VICKY
La mañana había sido fría. Ahora, el sol del
mediodía le daba de lleno, sofocándola en el tapado negro. Había abierto los
botones mientras caminaba, balanceando un ramillete de flores en una mano con
cuidado.
Apenas había un par de personas en los
alrededores, todas demasiado ocupadas como para prestarle atención. Para ella,
era un alivio.
Finalmente llegó al lugar. A su alrededor
crecía el pasto. El predio estaba parquizado y se veía alegre. A sus pies había
una placa gris con un nombre grabado: Cassandra Farrel. Había un ramo de flores
simple en un recipiente enterrado sobre la lápida, probablemente dejado allí
por su padre.
Vicky acomodó su ramillete al lado del que ya
estaba. Varias otras idénticas placas grises brillaban a poca distancia,
alineadas como un tablero totalmente simétrico. A pesar de ello, el aire casual
del lugar, como si se tratara de un jardín o un parque, le daba un aire
inusualmente alegre al cementerio. Era extraño, inesperado; pero así le
gustaba.
Las cosas serían muy extrañas de ahora en
más. Al salir aquella mañana, la casa vacía y silenciosa le había resultado
extraña y hasta deprimente. Desde su transformación, su hogar se había vuelto
un lugar poblado y vital. Seguro de que ella lo necesitaría, Tom se había
quedado a su lado. Ahora, ambos se habían ido. Él tal vez regresaría alguna
vez, aunque no sabía cuando. Su madre jamás lo haría.
Había perdido la cuenta de cuanto tiempo
llevaba allí de pie cuando lo sintió venir.
– Hola – le dijo, antes de que él pudiera
anunciarse, lo cual pareció descolocarlo.
– No sabía que ibas a estar acá. Puedo irme
si querés… volver en otro momento.
– Ella era tu hermana, tenés derecho a estar
acá – le dijo Vicky a su tío, dándose vuelta para quedar cara a cara con él.
El hombre parecía incómodo. Vicky forzó una
sonrisa, tratando de tranquilizarlo.
– Nunca supe por qué volvieron a la ciudad –
le dijo. Él se llevó la mano a la cabeza, como quien recuerda algo de pronto.
– Ah, si. ¡Eso! Llevamos unos años siguiendo
a un vampiro. Un… asesino serial, podría decirse.
Vicky no pudo evitar una expresión de
sorpresa.
– Es un… asesino real – trató de explicar el
hombre –. Asesina mujeres jóvenes, estudiantes universitarias en su mayoría. Juega
con ellas, en ocasiones con sus familias y luego las drena. Va diseminando
cadáveres por el mundo.
– ¿Y por qué acá?
– Lo seguimos hasta la zona. Pensábamos hablar
con Cassandra, que nos contactara con los clanes locales, aprovechando los
acuerdos, pero… Hacía mucho que ella y yo no hablábamos y las últimas veces no
en buenos términos… Y me temo que Nico se me adelantó.
El recuerdo de la pelea con su primo volvió a
la mente de Vicky inmediatamente. Su rostro se ensombreció al hacerlo.
– Él no va a molestar más – aseguró su tío –.
No tenés que preocuparte por eso.
Vicky asintió.
– Tal vez pueda ayudarlos con su búsqueda –
le dijo la chica entonces –. Tom es el líder del clan y William lo reemplaza
cuando no está. Puedo arreglarte una reunión con él y tal vez pueda contactarte
con los líderes de los clanes vecinos, de ser necesario.
El hombre sintió, agradecido. Ella le sonrió,
pero sabía que el gesto estaba vacío, que era solo por compromiso. Ambos lo
sabían.
Sin decir una palabra más, se alejó del
lugar. Ahora solo podía hacer una cosa: ser fuerte y esperar a ver que nuevo
cambio le deparaba el destino.
MICHELLE
Seth la esperaba junto al edificio del lugar,
compuesto de una sala, una oficina y una capilla. Él ya se había despedido.
Ella necesitaba algo de privacidad.
Recién eran las primeras horas de la mañana.
El sol apenas asomaba en el horizonte. Aún así, ya había un ramo de flores
junto a la placa gris que llevaba el nombre de Cassandra. Michelle sonrió
amargamente: eso quería decir que Tom había estado allí por la noche,
probablemente despidiéndose igual que ella lo hacía ahora. Solo Dios sabía
cuando regresarían.
– Solo quería decirte que nunca hubiera
logrado nada de lo que hice sin ustedes, sin vos – dijo con voz triste –. Ahora
tengo que irme. El clan Rose necesita reorganizarse y para eso tengo que ir a
Europa, a la casa de mi padre. Y quedarme por allá un tiempo largo. Seth dice que
su padre no va a tener otra opción más que firmar el tratado de paz. Por eso él
viene conmigo. Además, a esta altura, y después de todo lo que pasó, te podrás
imaginar que no pienso separarme de él. Solo espero que tenga razón respecto a
su padre.
Michelle sonrió. Juntos, por fin, ella y
Seth, sin nada ni nadie para separarlos. Después de casi un milenio de idas y
vueltas.
– Por Vicky no te preocupes: ella va a estar
bien. Es más fuerte de lo que siempre creímos, mucho más de lo que siempre fue.
Y no va a estar sola. Están Zach y su familia y Will y Milena – en ese punto,
Michelle se permitió sonreír nuevamente –. Y también Sybilla y Louisa. Creo que
ellas piensan quedarse por un buen tiempo. ¡Quién iba a decirlo!
Michelle lamentó por un momento no haber llevado
flores. Tal vez así fuera mejor. Seguramente, Vicky pasaría más tarde. No debía
ocupar todo el espacio, que era más bien reducido.
Con un suspiro, se dio media vuelta y caminó
hacia el hombre que la esperaba. Se unieron en un abrazo y salieron juntos del
cementerio. Por primera vez en su vida, algo en su futuro era una certeza: él.