16 abr 2012

Cazadores: Michelle. Parte 7: Seth.


Seth despertó abrumado por los recuerdos. Saber que ella estaba tan cerca hacía que los hechos pasados se revivieran una y otra vez en su mente, en sus sueños: la primera vez que la había visto; su primera conversación, cuando supo quien era en realidad; cada instante de su historia que le era significativo, especialmente porque ella no los podía recordar.
Sin levantarse de la cama, repasó los detalles del sueño en silencio.

Como hijo mayor del líder de su clan, Seth era el encargado de supervisar las tierras de su padre. Él y un grupo de acompañantes se habían asentado en el pueblo por un tiempo con ese objetivo. Estaban lejos de casa y, luego de haber visto a Michelle y los cazadores, sabía que no tenían oportunidad contra ellos. Aún así no había hecho nada al respecto: la muchacha lo tenía hechizado, aún ahora que conocía su origen.
La noche indicada había llegado. Los cazadores habían tomado desprevenidos a sus compañeros. Él aún permanecía acostado, indeciso. ¿Debía esperar a que fueran por él, o debía salir a luchar? Sabía que no sería capaz de enfrentarse a la muchacha. ¿Ella sería capaz de asesinarlo, llegado el momento? Las puertas de su habitación se abrieron de par en par. No necesitaba luz para ver a su oponente: un hombre joven al que sus compañeros llamaban George. El odio ardía en su mirada. Su ira despertaba la fuerza de su sangre vampírica a pesar de la falta de sangre. Sus ojos brillaban como carbones encendidos en la penumbra.
Seth se puso de pie, dispuesto a defenderse a pesar de su indecisión. Entonces sucedió lo que menos esperaba: Michelle entró corriendo en el recinto. Su cabello se escapaba de una trenza dorada y sus ojos brillaban como fuego. George giró sobre sus pies, observando a la muchacha que blandía una espada con firmeza. En su rostro no había sorpresa, solo odio.
– Sabía que ibas a traicionarnos – le dijo.
– Lo lamento. No puedo dejarte que lo asesines – susurró la muchacha con un dejo de culpa –. Él no es como los demás. Él es diferente.
– Todos son monstruos asesinos y tú eres uno de ellos – rugió el hombre, abalanzándose sobre ella. Seth reaccionó al instante. Se lanzó sobre su oponente con furia animal, clavando sus colmillos en su cuello y desgarrando la carne. George forcejeó, pero no tardó mucho en caer a sus pies, inerte. Los ojos de Michelle se encontraron con los suyos con temor y sorpresa. Debió hacer un esfuerzo sobrehumano por recobrar la compostura.
– Debes irte – le dijo la chica.
– Los cazadores no te perdonarán esta traición. Te matarán – argumentó él.
– Sé defenderme sola, aún de los cazadores.
– Ven conmigo – rogó él, tomando sus manos y acercándola a donde estaba parado –. Ellos no van a encontrarnos. Estarás a salvo. Ambos lo estaremos.
Michelle dudó un momento antes de responder. Sus ojos volvieron a encontrarse. La sintió sonrojarse por la cercanía de sus rostros. Sus mejillas irradiaban calor. Entonces asintió, soltando la espada y dejándose llevar.
Aquel fue el principio de su aventura y, quizás, el tiempo más largo que estuvieron juntos. Casi dos años más tarde aparecía el primer episodio de amnesia de la muchacha. Le tomó casi una década volver a encontrarla y ya nada fue como había sido.

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