimamente, aquella era su forma de comunicarse. Lo peor era que sabía que él tenía razón en todo: ella no hubiera aceptado aquello, pero necesitaba hacerlo. Si no, terminaría aislándose de todo el mundo y no podía salir nada bueno de aquello.
– Nadie tiene por qué saber de esto. Loo prometió que no va a decirle a nadie. Pero es importante que aprendan a controlar esto y ella es la única persona del clan que puede ayudarlos a entenderlo.
– No creo que Zach quiera venir – se apresuró a contestar Vicky, imaginándose todo lo que el chico iba a decirle si se enteraba e incapaz de borrar de su mente el recuerdo de las últimas veces que se habían visto.
– Hasta donde yo sé, sigo siendo líder de este clan – respondió Tom en tono irónico pero poco amigable – y mientras Zach y vos sean parte de él, eso quiere decir que no pueden elegir. Van a hacer esto –. Vicky sabía que no había posibilidad de negociarlo.
– Bien – retrucó ella, decidida a quedarse con la última palabra –. Te deseo suerte hablándolo con él. Yo no pienso darle la noticia. Tom asintió y se fue, dejándola sola con Louisa. Vicky era consciente de que aquello había sido estúpido, pero no tenía la menor idea de cómo enfrentar a Zach, menos para decirle aquello. Por una vez en la vida prefería que su padre lidiara con el problema.

23 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 22: Zach.





Zach se agarró la cabeza. Había tenido la esperanza de que la música apagara las voces, que aliviara al menos por un instante el barullo constante que le daba dolor de cabeza; pero era inútil. Las voces resonaban dentro de su cabeza y el sonido externo no podía aplacarlas. ¡Estaba enloqueciendo!
Vicky estaba sentada a menos de medio metro, seria. Al parecer no estaba de mejor humor. Había ido a la fiesta para tratar de hablar con ella, de arreglar las cosas, pero apenas habían intercambiado palabras en toda la noche y siempre de manera cortante y agresiva. Los cambios se les estaban haciendo difíciles a ambos. Ya no sabía como tener una conversación civilizada con nadie, menos con ella. Era incapaz de concentrarse en nada, lo cual lo ponía de un humor todavía peor.
Tan aturdido estaba, que no se percató de los incidentes hasta que Milena apareció frente a ellos con expresión alarmada. Ella y Vicky intercambiaron unas palabras antes de que la segunda se levantara y se alejara del lugar, dejando a su silla hacer equilibrio por la velocidad y violencia del movimiento. Milena la siguió sin darle una explicación. Resignado y molesto, se levantó de su asiento y fue tras ellas. Cuando llegaron abajo se encontraron con un par de vampiros, los “porteros”, discutiendo acaloradamente con un muchacho de unos dieciocho años. En su rostro había una expresión desafiante y sus ojos brillaban con una fuerza sobrenatural. Sus pensamientos se percibían de forma algo confusa: era un cazador.
Una leve sensación de deja vu lo invadió momentáneamente: él también había estado parado frente a  aquellos dos vampiros. Si Vicky no hubiera estado siempre acompañándolo, probablemente él también hubiera reaccionado de aquella forma ante la negativa de entrar. Claro que por aquel entonces los acuerdos no existían; aquello hubiera resultado en una masacre. Ahora, los cazadores y los vampiros estaban obligados a convivir. Para muchos aquello era intolerable. Al parecer, este cazador era una de esas personas.
Vicky suspiró, exasperada. Dio un paso al frente y apoyó una mano sobre el hombro de uno de los vampiros. El hombre la miró y asintió sin decir nada. Ambos se apartaron del muchacho y la dejaron frente a frente con él.
– Tenías que ser vos – le dijo ella con fastidio.
– ¡Vicky! – exclamó él con fingida alegría, sonriéndole. Ella no le devolvió el gesto. Él se le acercó como intentando abrazarla y se detuvo antes de poder tocarla. Entonces volvió a hablar: – No me dejan entrar.
– ¿Tenés invitación?
– No creo que haga falta, siendo quien soy – respondió él con superioridad. Zach avanzó hacia ellos.
– A menos que seas parte del clan y puedas demostrarlo, podés ser la reina de Inglaterra que no va a hacer mucha diferencia – le dijo con sarcasmo. El muchacho posó los ojos en él por primera vez.
– No sé quien sos, pero estoy hablando con mi prima, no con vos – le respondió, visiblemente enojado.
– Creo que es la primera vez en la vida que te escucho reconocer en voz alta que somos parientes – dijo ella sin mirar a Zach ni un momento. El muchacho le sonrió de nuevo. Su sonrisa era desagradable y sobradora. Debió hacer un gran esfuerzo para no golpearlo allí mismo.
– Como sea – siguió hablando ella –, ser vos no significa que puedas pasar. Necesitas una invitación. Si no la tenés, andate a tú casa. Si seguís molestando no voy a tener ningún problema en dejar que ellos – mientras decía esto señaló a los porteros – rompan los acuerdos. No habría testigos. Nadie sabría lo que te pasó jamás.
El otro le devolvió una mirada desagradable.
– Veo que el rol de princesita se te subió a la cabeza – le dijo –. ¡La puta mestiza dando órdenes!
Los ojos de Vicky llamearon. Su mano se aferró al brazo de Zach con fuerza, frenándolo. Sabía que iba a reaccionar violentamente ante aquel comentario.
– Nicanor creeme. Si querés volver en una pieza andate a tu casa ahora – le dijo casi en un siseo. El muchacho estuvo a punto de replicar algo, pero pareció cambiar de opinión. Sin decir más nada, dio media vuelta y se fue.
La tensión que había ido creciendo progresivamente aminoró en los hombros de Vicky. Zach sintió como lo liberaba y la observó caminar en círculos un momento antes de volver a entrar. Entonces la siguió.
– ¿Así que tu primo?
La respuesta fueron dos ojos rojos de furia y un gruñido. No hacía falta preguntar de que lado de la familia venía el parentesco.
Al llegar al lugar donde habían estado sentados, Vicky tomó sus cosas y volvió a caminar hacia la puerta sin dar mayores explicaciones.
Zach golpeó la mesa con furia, dejando una marca sobre la superficie. La hubiera seguido, pero la sed aún le pulsaba en la garganta, quemándolo por dentro como fuego. Si no hacía algo para apagarla iba a enloquecer. O, pero aún, herir seriamente a alguien.



No le costó demasiado encontrar un “donante” que no le exigiera demasiado esfuerzo: muy cerca de la barra había una chica sentada en una silla, sola. Sus pensamientos eran confusos, propios de alguien ahogado en alcohol. Su aliento lo confirmaba. Agradeció no tener que besarla. Acercó una silla y se sentó a su lado. Hablaron un momento de nada en particular. Al estar tan cerca, la confusa mente de la chica estaba por encima de los demás presentes, pero el barullo no cesaba en su cabeza. Conocía una sola forma de callarlo, pero solo duraría un instante y luego todo se volvería aún más ruidoso. Cuanta más sangre consumía, más agudos se volvían sus sentidos. Nunca había imaginado nada de todo esto. Si se lo hubieran advertido de antemano, hubiera tenido otro argumento para sumar a su lista de razones por las que no deseaba convertirse en un vampiro. Si hubiera tenido oportunidad de elegir, jamás hubiera dejado que lo transformaran. Pero no había tenido opción. Su vida le había sido arrebatada en un instante, y esto era lo único que le habían dejado: un calvario interminable, una pesadilla que cada día se volvía peor.
Esforzándose por que todo aquello no se vislumbrara en la expresión de su rostro, llevó la conversación a lo que muchos llamaban chamullo: un montón de palabrerio para lograr seducir a la chica. Un momento más tarde, ella estaba recostada sobre su hombro riendo tontamente. No le costó mucho ubicarse junto a su cuello, sentirlo. Sus labios lo rozaron. Ella se estremeció, pero no se movió. Con cuidado, Zach dejó que sus colmillos se extendieran por completo. La piel cedió ante el filo sin inconvenientes. Unos segundos más tarde el calor de la sangre invadía su boca. El mundo permaneció en silencio. Una serie de recuerdos aparecieron frente a sus ojos: aquella chica tenía la vida más normal que pudiera existir. Escuela, amigas, un ex novio bastante tonto y un amor platónico que apenas la conocía. Luego, nada. Solo el latido de dos corazones al mismo ritmo.
Se separó de la muchacha y esta suspiró, apoyándose nuevamente sobre su hombro. No tardó demasiado en volver a sentir todo el ruido a su alrededor, todas las voces gritando en su cabeza. Por un momento, pensó que iba a largarse a llorar. Sí, él, Zach, que siempre había sido impasible, que consideraba que llorar era cosa de mujeres. Su vida se le estaba volviendo cada día más intolerable.

19 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 21: Vicky.




Bufando, Vicky se levantó de la silla en la que había estado sentada casi media hora esperando una respuesta que nunca había llegado y se dirigió a la puerta de la habitación. Había acompañado a Liz a su casa con la intención de encontrarse con Zach. Él había llegado de clase apenas un rato antes y estaba frente a la televisión. Al verlas llegar, había saludado de manera efusiva y había subido a su habitación. Ella lo había seguido un momento más tarde y lo había encontrado tirado en la cama, la vista fija en el techo.
– ¿Querés hacer algo? – le había preguntado. Ante su silencio, se había sentado en la única silla libre de la habitación, esperando. Nada. El muchacho había permanecido en silencio, ignorándola.
– ¿A dónde vas? – le preguntó sin mirarla antes de que pudiera cruzar el umbral de la puerta.
– A mi casa. No veo que sentido tiene quedarme si vas a ignorarme – su tono era agresivo. Se estaba poniendo de mal humor.
– No te estoy ignorando – contestó él a la defensiva.
Vicky dio media vuelta y lo miró, incrédula.
– ¿Y cómo llamás a estar ahí tirado por media hora sin mirarme ni dirigirme la palabra entonces?
Zach se irguió sobre la cama, sosteniéndose con los brazos a la espalda. Su rostro dejaba en claro que se sentía fatal, pero no le importó. Estaba furiosa.
– Me duele la cabeza – se defendió él.
– A mí también me duele la cabeza. No podés poner toda tu vida en stand by porque te duele la cabeza. ¡No es mi culpa que te duela la cabeza!
El rostro del muchacho se ensombreció. Sus ojos brillaron mientras se ponía de pie de un salto. No le tomó demasiado quedar a tan solo unos centímetros de ella. Incluso podía sentir su aliento en el rostro mientras le respondía:
– En realidad, sí es tu culpa que me duela la cabeza, así que calláte.
Vicky palideció. Zach no pareció darle importancia.
– Yo no sabía que iba a pasar esto – dijo ella en un susurro, haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas. Después de dos años sin haberlo hecho ni una vez, no esperaba que Zach fuera a reprocharle lo que había hecho para salvarle la vida.
– No busques excusas – fue lo único que respondió él en una frase monótona. Las palabras fueron como veneno. Vicky salió de la habitación casi corriendo, deseando para sus adentros no cruzarse con nadie en el camino hacia la puerta. Zach era la única persona que sabía por lo que estaba pasando. Sin él, estaba más sola de lo que había estado en toda su vida. No quería ni pensar en la posibilidad, pero el odio en la voz del muchacho, el resentimiento, habían sido suficientemente perceptibles. No podía ignorarlos. 

16 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 20.


Antes de continuar con la historia, una (no tan) pequeña nota de la autora:


Estimados lectores:

Como habrán notado ya, esta historia es un poco más compleja y rebuscada que la de Zach y Vicky. No sé si eso es algo bueno o malo, ya ustedes me lo dirán. Lo que sí noto es que en este formato, en entregas, se hace un poco más difícil de seguir que cuando uno la tiene en papel (o en un archivo) todo de corrido. Por lo tanto, quizás sean necesarias algunas aclaraciones para no obligarlos a volver atrás seiscientas veces.
Como dice la nota al costado de este blog, la historia de Michelle empieza dos años después de donde quedan Zach y Vicky, cuando Michelle regresa a la casa de los Collin. Inmediatamente, hay un cartelito que dice: "Cinco años antes...", el cual da inicio a un flashback, a como Michelle conoció a Vicky y su familia, y a la historia de este nuevo personaje. Este flashback terminó en la parte 19, es decir, en la entrega anterior a esta que están leyendo ahora.

Para que no tengan que volver a la primer entrega les recuerdo lo que había pasado: Michelle toca el timbre. Se vio movimiento en la ventana de Vicky y luego se abrió la puerta, en la que solo se veía oscuridad. Allí fue donde quedaron, y allí retomará la historia en este momento, solo para volver pronto al pasado, pero a uno más cercano: los últimos meses en la vida de los personajes que ya conocíamos, las consecuencias de lo que pasó antes. Ya sé que esto es complicado de seguir. ¡Por favor no me odien! Cuando empecé a publicar esta historia solo estaba escrita hasta la parte 19, todo lo demás eran escenas sueltas y notas en un documento en mi computadora. ¡Jamás imaginé que se iba a complicar tanto!

Lo que me lleva a un nuevo punto. Terminé de escribir la historia la semana pasada. Por razones personales no tengo tiempo de releerla y corregirla como es debido. Las opciones son: publicarla como está o esperar hasta fin de año. Todos sabemos que no estaría bien hacerlos esperar tanto, así que les pido disculpas con anticipación si hay cosas que no quedaron como corresponde. 
Ahora sí, dejo de torturarlos. Espero que disfruten de esta historia tanto como yo. Y no duden en comentar de forma positiva o negativa. Todo ayuda, todo suma y todo es bienvenido. Estoy complicada con el tiempo, pero prometo responder cualquier pregunta que les surja si la formulan. Gracias por leer.



Luthien

P.D.: La historia pasa a publicarse dos veces por semana, lunes y jueves.



Cazadores: Michelle. Parte 20.


De vuelta al tiempo actual.

MICHELLE

– ¡Michelle! – exclamó la voz de la muchacha desde las sombras, abalanzándose sobre ella y abrazándola con fuerza. Por un momento lo único que hubo frente a sus ojos fue un manojo de rizos negros.
– De todas las visitas inesperadas, esta es la única que me da gusto – agregó la chica mientras se separaba y le dejaba espacio para entrar – ¿Qué te trae por acá y a esta hora?
Michelle avanzó en silencio intentando verla con claridad en las sombras. La chica caminó hasta la cocina y prendió una luz, invitándola a sentarse. Había algo en ella que no era normal, aunque no lograba precisar que.
– Vicky – le dijo después de un momento a modo de reconocimiento. Debía haber algo en su mirada que le demostró su malestar, porque la muchacha dejó de sonreír un momento.
– Si, ya sé – le dijo mientras se recogía los rizos y dejaba a la vista el rostro de una muchacha de diecisiete años –. No parezco de diecinueve. ¿Verdad? Ni parezco humana tampoco.
Michelle la observó nuevamente. ¡De eso se trataba! Por primera vez veía en el rostro de Vicky la cara de un vampiro: esos inexplicables rasgos sobrenaturales que daban a entender que aquello que uno tenía en frente no era humano y era… peligroso. Hermoso y peligroso a la vez.
– ¿Qué fue lo que pasó? – le preguntó sin poder quitarle los ojos de encima.
– Yo… fui parte de la primera transformación doble de la historia y… estuve muerta tres días – respondió la chica con el tono más casual que pudo encontrar y una sonrisa visiblemente forzada.
Le fue imposible ocultar su sorpresa, lo que le provocó a la muchacha un ataque de risa. Sin decir nada se acercó al horno y puso agua a calentar. Acto seguido sacó dos tazas de la alacena y empezó a pasearse por la cocina buscando todo lo necesario para preparar dos tazas de café.
– ¿Y quién era la otra persona de la… doble transformación? – preguntó nuevamente Michelle tras un esfuerzo por volver a encontrar su voz.
El rostro de Vicky se ensombreció.
– Zach era… un cazador. Salimos durante un tiempo.
– ¿Un cazador? Parece que es un mal de familia, eh – Vicky no pudo evitar sonreír ante aquel comentario. Michelle le devolvió el gesto con algo de alivio. – ¿Y qué pasó que dejaron de salir?
– Es… una historia larga – respondió la morocha alcanzándole una taza y sentándose en una de las banquetas del desayunador. Ambas quedaron cara a cara con las tazas humeantes entre las manos.
– Bueno… A menos que tu papá pueda atenderme ahora mismo, creo que tenemos toda la noche para que me cuentes – le dijo ella esbozando una sonrisa. Sabía que Tom estaba durmiendo y lo conocía lo suficiente como para saber que no iba a levantarse por ella a aquella hora. Siempre había sido una persona muy particular, incluso para ser vampiro.
Vicky asintió. Michelle tenía razón.

Dos meses antes…

VICKY

Linkin Park - Ppr-kut

No se había percatado de las voces hasta unas semanas antes. Habían empezado como murmullos casi imperceptibles y de a poco se habían vuelto más y más claros. Un día, sin darse cuenta, estaba respondiendo una pregunta que su madre no había formulado y entonces lo supo: estaba escuchando lo que la gente pensaba. Por eso las calles y las clases se sentían tan ruidosas. Al bullicio habitual estaba sumándole lo que ella captaba y estaba solo en su cabeza (y en la de cada una de las personas individuales que la rodeaban). No había tardado en volverse una pesadilla que le producía una migraña casi constante y la ponía de pésimo humor y si algo tenía muy claro era que los analgésicos eran inútiles en la sangre de un vampiro. Lo había intentado de todos modos sin resultados. Tenía que aprender a tolerarlo. Y a controlarlo. ¿Pero cómo?
Esta nueva capacidad había hecho que miles de interrogantes empezaran a acosarla. Si aquello era parte de su transformación… ¿Cabía la posibilidad de que, tarde o temprano, ella y Zach terminaran convertidos en hijos de la noche, incapaces de exponerse a la luz del sol? Y si esto sucedía: ¿Cuándo sería? ¿Cuánto tiempo tenía para disfrutar del sol?
No tardó en darse cuenta de que Zach estaba pasando por lo mismo. Pasados los primeros días, cuando la sed volvió a atacarlo, el muchacho había empezado a mostrar hostilidad: su nueva condición no le agradaba en lo más mínimo. No hacía más que recordarle que toleraba aquello solo por ella, que hubiera sido incapaz de hacerlo solo. Ahora, dos años más tarde, este nuevo síntoma había despertado su hostilidad nuevamente. Zach estaba intratable. Incluso Liz y Dylan habían notado que algo no andaba bien, aunque el muchacho había preferido no decir nada para no incomodarlos. Vicky ya no se sentía a gusto en su casa desde que sus padres sabían que podía escuchar lo que pensaban, si bien no con tanta claridad como con personas comunes: la mente de un cazador se percibía algo confusa, la de un vampiro era casi impenetrable. Probablemente con un esfuerzo que ninguno de los dos estaba dispuesto a hacer. Pero ciertos pensamientos se proyectaban de todos modos y a nadie le gustaba la invasión de la intimidad.
Justamente de eso le hablaba Liz mientras salían de clase. Jamás lo habían planeado, pero ambas habían terminado estudiando la misma carrera en la misma universidad, por lo que coincidían en la mayoría de las materias. Esto había hecho que su amistad se volviera aún más sólida. La otra parecía haber aceptado sin problema que ella y Zach estuvieran de novios y jamás había mostrado ningún tipo de oposición. Las pocas veces que Vicky había intentado sacar el tema, al principio, esta se había limitado a argumentar que de no ser por ella, Zach estaría muerto y que por lo tanto ella no tenía derecho a intervenir si él a había elegido. Con el tiempo quedó claro que el solo hecho de que el muchacho siguiera con vida era más que suficiente para ella. Había aprendido a verlo como él la veía a ella. En ocasiones se preguntaba si esto era verdad. Ahora que podía comprobarlo no quería hacerlo. Ojos que no ven, corazón que no siente, dicen. Hay ciertas cosas que es mejor no saber.
Liz le llamó la atención. Se había perdido nuevamente en sus pensamientos y el barullo. Tenía que encontrar la forma de concentrarse en una cosa a la vez y no dejar que lo demás la distrajera.
– Perdón, no sé donde tengo la cabeza – le respondió. Liz le sonrió.
– ¿Dormiste anoche? Tenés unas ojeras espantosas. Nunca había visto un vampiro tan ojeroso en mi vida.
Vicky le devolvió la sonrisa, pero sabía que no se veía sincera.
– Vicky. ¿Qué pasa? Zach está insoportable y vos vivís en las nubes. Parece que ninguno de los dos estuviera durmiendo. ¿Pasó algo? ¿Discutieron? – la voz de Liz indicaba preocupación. Su mente le decía que así era. De verdad quería hablar con ella, contarle lo que pasaba. Pero Zach nunca se lo hubiera perdonado y corría el riesgo de que Liz se distanciara también de ella. Poder leer su mente era invadir un espacio que no le correspondía.
– No es nada – mintió finalmente conteniendo un suspiro –. Estamos los dos con muchas cosas en la cabeza. Y hay cosas a las que Zach no se termina de acostumbrar todavía.
– Pero ya pasaron dos años – replicó su amiga con sorpresa –. Pensé que después de todo este tiempo…
– Convertirse en un vampiro no es cosa simple. La sed es difícil de manejar. La dependencia de la sangre es algo a lo que no todos se acostumbran. Y lleva tiempo; mucho tiempo. Dos años no es nada para alguien que va a vivir eternamente – mientras decía esto, los ojos de Vicky se iban ensombreciendo. Eternidad: no estaba segura de poder tolerarla; no así, al menos.


9 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 19: Vicky.



La continuación de aquel día había sido caótica. William y Milena se habían ido a su casa, prometiendo regresar cuando todo estuviera solucionado. Era evidente que el problema era grave. Una vez que habían logrado calmar lo suficiente a Michelle, habían ido a donde Seth y James. Vicky había ido encontra de la voluntad de su padre, consciente de que la otra necesitaría a alguien a su lado una vez que estallara el caos. Nunca había tenido tanta razón en su vida. Cuando Michelle y Tom contaron brevemente lo que había sucedido, la muchacha se había puesto histérica nuevamente. Seth estaba tan impactado por las noticias que había sido incapaz de reaccionar. James, por su parte, se había puesto hecho una fiera. Incluso ella, acostumbrada a los vampiros y su furia animal, se había asustado frente a él. Había insultado a su hermano de todas la formas posibles, recriminándole que se hubiera quedado con la mejor parte.
– ¡No pensaba dejarte con la mejor parte! ¡Si no iba a ser mía, no iba a ser de ninguno de los dos! – rugió mientras dos de los hombres de Seth lo aprisionaban. Impasible, Tom se limitó a informarle que él sería el encargado de dictar su sentencia.
Cuando todo hubo terminado, Seth se acercó a Michelle, aún shockeado. Había intentado acariciarla, pero ella se había alejado de él como si le temiera. Inmediatamente se había acurrucado en brazos de Vicky como buscando refugio.
– Necesito tiempo – le dijo en un susurro mientras dejaba que las lágrimas le surcaran el rostro nuevamente. Él asintió y la dejó irse sin decir una palabra. Probablemente él también lo necesitara.
Al despertar a la mañana siguiente, Vicky no se había sorprendido en lo más mínimo al encontrarse con que tanto Michelle como sus cosas habían desaparecido. Sobre el escritorio había un papel, una hoja del diario que la muchacha había escrito durante trescientos años, pero la fecha era del día anterior. Debía haber escrito la nota antes de partir. Vicky esbozó una sonrisa triste mientras la leía. Donde fuera a ir, esperaba que le fuera bien.

Vicky:
Confío en que entenderás por que hago esto. No puedo quedarme en este lugar. Necesito tiempo y distancia para sobreponerme a todo este dolor. Aquí solo hay recuerdos. Es irónico que hasta hace no mucho deseaba tanto tenerlos y ahora preferiría que desaparecieran, pero no puedo hacer nada al respecto. Algo me dice que todo será diferente ahora, que mi pasado no me abandonará. Tengo la esperanza de poder sanar con el tiempo. Sé que nuestros caminos volverán a cruzarse. La eternidad es muy larga, y los caminos de los inmortales tienden a cruzarse innumerables veces sin remedio. Confío en que para ese entonces ambas habremos logrado superar todo aquello que ahora nos lastima. Confío en que habremos aceptado nuestro inevitable destino. Mientras tanto no puedo más que agradecerte por todo lo que has hecho por mí: sin tu ayuda jamás hubiera podido recordar.
Saluda a Tom y Cassandra de mi parte, y dile a Seth que algún día sé que nuestros caminos volverán a cruzarse también y tal vez el dolor no sea tan insoportable. Quizás entonces podamos retomar nuestra historia.
Hasta entonces me despido.
Michelle

P.D.: Encontré tu nota. Puede que tu idea no sea tan descabellada: tal vez la sangre sea la respuesta después de todo. Lo comprobaremos con el tiempo.

2 jul 2012

Cazadores: Michelle. Parte 18.


TOM

Como él les indicó, William y Milena regresaron a la planta baja. Él, sin embargo, permaneció allí junto a la puerta, escuchando. Michelle estaba histérica. Por un momento había temido que la amnesia hubiera vuelto a atacar. Nada más opuesto a ello: la muchacha había entrado en shock frente a un recuerdo demasiado horroroso; un hecho que ninguno de ellos sabía que existía. Michelle nunca había dicho estar embarazada. ¿O sí? ¿Seth sabía de aquello? Debía hablarlo con él urgentemente. Pero primero debía calmarla, saber que había pasado realmente y cuando. Pensaba darle a Vicky algo más de tiempo, pero la mención del nombre lo hizo cambiar de opinión. Sin anunciarlo, abrió la puerta de par en par y entró en la habitación, cerrándola nuevamente a su espalda. Su hija lo miró con reproche: la otra seguía desnuda; pero la gravedad del asunto era demasiada. No podía quedarse allí esperando.
Con toda la calma que pudo se acuclilló frente a Michelle, buscando los ojos de la chica con los suyos. Ella lo observó sin decir una palabra. Su rostro estaba hinchado de tanto llorar y sus ojos estaban rojos.
– Necesito que me digas exactamente qué fue lo que pasó – le dijo –. Y cuándo.
Ella asintió en silencio, abrazándose a si misma como buscando consuelo.

MICHELLE

No podía recordar absolutamente nada. No sabía como había llegado a aquel lugar. No podía recordar ni su nombre, quien había sido en el pasado. Nada. Era como si recién hubiera nacido. Solo que su reflejo le decía que tenía que tener unos dieciocho años, tal vez menos, tal vez más. Y el tamaño de su vientre dejaba claro que estaba por lo menos de siete meses, tal vez más. Por momentos sentía como su bebé se movía dentro de ella, una sensación que le resultaba fascinante y aterradora a la vez. Si tan solo supiera de donde había venido, quien era el padre de aquel bebé que crecía dentro de ella y por que no estaba a su lado, como había llegado a aquel lugar.
Un par de días antes una mujer le había dado un abrigo. Le quedaba enorme, pero era muy abrigado y la protegía del viento helado. Al cerrarlo, incluso disimulaba que estaba embarazada. Se acercaba la noche y no tenía a donde ir. Con un poco de suerte conseguiría algo para comer. Tendría que dormir nuevamente en la calle, a la intemperie. Mientras analizaba su reflejo en una vidriera, meditando sobre como proceder, un rostro familiar le llamó la atención. Había un muchacho observándola. No parecía mucho mayor que ella. Tenía el cabello oscuro y ojos claros, al parecer azules. Su rostro le decía que la conocía, y ella estaba segura de haberlo visto antes, aunque no sabía donde ni cuando.
– Michelle – la llamó, sorprendido y feliz, acercándosele por la espalda. Ella giró sobre sus talones y quedó frente a frente con el muchacho que le sonreía.
– Te conozco. ¿Verdad?
Él dejó escapar una risa alegre antes de responder.
– ¡Claro que sí! ¡Desde hace mucho!
Ella le sonrió con timidez, esperanzada. Tal vez no tendría que pasar la noche en la calle después de todo.
Él la llevó a un restaurant de comidas rápidas, donde le compró algo de comer. No se había dado cuenta de cuan hambrienta estaba hasta que tuvo la hamburguesa frente a sus ojos. Luego, mientras le hablaba de cómo se habían conocido en el pasado, la guió hasta un edificio bajo, a un departamento. Era simple pero cálido y acogedor. Michelle dudó un momento antes de entrar, y una vez adentro la indecisión volvió a apoderarse de ella. El muchacho seguía hablando sin percatarse de su malestar mientras se quitaba el abrigo y la invitaba a sentarse y a sacarse el suyo.
– ¿Qué pasa? – le preguntó él luego de unos minutos.
– ¿Cuánto hace que decís que no nos vemos? – preguntó ella, temerosa.
– Por lo menos tres años – respondió él, dando un paso hacia ella, sin comprender.
Michelle dio un paso hacia atrás, hacia la puerta, no muy segura de cómo proceder. Él volvió a preguntarle que le pasaba. Sin decir nada, se desabrochó el abrigo y lo abrió de par en par. La expresión del muchacho cambió automáticamente. La sonrisa desapareció de su rostro y en él solo hubo una furia inhumana. Sus ojos se pusieron rojos, como en llamas, y una palabra brotó de sus labios como un rugido: Seth.
Aterrada, Michelle se dio media vuelta, dispuesta a salir de aquel lugar. Él fue más rápido e lo que cualquier humano podría haber sido. Antes de que pudiera alcanzar la puerta, un brazo la sujetó con fuerza. Maldiciendo en un idioma que no podía comprender, el muchacho la atrajo hacia sí mismo y la rodeó con el otro brazo. Cuando lo hizo, un dolor desgarrador la invadió. Al bajar la vista comprendió que sucedía: en la mano izquierda, su mano hábil, el muchacho sostenía un cuchillo, y acababa de apuñalarla en el vientre. El dolor era insoportable, como si se quemara por dentro. Sintió a su bebé retorcerse dentro suyo y dejó escapar un grito desesperado. No tardó demasiado en desmayarse.

Michelle se abrazó el vientre mientras contaba la historia, incapaz de dejar de llorar.
– Fue James, él lo hizo – volvió a decir por milésima vez mientras Vicky y Tom la sostenían, intentando consolarla. James había asesinado a su bebé, y Seth nunca había sabido nada al respecto. Ambos hermanos estaban ahora juntos. Seth confiaba en James y ella también había confiado en él. Y él los había traicionado a ambos.
Tom se puso de pie, serio. Mientras Vicky intentaba convencerla de que se pusiera un vestido, él caminaba de un lado a otro de la habitación como un tigre enjaulado. Michelle intentó calmarse y escuchar a la muchacha. La chica le sonrió y la ayudó a vestirse. Luego le dijo algo que no comprendió y salió de la habitación escaleras abajo. Entonces él volvió a mirarla, evidentemente más cómodo ahora que tenía ropa puesta.
– Sé donde se hospedaba James por aquel entonces. Conozco el departamento. Pero no está en territorio de Seth. Ese es mí territorio y voy a asegurarme de que pague por lo que te hizo. Te lo prometo.
Sabía que él decía la verdad.