30 abr 2012

Cazadores: Michelle. Parte 9.


SETH

– ¡Ella no está lista para algo así! ¡Probablemente nunca lo esté! No podés pedirle una cosa así. ¡Sería inhumano!
– Es la única oportunidad que podríamos tener de acabar con esta absurda guerra. Ya perdimos la cuenta del tiempo que lleva y nadie se acuerda por qué peleamos. Si ella reclamara lo que le corresponde, entonces sería el final. Michelle es nuestra aliada, ella acabaría la guerra.
– En este momento, ella no sería más que una marioneta. No sería una líder para los Rose. Nunca aceptarían que Michelle tomara el lugar de su hermano, aunque sea mayor. Ella es una asesina de vampiros. Y además es incapaz de recordar lo que pasó hace un mes. No hay forma razonable de que esté al mando de nada. ¡No puede controlar su propia vida!
La discusión había llegado a los límites de la violencia. En cualquier momento los hermanos iban a lanzarse uno sobre el otro. No era la primera vez que tenían aquel conflicto, pero esta vez se había vuelto peor porque, por primera vez en siglos, ambos estaban en el mismo lugar que Michelle.
Mientras uno de los hermanos siempre había sido partidario de ayudar a Michelle y mantenerla a salvo, el otro había intentado, muy desde el principio, tratar de involucrarla en las cuestiones políticas que afectaban a ambos clanes. Michelle a la cabeza del clan Rose hubiera sido de gran ventaja para ellos: la muchacha era demasiado voluble, dada su situación. También era demasiado inestable, lo que hubiera podido ser catastrófico. Era evidente que jamás llegarían a un acuerdo, especialmente porque ambos tenían sentimientos hacia la chica, un motivo más para su rivalidad. No había forma de que aquello terminara bien.

MICHELLE

Ya era suficiente. Hacía más de una semana que James había llegado a la casa. Durante todo ese tiempo, Michelle se había puesto cada día más confusa, alterada y los hermanos no hacían otra cosa más que discutir. Los gritos se escuchaban por los pasillos día y noche. Ella no hacía más que tratar de evitarlos, de esconderse. No quería enfrentar a ninguno de los dos; a aquellos ojos azules, expectantes. No quería tener que responder a sus demandas ni corresponder a sus sentimientos. Ya no sabía quien era quien en su pasado. No sabía a quien le debía lealtad. Ya no podía permanecer en aquel lugar. No podría evitar a los hermanos por mucho tiempo, e iba a enloquecer (aún más, probablemente) si no conseguía algo de paz.
Michelle rebuscó en la habitación hasta encontrar una mochila. No había demasiado espacio en ella, pero podría guardar el diario y algo de ropa. No había mucho más allí que pudiera llevar. No tenía dinero ni ningún elemento de valor. Pero no importaba: debía salir de allí, eso era lo único que le importaba. Ya encontraría la forma de sobrevivir en el mundo.
Esperó hasta cerca del amanecer para salir. Los vampiros tenían la costumbre de permanecer despiertos gran parte de la noche, especialmente aquellos que no podían exponerse a la luz del sol. Con la llegada de este, la casa dormía. No le costó demasiado escabullirse sin ser vista. Dados sus hábitos solitarios, era probable que no notaran su ausencia hasta la noche.
Después de unos días de vagar, la lluvia la encontró en las calles. Estaba cansada y hambrienta, y el invierno estaba en su peor etapa. Sin saber que hacer, sin la menor idea de donde estaba, se dejó caer bajo un pequeño alero que la protegía poco y nada del agua. Al menos había escapado de la presión, pero tal vez no había calculado el precio a pagar. Entristecida, cerró los ojos y se permitió descansar.
No supo cuanto tiempo había pasado desde entonces, pero estaba segura de que se había quedado dormida. Seguía lloviendo, y se había vuelto aún más oscuro: estaba anocheciendo. Frente a ella había un muchacho de aspecto juvenil y edad imprecisable. Tenía el cabello negro rizado y unos ojos grises que expresaban antigüedad, aunque nada en comparación con Seth, James o ella misma. Estaba arrodillado junto a ella, intentando despertarla sin asustarla, y su rostro le decía que la conocía perfectamente, aunque ella no pudiera recordarlo.
– Michelle – le dijo con voz tranquilizadora –, mi nombre es Tom. Soy amigo de Seth. Y de James, también. Me dijeron que habías desaparecido. Están preocupados.
Michelle lo observó un momento como si le hubiera hablado en chino. Estaba aturdida, agotada. Él volvió a insistir.
– ¿Sabés de que te estoy hablando? ¿Te acordás de Seth y de James?
Michelle asintió.
– No quiero volver ahí. Ellos pretenden cosas de mí. No puedo darles lo que quieren.
Tom sonrió. Se puso de pie y le tendió una mano para ayudarla a ponerse en pie.
– No tengo intención de llevarte con ellos. Ya dejaron muy claro que los únicos tiempos que entienden son los suyos. Vos necesitas otros. Pero no podés quedarte en la calle. Menos con esta lluvia. Vení conmigo. Conozco un lugar donde vas a estar tranquila. Y como está fuera de su territorio, ninguno de los dos va a poder molestarte.
Después de considerarlo un momento, aceptó la oferta. Estaba demasiado cansada y hambrienta como para decir que no.
Tom la llevó a lo que parecía ser una casa común y corriente. Tenía la puerta sobre la línea de la vereda, y una buhardilla en la parte superior en la que brillaba una luz amarillenta. Al entrar se encontraron en un living amplio de muebles claros. Al fondo había una escalera de madera que se perdía en las sombras de la planta alta. El comedor estaba separado por una arcada de ladrillos y, no muy lejos, la puerta de la cocina estaba abierta de par en par. Desde la puerta podía verse que la cocina y el comedor eran un mismo ambiente con una división sin puerta. Al fondo había una mujer joven que apenas pasaba los treinta años. Al oírlos entrar levantó la vista de la hornalla en la que hervía una olla con agua para cocinar. En un sillón del living, frente a la televisión prendida, había otra figura: una niña de no más de catorce años cuyo cabello negro rizado dejaba en claro quien era su padre.
Tom sonrió y presentó a las tres mujeres:
– Michelle, estas son mi esposa, Cassandra, y mi hija, Victoria – ambas la saludaron con una sonrisa. Al parecer, ambas habían escuchado algo sobre ella –. Ella es Michelle. Le ofrecí quedarse un tiempo con nosotros hasta que se le pase un poco la… confusión.
– Podemos compartir mi habitación – dijo la niña con un tono amigable –.Hay un colchón extra que puedo tirar en el piso para dormir.
Michelle no pudo evitar sonreírle. Cassandra se les acercó y le tendió una mano:
– Vení conmigo. Vamos a que te des una ducha de agua caliente y te pongas algo seco. La cena va a estar en un rato. Tenés cara de hambre.
Fue allí cuando se percató de que la mujer no era un vampiro. Y, por supuesto, tampoco lo era la niña. ¿Sería por eso que eran tan amables con ella?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Se supone que Victoria es la Victoria de la historia anterior?

Unknown dijo...

sisi, es la misma, pero unos años antes

Anónimo dijo...

Esque en lo que pone a mano izquierda es que los echos ocurren dos años depués, pero gracias por la aclaración :).

Unknown dijo...

pero en la 1er entrega dice que todo lo que pasa a continuación fue 5 años antes... es un gran flashback que aún no termina... cuando volvamos al tiempo real se va a avisar :)