Le había costado bastante convencer a Seth de no salir corriendo hacia su casa en cuanto supo que Michelle estaba allí. Pero estaba seguro de que había sido una decisión acertada: la muchacha estaba confundida y, estaba seguro, vivir bajo la presión de los hermanos Blackeney no era una ayuda en su situación. No terminaba de entender por qué Seth lo escuchaba, por qué seguía sus consejos como si fuera el mayor de los dos. De momento, esa influencia era algo positivo, pues servía para ayudar a Michelle.
Mientras pensaba en todo esto, sentado en el sillón en que la noche anterior los recibiera Vicky, sintió a la muchacha bajar por la escalera.
– Hola – dijo la chica tímidamente.
– Hola – saludó él, girándose levemente para verla –. ¿Querés algo de desayunar?
Cuando ella asintió, Tom se puso de pie y caminó hacia la cocina, invitándola a sentarse en una especie de desayunador que separaba a la habitación del comedor. Le ofreció té o café, sacó algunas tostadas de una bandeja y una mermelada de la heladera. Luego presentó todo frente a la chica y se sentó frente a ella, observándola, dispuesto a responder las preguntas que sabía que ella tenía.
Luego de tomarse un momento para comer, la chica lo miró y se decidió a hablar:
– Ya nos conocíamos. ¿Verdad?
– Sí – respondió él rememorando –. Nos conocímos hace unos treinta años, en Europa. Y nos volvímos a ver hace unos diez, acá mismo, pero muy fugazmente.
– Nosotros… No tuvimos nada. ¿No?
Tom dejó escapar una risa divertida.
– No. ¡Jamás! Seth nunca me lo hubiera perdonado.
– Así que sos amigo de Seth…
– Mayormente. James y yo nos conocemos, pero no tenemos tan buena relación. También tiene que ver con una cuestión política. Como líder de mi clan en esta zona, tengo que relacionarme con los líderes de los clanes vecinos y, preferentemente, hacer amistad. O, al menos, estar en paz. Seth está a cargo del clan Blackeney en esta zona. James, por su parte, se dedica a viajar por el mundo. No se establece en un lugar específico desde hace mucho tiempo. Esas cosas condicionan las relaciones y las amistades.
Michelle asintió.
– ¿Qué pensás sobre mí, sobre mi condición?
Tom se tomó un tiempo antes de contestar.
– Hay muchos vampiros que sufren de amnesia. Por algún motivo no logran tolerar el paso del tiempo. No todos logran sobrevivir tanto como vos. Pero creo que, con el ambiente adecuado y un esfuerzo de tu parte, podría solucionarse.
Michelle lo miró, confusa.
– Yo diría que por el momento intentes relajarte… Y lea lo más que puedas ese diario que sé que trajiste de lo de Seth. Lo demás debería venir solo – agregó el otro, notando que a muchacha no entendía a qué quería llegar.
Ella le sonrió, agradecida. Él solo deseó, en el fondo de su alma, tener razón.
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