25 jun 2012

Cazadores: Michelle. Parte 17: Vicky.


Si encontrar a su padre hablando con su tío al que nunca había conocido la había sorprendido, enterarse de que tenía una prima casi de su edad y tenerla frente a sus ojos había sido la noticia más inesperada de toda su vida. Por primera vez en mucho tiempo las cosas parecían prometedoras. Al menos tendría alguien que supiera que era esto de crecer siendo un vampiro para compartir experiencias. Tal vez su padre se decidiera a hablar sobre ella en el clan, a dejarla formar parte…
Milena era tímida. Sus ojos eran de un gris casi transparente que gritaban vampiro a los cuatro vientos. Una persona que no supiera de ellos los hubiera considerado muy impresionantes. Ella estaba fascinada. La otra, por su parte, estaba encantada con los rizos negros de Vicky que parecían tirabuzones. A pesar de todo esto, ambas parecían no saber como empezar realmente. Todo era demasiado nuevo e inesperado.
Un grito desgarrador borró las sonrisas de los rostros de los presentes. Milena y William miraban a los dueños de casa con sorpresa. Los ojos de Tom y Vicky estaban en la escalera: Michelle. Con la velocidad propia de los de su especie, él corrió hasta arriba, seguido de cerca por los otros tres. Al llegar a la puerta de su habitación, la imagen la dejó pasmada por un momento: Michelle estaba frente al diario que llevaba leyendo desde que había llegado. Dos lágrimas surcaban su rostro y sus manos estaban aferradas con fuerza a su cabello húmedo y desordenado que apenas llegaba a cubrirle el cuerpo desnudo.
Sin decir una palabra, Vicky apartó a su padre de la entrada y se metió en su habitación, cerrando la puerta a su espalda y dejando a los demás afuera. Antes de acercarse a la muchacha revolvió la poca ropa que tenía y le alcanzó un vestido simple para cubrirse. Michelle seguía llorando, murmurando cosas que ella no llegaba a entender en algo que parecía francés, inconsciente de su presencia.
Vicky la observó, angustiada, y se le acercó, intentando consolarla en murmullos. Los ojos verdes de Michelle se posaron en ella con desolación. Le tomó un momento reconocerla, pudo ver. ¿Qué había pasado? Por fin se animó a formular la pregunta en voz alta, obligando a la muchacha a mirarla a los ojos.
Michelle volvió a responder en francés con desesperación. Tuvo que formular la pregunta dos veces más para que se diera cuenta de que no le entendía. Por último, recurrió al inglés. Era la otra lengua que compartían. Los ojos de la otra se abrieron de par en par mientras respondía en un inglés rústico. Las palabras resonaron en la mente de Vicky un momento antes de que el significado le fuera comprensible: He killed my baby. Él asesinó a mi bebé. ¿Qué bebé?
Buscando un significado posible, Vicky vio la última hoja del diario. Sus ojos recorrieron las palabras a toda velocidad. ¡Michelle había estado embarazada!
– ¿Quién? – le preguntó mientras trataba de tranquilizarla, de que recuperara la cordura. La muchacha la miró con horror antes de pronunciar el nombre que menos esperaba oír con un hilo de voz.

18 jun 2012

Cazadores: Michelle. Parte 16: Michelle.

Después de que William presentara también a su hija, todos los miembros de la familia Collin parecían haberse olvidado de Michelle. Al contrario de lo que podía parecer, para ella representaba una ventaja: tenía tiempo sola para meditar, pensar, tratar de recordar, de aclarar su mente. De forma casi automática, se metió en el baño y se dio una ducha. Chequeando que no hubiera nadie en la planta alta, entró en la habitación que ella y Vicky compartían envuelta en una toalla. En un rincón había un espejo de cuerpo entero que parecía apoyado contra la pared. Su reflejo en él la sorprendió: hacía mucho que la imagen no le devolvía el rostro de un vampiro; pero allí estaba, en el brillo de sus ojos, en el aspecto de su piel, en su porte sobrenatural; incluso en su cabello, que ya no parecía pajoso como antes. Mientras revolvía su poca ropa en busca de algo para ponerse, la toalla que la cubría resbaló y cayó al piso. Mientras se inclinaba a levantarla, algo en su reflejo en el espejo le llamó  la atención. Olvidando la prenda, caminó hasta él sin quitarle la vista a la imagen de su abdomen. Apenas por arriba de la cadera, entre esta y el ombligo, hacia el lado derecho, había una cicatriz. Era una línea de unos cinco centímetros, gruesa e irregular. Al tacto, se la sentía como una pequeña protuberancia que sobresalía un poco sobre el resto de la piel. Jamás había notado que estaba allí, nunca le había prestado atención. Con cuidado, repasó cada uno de los recuerdos que habían vuelto a ella, todas las ocasiones en que se había visto a sí misma sin ropa, o con aquella parte del cuerpo descubierta. Estaba segura de que aquella cicatriz nunca había estado allí en esos recuerdos. ¿Cómo era posible? ¿Y, además, qué elemento sería capaz de dejarle una cicatriz así a su cuerpo sobrenatural? ¿Qué clase de herida podía no haber sanado completamente con la siguiente ingesta de sangre?
La respuesta le produjo en escalofrío: el arma de un cazador. Alguna de aquellas cosas que George había inventado, capaz de envenenar la sangre de un vampiro y volverlo cenizas. Su sangre humana era demasiado potente como para arder, pero la cicatriz era irreversible. Lo había visto en el pasado, en otros como ella. ¿Acaso se había enfrentado a un cazador? No recordaba… Pero había tanto que aún no recordaba. Con ojos de cazadora analizó la marca. Por la posición, era poco probable que el atacante hubiera estado de frente a ella. Aquello había sido hecho por la espalda. Su contrincante debía haberla atacado por la espalda, rodeándola con sus brazos y apuñalándola de frente mientras la inmovilizaba. Y, por el lugar en el que estaba y la precisión, el agresor debía ser hábil con la mano izquierda.
Aquella conclusión la hizo caer pesadamente sobre la cama, sentada, incapaz de sacar la vista del espejo pero sin verlo realmente. Frente a ella había un muchacho de ojos azules y cabello oscuro acariciándole el rostro con la mano izquierda; un muchacho que era zurdo y que ella conocía bien.
– No puede ser – susurró con horror para sí misma. Sus manos se dirigieron instintivamente hacia la cicatriz. Al verse así en el espejo, una sensación de fatalidad aún mayor la invadió. Olvidando que estaba sin ropa se dirigió al escritorio. Con desesperación buscó las últimas páginas escritas del diario. Allí estaba, diez años antes, la noche en que ella y Seth habían cenado, el beso y todo lo demás que había recordado. Y, luego, la última entrada, unos meses más tarde.

Ya han pasado meses desde la última entrada y por momentos temo que en cualquier momento podría volver a olvidar. Sé que debería escribir más seguido, crear un recuerdo de estos días, un registro por si todo vuelve a desaparecer, por si debo volver a empezar. Pero todo ha sido tan perfecto que no quiero perder ni un solo segundo. Sé que, sin importar lo que escriba, nada podrá devolverme la sensación experimentada en cada momento, los sentimientos, la felicidad. Si alguna vez tuve una duda, ha desaparecido. No importa lo que pase, este es mi lugar, junto a Seth. Los siglos han dejado muy claro eso, y estos últimos días solo lo han confirmado. Pero algo ha sucedido que me da temor y es por eso que he vuelto a este diario, al único lugar privado en que puedo plasmar mis miedos y sé que nunca desaparecerán.
Hace varios días que empezaron las molestias. Nunca me había sentido así en mi vida, estoy segura. Aún así, después de dieciséis años de compartir una celda con mi madre, de verla en todos los estados posibles, no me queda ninguna duda de los síntomas. Solo me resta saber que pensará Seth al respecto y debo decir que me aterra. ¿Encontraremos la forma de salir adelante si la amnesia vuelve a aparecer? ¿Podré tolerarlo? Estoy aterrada y sé que debo hablarlo con él, pero no sé como lo tomará. ¿Estará feliz? ¿Con una relación tan irregular, cómo se le dice al otro que pronto habrá alguien más?

Las notas terminaban allí. Michelle palideció al llegar a la última pregunta. Su sensación de hacía tan solo un instante había sido correcta. Y la realidad frente a sus ojos era aterradora: al irse, diez años atrás, había estado embarazada.

11 jun 2012

Cazadores: Michelle. Parte 15.

MICHELLE


Tom y William llevaban un rato sentados en los sillones del living, uno frente al otro, sin decir una palabra. Michelle se había refugiado en la cocina, donde todos sabían que podía escucharlos, pero al menos no estaba en el medio. No había demasiados otros lugares donde ir en aquella casa, de todos modos y habiéndose alimentado recientemente ninguna de las paredes era suficientemente gruesa como para evitar que escuchara si así lo deseaba. La tensión entre ambos era importante y difícil de romper. Su mente confusa no tardó demasiado en decirle por que: William era el hermano de Tom. No solo eso, curiosamente para los de su raza, entre uno y otro había unos pocos años de diferencia: ambos se habían criado juntos. Siempre habían sido muy unidos. Ese era el recuerdo que tenía de ellos, de cuando los había conocido en el pasado, junto a Seth. Pero luego toda la familia de Tom le había dado la espalda cuando él había conocido a Cassandra. Nuevamente, dos hermanos separados por culpa de una mujer. Incluso Michelle se preguntaba qué hacía allí el menor en aquel momento.
– Vine a disculparme – dijo por fin William, como leyéndole la mente, rompiendo el silencio.

TOM

– Vine a disculparme – dijo William. Tom lo miró algo incrédulo. Estaba decidido a ser impasible con su hermano, así como él había sido con él.
– Yo sé que no debería haberte dado la espalda – siguió el otro, ante su silencio –. Sabés que siempre fue difícil para mí llevarle la contra a nuestros padres.
Tom permaneció en silencio. Su hermano lo observaba desde su asiento, impaciente. Evidentemente esperaba otra cosa.
– No sé que esperás que te diga después de quince años – le respondió un momento más tarde –. Supongo que: ¡bien por vos! ¡Aprendiste a tomar tus decisiones! – El tono fue extremadamente irónico y, según reflejó el rostro del otro, hiriente. La conversación parecía no poder llegar a ningún lado. En el fondo, Tom estaba demasiado resentido. Que sus padres le dieran la espalda no lo había sorprendido, pero Will… Eso había sido como una puñalada en la espalda, después de todo lo que él había hecho por su hermano menor.
– Entiendo que me odies por lo que hice, especialmente después de que me apoyaras con Justine – volvió a hablar su hermano como leyéndole la mente –. Yo debería haberte apoyado como vos me apoyaste a mí y no lo hice. Pero la situación era demasiado arriesgada. ¡Ni siquiera sabía si podíamos confiar en Cassandra! Y vos estabas tan obnubilado con ella que no estaba seguro de que pudieras ver las cosas con claridad. Además, era una adolescente. Pensé que se te iba a pasar en unos años. Ni siquiera pensé que fueran a durar demasiado… ¡Ella era demasiado chica!
Tom esbozó una sonrisa irónica. Su hermano no tenía la menor idea.
– Es verdad que Cassandra tenía casi dieciocho años, que era chica. Pero deberías haber confiado un poco más en mi juicio. ¿No te parece?
William bajó la vista avergonzado. Tal vez era hora de ceder un poco. Era cierto que iban a vivir eternamente; pero eso no significaba que tuviera intención de pasarse todo ese tiempo enemistado con su hermano.
– ¿Puedo preguntar que es lo que te hizo cambiar de opinión ahora?
El otro alzó la vista. Sus ojos brillaron con un dejo de esperanza. Inmediatamente su rostro se volvió sombrío, como si lo invadiera un mal recuerdo.
– Justine – empezó, refiriéndose a su esposa. Tom lo había ayudado a que sus padres la aceptaran. La muchacha pertenecía a un clan con el que no tenían relaciones y sus padres no la habían considerado adecuada. Ellos lideraban el clan, debían formar alianzas. Justine no ayudaba a eso –. Ella… falleció.
Tom sintió como le caía el alma a los pies. ¿Muerta?
– ¿Cómo? – preguntó casi sin darse cuenta.
Los ojos de William se desviaron a la cocina antes de responder, hacia donde sabía que estaba Michelle:
– Es culpa de los Blackeney y los Rose y de su eterna guerra. Los Blackeney dicen que fue un accidente. Sinceramente, no lo sé. Pero esa es una guerra de la que deseo alejarme lo más posible, aunque ahora veo que tal vez nunca pueda.
– Michelle está de paso – se apresuró a decir Tom, aún sin reponerse de lo que su hermano le contaba –. Y los Rose no tienen territorios en el nuevo mundo. No en esta zona, al menos. Aunque los Blackeney son parte de nuestros vecinos.
– Lo sé, pero Seth se mantiene al margen de esa guerra desde antes de que nosotros naciéramos – respondió el otro –. Como sea, necesito un lugar donde empezar de nuevo.
– ¿Y qué tiene que ver eso conmigo? – Preguntó Tom, sintiendo que le faltaba una pieza en aquella historia – ¿Por qué venís a disculparte conmigo? No creo que la muerte de Justine tenga mucho que ver con nosotros. ¿O sí?
William suspiró.
– En parte, es por que es lo que debería haber hecho desde el principio. Y, por otro lado… por Milena.
– ¿Milena? – Tom se sentía perdido.
– Milena es… mi hija. Y de Justine. Ella necesita una familia con la que crecer. Si me pasa algo, necesito estar seguro de que no va a estar sola. Nuestros padres nunca aceptaron del todo a Justine. Menos a Milena. Ellos le darían la espalda. Yo… yo sé que vos no harías eso con ella.
Tom podía leer la vergüenza en los ojos de su hermano: sabía que él nunca le daría la espalda y, de todos modos, eso era precisamente lo que él le había hecho. Y ahora volvía a él por eso: por que confiaba en que no le daría la espalda a su hija a pesar de lo que él le había hecho. En el fondo Tom sabía, además, que su hermano tenía razón. No podía darle la espalda a una niña.
– Ella acaba de cumplir trece años – siguió hablando William, como queriendo asegurarse de convencer a su hermano.
El ruido de llaves abriendo la cerradura lo interrumpió y sacó a Tom de sus pensamientos. Sus ojos se desviaron a un reloj: era mediodía. La puerta se abrió de par en par y se volvió a cerrar a espaldas de una sorprendida Vicky que miraba a ambos hombres con asombro. La muchacha no era tonta: había notado automáticamente el parecido entre los dos hombres.
– Hola – dijo con timidez, mirando a uno y otro y finalmente dirigiéndose a su padre. William estaba atónito. No podía quitarle los ojos de encima a la niña que acababa de irrumpir en la habitación. Las palabras parecían atoradas en su garganta. Tom esbozó una sonrisa. William no se esperaba aquello, era evidente. Luego se puso de pie y se acercó a su hija, rodeándole el hombro con un brazo y acercándola a su hermano.
– Will, ella es Victoria, mi hija – empezó a presentarlos –. Vicky, él es William…
– Es tu hermano – lo interrumpió la chica antes de que pudiera terminar la frase con los ojos grandes como platos. Tom sonrió. La situación familiar empezaba a verse de un modo positivo.

4 jun 2012

Cazadores: Michelle. Parte 14: Michelle.

Hacía mucho que no dormía como aquella noche. Por primera vez en un buen tiempo, no había habido imágenes o recuerdos, buenos o malos. Por primera vez, había descansado. Vicky ya se había levantado. La había sentido saltar de la cama en cuanto había sonado el primer ruido del despertador. Probablemente estuviera despierta desde antes, porque jamás se había levantado tan rápido desde que había llegado. Por el sol que entraba por la ventana, seguramente estaba en el colegio. Con parsimonia, sin ningún apuro, se desperezó y se levantó. Luego de comprobar que no había nadie en la planta alta, se metió al baño y se dio una ducha. Luego bajó. Cassandra estaba trabajando, así que la única otra persona en la casa era Tom, quien para poder permanecer mayor tiempo insertado en el mercado laboral había conseguido un título de traductor y trabajaba únicamente a distancia, en su casa, desde una computadora portátil. La máquina estaba sobre la mesa del comedor, junto a un puñado de papeles, y Tom estaba en la cocina, preparándose, a juzgar por el aroma, una taza de café.
– Parece que dormiste bien – le dijo mientras ella se acercaba –. ¿Querés algo para desayunar? Estoy preparando café.
Michelle le sonrió y aceptó, sentándose en la esquina de la mesa.
– Cassandra me dijo que Vicky y vos salieron juntas ayer. Dijo que Vicky estaba rara antes de irse. ¿Pasó algo? – le preguntó él mientras le acercaba una taza humeante y un plato con galletitas dulces y se sentaba a su lado con otra taza.
Michelle meditó un momento antes de contestar, saboreando un trago de café y aclarando su mente.
– Tu hija tiende a dejarse estar con ciertos aspectos – dijo, viendo si él comprendía a qué se refería. Los ojos de Tom brillaron.
– La sangre – dijo en un suspiro –. Es un asunto delicado. Supongo que ella ya te habrá puesto al tanto.
– Bastante – reconoció –. Pero hay algunas cosas que no me terminan de quedar claras. Es decir… Nunca pensé que después de tantas generaciones… el gen vampírico se siguiera transmitiendo.
– Evidentemente, no tuviste ningún trato reciente que recuerdes con cazadores – dijo Tom con una risita –. Generación tras generación, los cazadores se volvieron una raza diferente: son más fuertes y rápidos que las demás personas. Por supuesto, siguen siendo mortales, no saben que es la sed, y no se comparan con nosotros en ningún otro aspecto. Pero al parecer los genes siguen siendo lo suficientemente fuertes como para transmitirse y hacer que un cazador y un vampiro tengan hijos… como Vicky.
Cuando dijo esto último, Michelle pudo percibir en su voz un dejo de dolor. Y no lo culpaba: Vicky estaba atrapada entre dos mundos totalmente opuestos sin pertenecer realmente a uno ni al otro. Tom sabía que su hija no era feliz con su condición, pero no había nada que él pudiera hacer para cambiarla.
– Si Vicky tuviera trato con otros vampiros de su edad, tal vez su situación no le produciría tanto rechazo – concluyó el hombre con un tono algo ausente –. Pero mi familia no me dirige la palabra desde que supieron de Cassandra. La de ella estuvo un tiempo, mientras Vicky era chica, aunque creo que solo intentaban convencerla de que me dejara y volviera con ellos. Cuando vieron que Vicky era un vampiro de forma irremediable, desaparecieron. Y la única razón por la que sigo teniendo poder por sobre los demás vampiros del clan es por que no saben de Cassandra y Vicky. Automáticamente me rechazarían como líder si lo supieran. No es que sea adicto al poder ni nada de eso, pero al menos me garantiza que puedo protegerlas, llegado el caso.
– Es una situación complicada – concluyó Michelle con un suspiro luego de escucharlo.
El resto del desayuno transcurrió en silencio. Tom se sentó nuevamente frente a su computadora y se dispuso a trabajar, dejando a Michelle sumida en sus pensamientos. Una vez ambos hubieron finalizado sus bebidas, levantó todas las cosas y se dispuso a lavar las tazas y ordenar todo. Ya suficiente estaban haciendo por ella al recibirla en su casa. Su estancia se estaba prolongando más de lo que ella hubiera deseado, pero no tenía otro lugar donde ir. Al menos haría todo lo posible para no ser una carga.
Cuando estaba terminando, el sonido del timbre la sacó de sus pensamientos. Tom y ella se miraron un momento: ninguno de los dos esperaba a nadie.
– Yo miro – le dijo ella para que él no tuviera que interrumpir su trabajo. Una vocecita en su interior empezó a rogar que no fueran ni Seth ni James. Aún no estaba preparada para enfrentar a ninguno de los dos hermanos.
Al abrir la puerta se encontró cara a cara con un muchacho de edad indefinible. Podía tener entre veinte y treinta, y ni siquiera su forma de vestir parecía confirmar una o la otra. Su cabello era negro y rizado, y tenía ojos grises. Michelle no recordaba haberlo visto jamás en la vida, pero un nombre resonó dentro de su cabeza solo con verlo. Él estaba visiblemente nervioso y a la vez sorprendido: no esperaba que fuera ella quien abriera la puerta. Y, obviamente, sabía quien era ella. Se hizo un silencio incómodo mientras ambos buscaban las palabras para romper el hielo. Finalmente, fue la voz de Tom la que lo hizo.
– ¿Quién es? – preguntó desde su silla, la mirada fija en la puerta entreabierta.
Michelle dudó un momento. Luego abrió la puerta de par en par, dejando que ambos hombres se vieran, y pronunció en voz alta el nombre que su cabeza le decía pertenecía a aquel hombre: William.