11 oct 2012

Cazadores: Michelle. Parte 45 (Final).


VICKY


La mañana había sido fría. Ahora, el sol del mediodía le daba de lleno, sofocándola en el tapado negro. Había abierto los botones mientras caminaba, balanceando un ramillete de flores en una mano con cuidado.
Apenas había un par de personas en los alrededores, todas demasiado ocupadas como para prestarle atención. Para ella, era un alivio.
Finalmente llegó al lugar. A su alrededor crecía el pasto. El predio estaba parquizado y se veía alegre. A sus pies había una placa gris con un nombre grabado: Cassandra Farrel. Había un ramo de flores simple en un recipiente enterrado sobre la lápida, probablemente dejado allí por su padre.
Vicky acomodó su ramillete al lado del que ya estaba. Varias otras idénticas placas grises brillaban a poca distancia, alineadas como un tablero totalmente simétrico. A pesar de ello, el aire casual del lugar, como si se tratara de un jardín o un parque, le daba un aire inusualmente alegre al cementerio. Era extraño, inesperado; pero así le gustaba.
Las cosas serían muy extrañas de ahora en más. Al salir aquella mañana, la casa vacía y silenciosa le había resultado extraña y hasta deprimente. Desde su transformación, su hogar se había vuelto un lugar poblado y vital. Seguro de que ella lo necesitaría, Tom se había quedado a su lado. Ahora, ambos se habían ido. Él tal vez regresaría alguna vez, aunque no sabía cuando. Su madre jamás lo haría.
Había perdido la cuenta de cuanto tiempo llevaba allí de pie cuando lo sintió venir.
– Hola – le dijo, antes de que él pudiera anunciarse, lo cual pareció descolocarlo.
– No sabía que ibas a estar acá. Puedo irme si querés… volver en otro momento.
– Ella era tu hermana, tenés derecho a estar acá – le dijo Vicky a su tío, dándose vuelta para quedar cara a cara con él.
El hombre parecía incómodo. Vicky forzó una sonrisa, tratando de tranquilizarlo.
– Nunca supe por qué volvieron a la ciudad – le dijo. Él se llevó la mano a la cabeza, como quien recuerda algo de pronto.
– Ah, si. ¡Eso! Llevamos unos años siguiendo a un vampiro. Un… asesino serial, podría decirse.
Vicky no pudo evitar una expresión de sorpresa.
– Es un… asesino real – trató de explicar el hombre –. Asesina mujeres jóvenes, estudiantes universitarias en su mayoría. Juega con ellas, en ocasiones con sus familias y luego las drena. Va diseminando cadáveres por el mundo.
– ¿Y por qué acá?
– Lo seguimos hasta la zona. Pensábamos hablar con Cassandra, que nos contactara con los clanes locales, aprovechando los acuerdos, pero… Hacía mucho que ella y yo no hablábamos y las últimas veces no en buenos términos… Y me temo que Nico se me adelantó.
El recuerdo de la pelea con su primo volvió a la mente de Vicky inmediatamente. Su rostro se ensombreció al hacerlo.
– Él no va a molestar más – aseguró su tío –. No tenés que preocuparte por eso.
Vicky asintió.
– Tal vez pueda ayudarlos con su búsqueda – le dijo la chica entonces –. Tom es el líder del clan y William lo reemplaza cuando no está. Puedo arreglarte una reunión con él y tal vez pueda contactarte con los líderes de los clanes vecinos, de ser necesario.
El hombre sintió, agradecido. Ella le sonrió, pero sabía que el gesto estaba vacío, que era solo por compromiso. Ambos lo sabían.
Sin decir una palabra más, se alejó del lugar. Ahora solo podía hacer una cosa: ser fuerte y esperar a ver que nuevo cambio le deparaba el destino.

MICHELLE



Seth la esperaba junto al edificio del lugar, compuesto de una sala, una oficina y una capilla. Él ya se había despedido. Ella necesitaba algo de privacidad.
Recién eran las primeras horas de la mañana. El sol apenas asomaba en el horizonte. Aún así, ya había un ramo de flores junto a la placa gris que llevaba el nombre de Cassandra. Michelle sonrió amargamente: eso quería decir que Tom había estado allí por la noche, probablemente despidiéndose igual que ella lo hacía ahora. Solo Dios sabía cuando regresarían.
– Solo quería decirte que nunca hubiera logrado nada de lo que hice sin ustedes, sin vos – dijo con voz triste –. Ahora tengo que irme. El clan Rose necesita reorganizarse y para eso tengo que ir a Europa, a la casa de mi padre. Y quedarme por allá un tiempo largo. Seth dice que su padre no va a tener otra opción más que firmar el tratado de paz. Por eso él viene conmigo. Además, a esta altura, y después de todo lo que pasó, te podrás imaginar que no pienso separarme de él. Solo espero que tenga razón respecto a su padre.
Michelle sonrió. Juntos, por fin, ella y Seth, sin nada ni nadie para separarlos. Después de casi un milenio de idas y vueltas.
– Por Vicky no te preocupes: ella va a estar bien. Es más fuerte de lo que siempre creímos, mucho más de lo que siempre fue. Y no va a estar sola. Están Zach y su familia y Will y Milena – en ese punto, Michelle se permitió sonreír nuevamente –. Y también Sybilla y Louisa. Creo que ellas piensan quedarse por un buen tiempo. ¡Quién iba a decirlo!
Michelle lamentó por un momento no haber llevado flores. Tal vez así fuera mejor. Seguramente, Vicky pasaría más tarde. No debía ocupar todo el espacio, que era más bien reducido.
Con un suspiro, se dio media vuelta y caminó hacia el hombre que la esperaba. Se unieron en un abrazo y salieron juntos del cementerio. Por primera vez en su vida, algo en su futuro era una certeza: él.

8 oct 2012

Cazadores: Michelle. Parte 44: Seth.


El ataque había venido de la nada. El último lugar en el que esperaba encontrar a su enemigo era entre los Vega. Pero entonces la expresión de sorpresa de Ángel le había dejado claro que él no era parte de aquello.
Más sorpresivo le había resultado ver como la puerta se abría de par en par, dando paso a varios miembros del clan Collin dispuestos a defenderlo. Más tarde averiguaría como habían sabido que aquello iba a suceder. Ahora era tiempo de actuar, de asegurarse de que hubiera un más tarde.
Había reaccionado de forma automática, dejando que su instinto lo defendiera. No se había dado cuenta de que Tom y Michelle habían llegado al lugar hasta que había sonado el disparo. El hombro de la muchacha comenzó a teñirse de rojo. No tardó demasiado en reaccionar después de eso. Casi al instante la vio perderse detrás del tirador, cuyo aspecto le resultaba inquietantemente familiar. Hubiera ido tras ella, pero alguien más atrajo su atención y despertó su furia animal: en un rincón, observando la batalla como si fuera un espectáculo, estaba su hermano, James.
Esquivando vampiros que peleaban, Seth se las ingenió para llegar a su lado. El muchacho lo miró con desprecio y un dejo de sorpresa: evidentemente no esperaba cruzarse cara a cara con él, sino que pensaba que alguien más haría el trabajo sucio.
– Así que tenían razón: vos estabas detrás de todo esto.
James sonrió con desdén. Seth se lanzó encima de él como un animal, dispuesto a hacer lo que nunca había pensado: asesinarlo. Su moral le decía que no podía matar a su propio hermano. Su furia hacía todo lo posible por contradecirlo. El otro le había arrebatado demasiado y sus métodos eran totalmente despreciables.
– No veo por qué te sorprendes – le dijo el otro a modo de respuesta mientras intentaba esquivarlo –. Después de todo, vos autorizaste a Tom Collin a ejecutarme.
– ¡Después de que vos apuñalaste a Michelle! ¡Y asesinaste a mi hijo! – Era la primera vez desde que se había enterado de aquel episodio que Seth asumía realmente lo que había sucedido: que Michelle había estado embarazada, que podrían haber tenido un bebé, un hijo o una hija. Eso nunca volvería a pasar: el daño físico había sido permanente. Su furia no hizo más que intensificarse.
– ¡Ella nunca debió ser tuya! – rugió James, atacando por fin, colmillos extendidos, buscando el cuello de su hermano, olvidando que este alguna vez lo había defendido con su vida.
Seth sintió la puntada de dolor y se apartó casi al instante, forcejeando y gruñendo como una fiera. La sangre le corrió por el cuello desde la herida abierta. Su hermano volvió a lanzarse sobre él sin piedad. Ni su furia animal fue capaz de frenarlo. Debilitado, cayó hacia atrás, arrastrando al otro con él. Por más que lo intentaba, no lograba quitarselo de encima. Estaba perdido…
Con la mirada borrosa vio como una mano tomaba a James por la espalda y lo apartaba de su cuello. Dos vampiros se abalanzaron sobre su hermano con rapidez, atacándolo. La voz de Tom pronunció la sentencia final antes de darle el golpe de gracia. El muchacho se desplomó entonces sobre el suelo, inerte. Su corazón había dejado de latir.
Alguien se acercó a Seth, que aún seguía en el suelo. Se sentía demasiado débil como para ponerse de pie. El aroma de sangre humana lo invadió.
– Todo va a estar bien – le dijo Michelle mientras ponía su brazo frente a él, ofreciéndole la sangre de una herida recién abierta. Tan solo tomó un trago, pero fue suficiente como para estabilizarlo.
De a poco, el caos se había calmado a su alrededor. James estaba muerto. También otros de los enemigos. Los demás habían sido reducidos. Seth se puso de pie, apoyándose en Michelle por miedo a que la debilidad lo invadiera nuevamente. Vicky se acercó a ellos con cautela, posando una mano sobre el hombro de su padre, el cual aún parecía estar buscando a alguien para atacar. Los ojos del hombre se oscurecieron, perdiendo el brillo demoníaco que los había invadido, y se posaron sobre su hija. Vicky lo abrazó. Zach estaba un poco más atrás, ayudando a Sybilla a ponerse de pie. La mujer no se veía nada bien. Louisa corrió hacia ellos realmente alarmada. Mientras tanto, Laura y Ángel Vega observaban a sus enemigos. El hombre se acercó a uno de ellos, cuya mirada estaba fija en el suelo, aparentemente avergonzado: el traidor dentro del clan, el segundo al mando. A los pocos segundos, cayó al suelo, muerto. Los Vega no perdonaban una cosa así, jamás. Todos lo sabían.
– No tengo la menor idea de qué decirles – les dijo entonces el moreno a Tom y Seth, sus iguales en los clanes vecinos.
– No hace falta que digas nada – respondió Seth –. Esta guerra no es tuya, nunca debió llegar a tu territorio. Al parecer mi hermano envenenó muchas mentes en su intento por destruirme.
– Estamos en paz, entonces – dijo el hombre – ¿Qué hacemos con ellos? – preguntó, señalando a los vampiros que quedaban, todos identificables como miembros del clan Rose.
– Yo me encargo de ellos – dijo Michelle –. Mi clan es mi responsabilidad.
Ángel la miró con sorpresa, pero no la contradijo. Uno de los hombres que había permanecido en silencio hasta entonces clavó su mirada en ella con desdén.
– ¿Qué te hace pensar que este es tú clan? – le dijo. Todos los ojos se posaron en él. Tenía el cabello rubio, ensangrentado por la pelea. Sus ojos eran verdes y su mirada cínica. Seth tenía un vago recuerdo de Arthur Rose y este muchacho se le parecía demasiado. Sin lugar a dudas tenían frente a sus ojos a Miles, el nieto del hombre en cuestión; el sobrino de Michelle, quien había asesinado a su propio padre para acceder al poder.
La rubia se rió por lo bajo antes de contestarle. Sabía a la perfección quien era el muchacho, aunque evidentemente él jamás la había visto. Apartándose de Seth y sacando la cadena que llevaba colgando del cuello de debajo de su ropa, Michelle le extendió a su sobrino el anillo dorado que pertenecía al legítimo líder del clan Rose. El rubí que lo adornaba brilló con fuerza al recibir el impacto de la luz del techo. Todos los hombres de Miles tenían la mirada fija en el objeto, los ojos grandes de la sorpresa. Él parecía a punto de estallar de la ira.
– No puede ser – dijo, simplemente.
– ¿Cómo obtuvo ese anillo? – le preguntó a Michelle uno de los hombres, apenas animándose a acercársele.
– Mi hermano, Harry, me lo dio. Cuando supo que su propio hijo conspiraba en su contra.
–  ¿Qué? – el hombre dirigió una mirada acusadora a su supuesto líder. Miles no respondió.
Los miembros restantes del clan Rose se acercaron al hombre que había hablado, observando con cuidado el anillo que Michelle aún sostenía, como intentando identificar si era el verdadero o no.
– Si Harry le dio el anillo – empezó a decir uno – entonces ella es nuestra legítima líder.
Todos empezaron a murmurar y a asentir.
Tan distraídos estaban con aquello, que nadie se percató de que Miles se había escabullido de la habitación hasta que escucharon el ruido de la puerta exterior al cerrarse con violencia, quebrando en mil pedazos el panel de vidrio contiguo. Los hombres dejaron de deliberar, dispuestos a ir en su búsqueda.
– No – dijo Michelle con calma –. Todos estamos exhaustos y heridos. Es hora de descansar y recomponernos. Pasen el aviso de que Miles Rose es ahora un paria, que nadie le de refugio si se considera nuestro aliado. Ya se derramó suficiente sangre por hoy.
Todos asintieron, aunque con sorpresa. El hombre que había hablado primero se arrodilló frente a la mujer con solemnidad:
– Mi nombre es Julio, señora, y estoy a tu servicio. De ahora en adelante, tienes mi lealtad.
Todos los demás lo imitaron casi al instante. Michelle parecía descolocada, incapaz de articular palabra. Seth se le acercó nuevamente y la tomó de la mano, intentando darle fuerza. Ella lo miró y le sonrió, aparentemente aliviada. Tenían un largo camino por delante.

4 oct 2012

Cazadores: Michelle. Parte 43.


SYBILLA

El lugar estaba desierto. Louisa se quitó el casco al pie de la escalera, donde estaba protegida del sol, e indicó hacia arriba. Zach y Vicky asintieron: evidentemente los tres sentían algo. Ella se limitó a seguirlos, consciente de que aún no se había recuperado lo suficiente de sus heridas.
Arriba, la escalera terminaba en una puerta cerrada. Al otro lado se escuchaban voces. Seth y Ángel hablaban. De pronto, la confusión fue notoria en ambos: había alguien más en la habitación.
No esperaron un segundo: Zach se abalanzó sobre la puerta, que cedió casi al instante, destrozando la cerradura. Seth y Ángel, un vampiro de tez morena y cabello oscuro y ondulado, estaban rodeados por al menos una docena de vampiros de aspecto aterrador. En un instante, aquello se convirtió en un campo de batalla.

MICHELLE

Korn - Thoughtless

Ni bien cruzó la puerta se encontró cara a cara con el caos. El aroma de la sangre la invadió por completo, aturdiéndola. Por un instante se quedó allí, paralizada., incapaz de moverse. ¿Acaso aquello no iba a terminar jamás? ¿Pasaría toda la eternidad rodeada de aquella absurda guerra que habían comenzado sus padres?
Escuchó el disparo, pero no comprendió de que se trataba hasta que sintió el golpe, el dolor, el fuego que ya conocía pero que, por ser mitad humana, no la consumía ni la debilitaba como a otros. Le había dado en el hombro izquierdo.
Saliendo de su estupor, divisó al tirador y dejó que su instinto animal se apoderara de ella. Antes de que pudiera disparar nuevamente, lo había acorralado contra la pared. A su alrededor se llevaba a cabo una batalla campal, pero toda su atención estaba puesta en el rostro frente a ella, en los ojos rojos como sangre que la observaban como dos carbones encendidos.
Entonces un nombre resonó en el fondo de su mente y supo que ya había visto aquel rostro antes junto a aquel odio. ¡Pero no podía ser! ¡Él debía estar muerto! ¡Lo había visto morir! ¿Cómo?
– George – siseó entre dientes.
Él sonrió ante la mención de su nombre, dejando asomar unos filosos colmillos blancos.
Michelle retrocedió un paso, su mano derecha aún firme en el cuello de su oponente.
– No puede ser… ¡Estás muerto! ¡Yo te vi!
– No – rugió el otro –. Vos me diste por muerto. Me dejaste ahí como un animal. Nos traicionaste. ¡A todos! ¡Por tu culpa me convertí en este monstruo! Los Rose, sangre, me hicieron prisionero. Me ahogaron en sangre hasta que no pude vivir sin ella. Ahora soy uno de ellos…
Su voz era siseante, casi animal, y podía sentirse el odio en ella como un veneno.
– Vos creaste las balas… – dijo ella casi como una autómata.
– ¡Qué inteligente! – la voz de él rezumaba sarcasmo – ¿Para qué pensabas que me querían de su lado?
– ¿Ellos saben como crear más? – Michelle aumentó la presión sobre el cuello, acercándose nuevamente a él.
– No estaría vivo si lo supieran – respondió él entre dientes –. Si no me necesitaran, ya no existiría.
La voz de James llamó la atención de Michelle. Miró hacia atrás sin soltar a George: Los hermanos Blackeney se habían encontrado y estaban trenzados en una batalla mortal. No podía seguir perdiendo el tiempo allí.
– Deberías estar muerto – le dijo al hombre que tenía acorralado con odio –. Si hubiera sido así, Cassandra seguiría con vida… Y también mi bebé.
Aumentó la presión que ejercía sobre él. Sus colmillos comenzaron a extenderse.
– Yo no te convertí en un monstruo, eso lo hiciste vos solo. Fue tu elección seguir con vida. Pudiste morir como un humando, pero elegiste la sangre. Vos mismo te convertiste en un monstruo… Y llegó la hora de terminarlo.

1 oct 2012

Cazadores: Michelle. Parte 42.


VICKY

No tenía sentido hacer la reunión si Sybilla no estaba ahí. Y no aparecía por ningún lado. Pero Tom había insistido, asegurando que su hermana iba a aparecer. Había vuelto a confiar en ella. Esperaba que la mujer lo mereciera.
Michelle entró en la habitación con el rostro serio. Seth no la acompañaba. Estaba ocupado, explicó. Vicky empezaba a ponerse tensa. Sintió la mano de Zach en el hombro intentando tranquilizarla. Justo en ese momento la puerta se abrió, dando paso a Sybilla y Louisa. Venían tomadas de la mano y la mujer se veía mucho mejor, a pesar de que era evidente que aún estaba débil.
– No voy a dejarte sola con Loo nunca más – le susurró Zach al oído con ironía.
Vicky reprimió una risa.
– Yo podría decir lo mismo – le respondió –. Voy a recordarte que ambas salieron con hombres también. Sybilla solía salir con Seth.
Como si hubieran escuchado aquello, esta última y Michelle quedaron frente a frente. La rubia murmuró el nombre de la otra de forma monótona. Sus ojos pasaron de esta a Louisa y luego a Tom.
– Dijeron que era importante. ¿Qué pasa?
Tom desvió la mirada a su hermana mientras empezaba a hablar.
– Sybilla fue atacada – empezó a explicar el hombre. La mirada de todos se fue hacia ella. Luego volvieron todos a él – con estas.
En la mano tenía tres piezas pequeñas de madera y metal. El escalofrío que recorrió a Michelle fue visible para todos. Eran balas, pero hechas de aquella mezcla misteriosa que envenenaba la sangre de un vampiro y, pegándole directo al corazón, podía volverlo cenizas.
– Una de estas asesinó a Cassandra – dictaminó el hombre. Michelle parecía atónita y paralizada.
– No puede ser – susurró con un hilo de voz.
Una imagen fugaz invadió la mente de Vicky: un hombre furioso asesinado por un Seth aún más furioso y un nombre: George. El episodio se desvaneció casi al instante, pero algo le quedó claro: él había inventado aquella mezcla fatal y se había llevado el secreto a la tumba. ¿Cómo podían ser posibles estas nuevas armas mortales?
– ¿Dónde…? – empezó a preguntar la mujer, saliendo un poco de su ensoñamiento.
– En territorio Vega – dijo Sybilla, hablando por primera vez –. Al parecer, alguien importante en ese clan protege a los Rose y a James Blackeney. Aunque no estoy segura de que sea sus líderes.
Al oír aquello, Michelle palideció. Casi frenética, sacó un telefono celular de su bolsillo y marcó un número. Alguien atendió y ella preguntó por Seth. La respuesta pareció desesperarla aún más. Con un grito, estrelló el aparato contra la pared, destrozándolo.
– ¡Maldita sea su negación con la tecnología! – rugió – Seth va en camino a reunirse con Ángel Vega. Y no tengo forma de comunicarme con él para advertirle del peligro.
Tom buscó su teléfono mientras caminaba a la puerta:
– conozco a Ángel. Él no puede estar involucrado en esto. Pero podría estar en peligro también.
Todos siguieron al hombre, preocupados y decididos a ayudarlo a detener lo que fuera a pasar.


TOM

Inmediatamente, todos emprendieron una frenética carrera hacia territorio Vega. Vicky y Zach iban en una motocicleta y Sybilla y Louisa en otra, esta última tapada de pies a cabeza para protegerse de la luz solar. Tom se subió al auto de su hermano, el cual no tardó en ponerse al volante. Milena y Michelle se ubicaron en el asiento trasero. Todos ellos eran los únicos en aquella misión de emergencia. Esperaba que fueran suficientes.
Mientars Will manejaba, encabezando la marcha, él intentaba, sin éxito, comunicarse con Ángel Vega. Por último, uno de sus intentos tuvo éxito.
– ¿Laura? Es Tom Collin. Ángel tenía planeado reunirse con Seth Blackeney hoy. ¿Sabés donde pensaban hacerlo? – le preguntó a la hermana del otro con tono preocupado. La mujer contestó, indicando el nombre de un restaurant pequeño del que eran dueños, información que él le pasó inmediatamente a su hermano.
– ¿Quién está con él? – preguntó Tom.
La mujer empezó a alarmarse. Él intentó explicarle la situación lo mejor que pudo, lo que contribuyó a alarmarla aún más.
– Ángel no sería parte – empezó a decir ella.
– No – interrumpió él –. No lo creo. Pero bien puede ser una trampa para él también.
– ¡Voy para allá! – dijo ella, cortando el teléfono.
William profirió una maldición en inglés. Había una gran cantidad de autos frente a ellos. Estaban momentáneamente varados. Las dos motocicletas esquivaron a los vehículos de forma algo riesgosa y siguieron adelante.
– ¿A dónde van? – preguntó Michelle, alterada.
– Ellos ya saben a donde tienen que ir – respondió Tom mientras le llegaba el mensaje mental de Loo.
Unos minutos más tarde, de todos modos, estaban llegando al lugar indicado. Las dos motocicletas estaban mal estacionadas en la puerta y tres de los cascos estaban tirados a un lado. Doblando la esquina se acercaba una muchacha corriendo. El cabello castaño le flotaba a la espalda y el sol le pegaba de lleno en el rostro, dándole a su piel morena un aspecto casi dorado.
Michelle y Will entraron, seguidos de Milena. Tom se demoró, aguardando a que Laura llegara. Una vez adentro, se encontraron con el lugar desierto. Había un casco tirado en el suelo al pie de una escalera. La puerta que daba a la habitación de la planta alta estaba entreabierta y de ella provenían ruidos de pelea. Estaban empezando a subir, cuando escucharon el sonido de un disparo.

27 sept 2012

Cazadores: Michelle. Parte 41: Sybilla.



Reprimiendo una mueca de dolor, llamó a la puerta. Era la mitad del día. Era poco probable que estuviera en otro lado que no fuera su casa.
Después de un momento, sintió la llave en la cerradura y el picaporte giró lentamente, como si quien estuviera del otro lado no se hubiera decidido del todo a abrir la puerta que, finalmente, se corrió a un lado para dejarla pasar.
El departamento estaba completamente a oscuras, salvo por una luz que brillaba al final de un pasillo distante en lo que suponía debía ser un dormitorio.
Mientras su visión se acostumbraba a la penumbra, acrecentada una vez que hubo cerrado la puerta a su espalda para evitar la entrada de los rayos del sol, fue vislumbrando una mesa pequeña rodeada de sillas hacia su izquierda, hacia el pasillo, y detrás de estas una cocina diminuta. Al otro lado había algunos sillones y detrás una pesada cortina que ocultaba la luz de una puerta ventana. A algo más de un metro de donde estaba parada había una figura casi infantil. Tenía el cabello revuelto y estaba vestida con una remera enorme que le llegaba casi hasta las rodillas. Podía sentir sus ojos clavados en ella, expectante.
–Tom acaba de llamarme. Dijo que estabas herida – le dijo la voz de Louisa en un tono inseguro, rompiendo el silencio.
Sybilla se mantuvo en silencio sin saber que decir. No estaba allí para victimizarse. Pero tampoco sabía como llegar al tema que quería tocar.
– ¿Por qué viniste? – preguntó la otra, quizá captando la perturbación en su mente.
Silencio. Otra cosa que no sabía como responder. La tensión crecía.
– ¿¡Por qué fuiste a buscarlo?! – esta vez el tono de Louisa fue casi histérico, liberando la tensión que aparentemente llevaba un rato conteniendo.
Sybilla bajó la mirada.
– Porque no sabía que más hacer. Nunca en mi vida hice nada realmente útil. Lo único que hago es decepcionar a la gente. Irónicamente, siempre busqué la aceptación de todos, principalmente de mi familia. ¡Mirá a donde me trajo! Mis hermanos me odian… y vos también.
– Yo no te odio – susurró la muchacha con un hilo de voz.
– Las dos sabemos que deberías.
– Me rompiste el corazón – Louisa alzó un poco la voz –. Eso no quiere decir que te odie. Ya deberías saber que no puedo.
Sus miradas se encontraron en la penumbra que sus ojos ya no percibían.
– Vine a buscar un propósito – Sybilla se dispuso, por fin, a responder la pregunta que antes había ignorado –. Después de todo este tiempo, hay un vacío que ya no supe como llenar. Legué a pensar que había llegado mi hora. Después de tantos años…
Louisa ahogó un grito de horror. Su rostro dejaba en claro que no esperaba escuchar aquello.
– Después de tantos años, nunca encontré algo por lo que vivir, algo a lo que aferrarme – continuó la otra luego de juntar fuerzas, ignorado la expresión de la muchacha que la escuchaba – y me di cuenta de que a nadie le importaba si yo existía o no. Esta era mi última oportunidad. Pero, como siempre, volví a hacer todo mal.
– ¡No digas eso! – le gritó Louisa con furia, abalanzándose  sobre ella y colgándose de sus hombros en un abrazo desesperado. Podía sentir sus lágrimas rozándole la piel y notaba su miedo en el latido de su corazón.
Azorada, tardó un instante en reaccionar y devolverle el abrazo. Sabía que no merecía aquello: su cariño, su abrazo o se preocupación. La había transformado por miedo a perderla y la había abandonado por miedo a lo que dirían de su relación. Había necesitado llegar a una época en la que había empezado a aparecer una gran tolerancia para aceptar lo que sentía por ella y aún así no había sabido como demostrárselo. Estaba tan acostumbrada a fingir ser alguien más, que no sabía como ser ella misma. Y no tenía la menor idea de cómo hacer para explicar todo aquello.
– No tenés que explicar nada – le dijo la voz de Louisa dentro de su mente –. No hace falta que digas nada más.
Al percibir aquello se aferró a ella con más fuerza. ¡Ella podía escuchar cada uno de sus pensamientos! ¿Podías er posible que, después de todo aquel tiempo, después de todo lo que había pasado, aún tuvieran una oportunidad?
Respondiendo a sus pensamientos, Louisa dejó escapar una risita mientras su rostro se giraba hacia ella. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza cuando sus labios se posaron en su cuello. Sin decir una palabra, la dejó continuar, besarla hasta que sus labios se encontraran. Como la primera vez. Como otras tantas veces. Pero, ahora, sin miedo ni necesidad de ocultarlo.


24 sept 2012

Cazadores: Michelle. Parte 40: Vicky.


Finalmente, casi la mitad del clan había accedido a seguir a Tom, a pesar de que ninguno se sentía con ganas de enfrentarse a una guerra interminable. Ya la pelea de dos años atrás contra los parias los había dejado en una situación precaria. Habían vencido, sí, pero también se había derramado mucha sangre.
No se había quedado a ver que sería de aquellos que habían decidido no seguir a su padre. Ellos tomarían una decisión y llegarían a un acuerdo. Vicky ya estaba demasiado cansada. Necesitaba descansar, dormir, dejar atrás todo lo que había sucedido. El cuerpo casi no le respondía. Zach la acompañó hasta su casa.
– Supongo que querrás dormir – le dijo él en la puerta. No sonaba molesto. Más bien parecía tan agotado como ella. Vicky meditó un momento antes de contestar.
– Si – le respondió –, pero no me quiero quedar sola. Me va a llevar mucho tiempo acostumbrarme a que ella no esté.
Zach le sonrió como intentando consolarla. Sin decir nada más, entraron a la casa y subieron las escaleras. No tardaron demasiado en quedarse completamente dormidos, acurrucados uno junto al otro.

No tenía la menor idea de cuantas horas habían pasado desde entonces hasta que escuchó el ruido: alguien llamaba a la puerta. Los golpes hubieran sido imperceptibles para un humano corriente desde allí arriba y en realidad apenas podía escucharlos ella misma. Algo más había llamado su atención y también había despertado a Zach, algo a un nivel más profundo. No podía percibir pensamientos concretos, solo una sensación de dolor, desesperación y miedo. Alguien estaba afuera y no estaba bien.
En el pasillo se encontró con su padre: no estaba dormido, por lo que había escuchado el ruido sin problema. Bajaron los tres juntos la escalera, pero solo Tom se acercó a la puerta. Zach y Vicky esperaron al pie de la escalera, atentos. Cuando la puerta se abrió, una figura cayó hacia adelante, como si no pudiera sostenerse en pie por sí misma. El aroma de la sangre invadió el ambiente en un instante. El hombre se adelantó, intentando detener la caída, intentando evitar el golpe. Un rostro quedó a la luz, pálido como la muerte, la respiración apenas perceptible: Sybilla.
Inmediatamente, Zach y Vicky corrieron hacia la mujer. Su ropa estaba cubierta de sangre y había al menos tres heridas abiertas en distintos puntos, aún sangrando. Aquello no era normal. Si bien se necesitaba consumir sangre para que una lastimadura cerrara completamente, el cuerpo del vampiro empezaba a sanar, lentamente, casi al instante. Había algo allí que no le permitía hacerlo, algo que hacía que Sybilla continuara debilitándose.
Sin demasiado esfuerzo, subieron a la mujer a la habitación de Vicky en la planta alta. Tom parecía preocupado y angustiado. Aquello no era nada bueno. Una vez su hermana estuvo acomodada en la cama, el hombre salió, buscando un teléfono. Desde arriba se lo escuchaba hablando en frases cortadas con Alejandro, un vampiro del clan que además era médico, profesión poco común para un vampiro, pero muy útil en determinadas ocasiones.
El doctor no tardó en aparecer. Mientras esperaban, Vicky había cambiado a Sybilla de ropa, quitándole la camisa negra hecha jirones que llevaba puesta y poniéndole un vestido que le permitiría al hombre trabajar con comodidad. Ya que estaba, había examinado ella misma las heridas, tratando de limpiarlas: parecían impactos de balas. ¿Qué tipo de munición podrían haber usado que le causara un daño tal a un vampiro? Tendría que esperar a que Alejandro terminara de trabajar para averiguarlo.

Unas horas más tarde, el médico vampiro bajaba las escaleras para unirse a ellos, que esperaban ansiosamente en el living, incapaces de dormir a pesar del cansancio. Tom se puso de pie al verlo bajar, incapaz de articular palabra.
– Va a estar bien – dijo el hombre, tranquilizándolo –. Ninguna de las heridas fue en una zona de riesgo. Tiene que descansar y reponerse. Está muy débil. Pero no hay nada de que preocuparse.
– ¿Qué fue…? – empezó a preguntar Vicky, no muy segura de cómo formular la pregunta.
Alejandro la miró, y luego a Tom. Sacó algo pequeño de un bolsillo y se lo alcanzó al hombre: 3 balas.
– Estas tres las tenía ella – le dijo.
Tom las examinó con curiosidad.
– Jamás había visto algo así – dijo.
El otro se tomó un momento antes de contestar, como si no estuviera muy seguro de querer hacerlo.
– Yo sí – le dijo finalmente, sacando una bolsita de plástico pequeña del bolsillo y alcanzándosela. Había un pequeño cartel blanco en la bolsa, con un nombre escrito, pero Vicky no llegaba a leer que decía y la mente de ambos hombres le resultaba impenetrable a esa altura.
– ¿Ella está consciente? – preguntó Tom, indicando hacia arriba para referirse a su hermana. Alejandro negó con la cabeza. Luego, dijo algo acerca de no tener nada más que hacer y que no dudaran en llamarlo si lo necesitaban y se fue.
– Pueden dormir en la otra habitación si quieren – les dijo Tom a Zach y Vicky –. Sybilla está en la cama de Vicky así que no hay otra opción de todos modos. Yo me quedo acá abajo.
Ambos asintieron. De todos modos, no podían hacer más hasta que la mujer se despertara.

Cuando despertaron, era casi mediodía. Vicky caminó por el pasillo hasta su habitación mientras Zach se lavaba la cara en el baño. Le sorprendió encontrar el lugar vacío. Siguió caminando hacia la planta baja y se encontró a su padre al teléfono, yendo y viniendo en el living.
– ¿Qué pasa? – le preguntó, confundida – ¿Dónde está Sybilla?
Su padre cortó el teléfono y suspiró.
– Tenía algo importante que hacer. Prepárense, tenemos una reunión urgente con el clan y Seth Blackeney. Les explico todo mientras vamos para allá.

20 sept 2012

Cazadores: Michelle. Parte 39.


VICKY

La casa había estado llena de gente que iba y venía todo el día. Milena y William habían pasado con ellos la mayor parte de la tarde y Michelle se había quedado también la mayor parte del tiempo. Zach y Liz habían ofrecido quedarse durante la noche, pero Vicky les había dicho que no era necesario y luego de mucho discutirlo los había convencido. Necesitaba un tiempo sola consigo misma. Y otro tiempo sola con su padre, para poder hablar. Lo había meditado mucho. Las cosas no serían fáciles de ahora en más. Lo sabía con claridad. Necesitaba encontrar la forma de superarlo.
– ¿Podemos hablar? – le preguntó con un dejo de timidez a su padre, sacándolo del ensoñamiento en el que estaba desde hacía horas, sentado en la mesa del comedor.
– ¿Qué pasa? – preguntó el hombre esforzándose por enfocarse en ella.
Vicky se sentó frente a él, buscando las mejores palabras para expresar lo que quería decir.
– Mirá… Yo sé que los últimos años no fueron fáciles. Para ninguno de nosotros. Y sé que en muchas ocasiones me enojé con vos y tuvimos problemas, porque te fuiste y todo eso. Pero…
Vicky hizo una pausa. Sus ojos se encontraron con los de su padre, gris con gris. Quien no los conociera hubiera pensado que eran hermanos.
– ¿Pero qué?
– Pero si ahora necesitas irte, por un tiempo al menos… yo lo voy a entender. Y no me voy a enojar con vos por eso.
– ¡Vicky!
– Quería que lo supieras para que no te sintieras mal si se te cruzaba por la mente – siguió ella, cada vez más rápido, sin dejarlo hablar –. Yo voy a estar bien y no voy a estar sola. Está el tío Will y Mile, están Zach y Liz y Loo y… quién sabe, si te descuidas hasta Sybilla. Yo te entiendo si necesitas un tiempo.
Vicky extendió su mano a través de la mesa. Tom la tomó entre las suyas con fuerza, emocionado y triste a la vez. Las lágrimas se agolpaban en los ojos de ambos.
– Gracias – le dijo él con un hilo de voz –. No sé que va a pasar en un tiempo. Pero por el momento puedo asegurarte que no pienso ir a ningún lado.
Mientras hablaba, el rostro de Tom fue transformándose. De a poco, cierta seguridad fue apareciendo en él y la fuerza de una decisión.
– Hasta que esta guerra no haya terminado y pueda asegurarme de que nadie más va a salir herido por ella no pienso irme a ningún lado.
Vicky asintió. Suponía saber que era lo que sucedería. Unos minutos más tarde, como había previsto, su padre hablaba por teléfono con William. Acababa de llamar una reunión de clan, para todos los miembros sin excepción.

TOM

El clan casi al completo estaba frente a él, sentados o de pié, en un semicírculo, la mirada fija en él. Los rostros eran lúgubres y era evidente que ninguno sabía que esperar de aquella reunión. Tom llevaba todo el día meditándolo y por fin había arribado a una decisión. El único problema era que no estaba seguro de que su gente estuviera dispuesta a seguirlo. Sus ojos recorrieron los rostros de todos. Vicky parecía impaciente y desconcertada. Will y Milena no parecían muy diferentes. La única que parecía tranquila y firme era Louisa. Probablemente ya sabía que era lo que se venía, pensó incapaz de reprimir el esbozo de una sonrisa.
– Los reuní porque hay un asunto muy importante que discutir – empezó a hablar, juntando coraje.
La sala permaneció un momento en silencio. El ambiente empezó a ponerse tenso.
– Yo sé que muchos vinimos al nuevo mundo en busca de paz, tratando de escapar de las guerras que asolaban a nuestros clanes. La guerra entre los Blackeney y los Rose, principalmente. Pero esta guerra ya nos arrebató demasiado a muchos de nosotros y creo que no podemos seguir manteniéndonos a un lado. Yo, al menos, no puedo – Tom hizo una pausa, buscando la mejor forma de decir lo que tenía en la cabeza. Un leve murmullo empezó a escucharse en la sala –. Por lo tanto, creo que llegó la hora de intervenir…
El murmullo se convirtió en bullicio. Louisa, Will y Vicky eran los únicos que se mantenían en silencio; eran los únicos que comprendían el porque de su decisión y no la cuestionaban, al parecer. Mientras su mirada recorría nuevamente los rostros de los presentes, notó una ausencia que antes había pasado por alto. No lo sorprendía, pero una parte suya esperaba que las cosas hubieran cambiado.
Sabiendo que era hora de volver a intervenir, de explicarse un poco más, hizo un gesto indicando que volvería a hablar. Todos fueron haciendo silencio de a poco.
– Es cierto que vinimos para evitar la guerra, para protegernos; para asegurarnos de que no volvería a pasarnos lo que ya nos había pasado antes. ¿Pero cuántos de nosotros perdimos a alguien por culpa de esta guerra? Una guerra que no es nuestra y en la que nunca quisimos intervenir. Esto no es solo porque quien falleció es Cassandra. No es porque ella fuera mi esposa. Sería igual si fuera cualquier otro miembro de este clan. Esto es porque los Rose y James Blackeney, movidos por su codicia, van a arrasar con todo aquel que se ponga en su camino. Es porque ya somos parte de su lista de blancos, solo por ser aliados de su enemigo. Si permanecemos como hasta ahora lo único que vamos a lograr es que maten a más inocentes. Es hora de intervenir. Es hora de que esta guerra sin sentido llegue a su fin. No les pido que me acompañen si no quieren. Aquellos que no quieran ser parte de esto son libres de hacerlo. Pueden elegir un nuevo líder; pueden irse. Son libres de hacer lo que quieran. Esta es mí decisión y de nadie más. No voy a arrastrar a nadie a una guerra que no quieren. Pero sean conscientes de que tarde o temprano podría llegar a alcanzarlos.
El murmullo volvió a formarse. Tom suspiró.
– Solo les pido que cuando lo hayan decidido me lo hagan saber – dijo, finalmente. Luego dio media vuelta y salió de la habitación, dejando que los miembros del clan debatieran.
Un momento más tarde, Louisa estaba junto a él.
– ¿No vas a intervenir? – le preguntó.
– Ya dije todo lo que tenía que decir – respondió ella –. Todos saben que voy a seguirte sin importar a donde sea. Mi lealtad no se negocia.
– No estás obligada…
– No es una cuestión de obligaciones – interrumpió ella –. Es lo que creo correcto.
Él asintió en agradecimiento. Ella esbozó una sonrisa.
– Así que Sybilla desapareció de nuevo – dijo él con voz monótona.
Un dejo de dolor apareció en el rostro de la otra. Desvió la mirada al contestar, los ojos fijos en un punto distante.
– Así parece. Se pasó todo el día acá, haciendo vaya a saber qué. Supuse que iba a seguir acá… No sé a donde se fue.
Ninguno de los dos dijo más nada. Zach y Vicky cruzaron la puerta y, un momento más tarde, también lo hicieron Will y Milena. Tom los observó en silencio, la mirada sombría. Lo último que quería era arrastrarlos a aquella guerra. Si perdía a uno más, no estaba seguro de poder tolerarlo. Especialmente a Vicky… pero no tenía otra opción: James los había elegido como blancos y si no lo detenían aquello no acabaría jamás. Y, después de todo, que James siguiera con vida era su responsabilidad.