2 abr 2012

Cazadores: Michelle. Parte 5.


SETH

Hacía casi dos décadas que las andanzas de Michelle y la necesidad de alejarse de sus padres lo habían llevado al nuevo mundo. Al principio había pensado que sería una estancia pasajera. El tiempo demostró lo contrario. A pesar de la abismal diferencia entre su tierra natal y su nuevo hogar, de lo que le había costado adaptarse al idioma y las costumbres, sabía que muy pocas cosas lo harían irse de allí. En primer lugar, porque aquel lugar era su oportunidad de ser libre e independiente. En el viejo mundo, donde el tiempo se contaba en milenios, su acumulación de siglos no significaba nada: no era más que un muchacho. Aquí, en el nuevo mundo, muchos lo consideraban un anciano. Lo irónico era que de no ser por Tom, tantos siglos más joven que él, nunca se hubiera adaptado a su nueva vida.
Desde aquel fatídico día en que Michelle se había cruzado en su camino por primera vez, toda su vida había girado en torno a ella. La muchacha lo obsesionaba, no podía negarlo. Pero además, en sus momentos de lucidez, realmente habían llegado a conocerse. Él había conocido a la verdadera Michelle, antes de que el tiempo y la amnesia comenzaran a afectarla. Lo que sentía por ella era lo que lo había llevado innumerables veces a tratar de ayudarla. Por eso conservaba aquel diario que nunca había leído. Sus recuerdos le pertenecían a ella, y él no era quien para hurgar en ellos. La tarea de ayudar a Michelle hubiera sido mucho más simple de no ser por Jimmy… Pero para eso eran los hermanos menores: para complicar las cosas. Al principio, James no era más que un niño. Pero, con el paso del tiempo, dejó de serlo y las diferencias de edad pronto se desdibujan entre inmortales. Sus propios sentimientos hacia la muchacha no tardaron en manifestarse y, con ellos, los conflictos entre hermanos y con su padre.
Con Michelle bajo su techo, la anunciada visita de su hermano menor presagiaba problemas.

MICHELLE

El diario lo dejaba muy claro. Había nacido en algún lugar de las islas británicas en algún momento cercano a la invasión normanda. Había sido prisionera en el castillo de su propio padre durante años y había ganado su libertad asesinándolo. Por siglos había vivido eternamente joven gracias a la sangre de otros vampiros. ¡Ella era un vampiro!
Todo lo demás que había llegado a leer era confuso. Había narraciones de hechos, anécdotas sin orden lógico, carentes de contexto en el que enmarcarlas y periódicamente unas páginas en tiempo presente, hablando de lo que sucedía durante el tiempo en que el diario estaba en sus manos, siempre junto a Seth. Él había estado desde el principio, desde aquel día en que se habían cruzado por primera vez. Se habían encontrado innumerables veces y en su interior sabía que entre ellos había algo más.
Pero las notas y los incipientes recuerdos que empezaban a aflorar le decían que había algo más: alguien que la había acompañado y por quien sentía algo. Solo le restaba saber quien era y cuan importante era realmente.

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