8 ago 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 4.



VICKY



Una vez que las dos figuras doblaron la esquina, Vicky avanzó hacia la casa. No pasó un minuto, cuando la puerta se abrió, dejando asomar a una mujer algo más alta que ella misma, el cabello rubio cayéndole como una lluvia sobre el rostro.
 -“Estoy buscando a Liz,” explicó, sobreponiéndose a su sorpresa. La mujer era una copia idéntica de la otra chica, obviamente su hija, solo que con al menos veinte años más de edad.
Un momento más tarde, la figura de Liz apareció en la puerta, invitándola a entrar. Sin decir una palabra, le indicó que la siguiera nuevamente a su habitación. Luego de cerrar la puerta detrás de ellas, se sentó en la cama, y la invitó a que la imitara.
 -“Tenía miedo de que pasaras algún día que no estuviera,” explicó la rubia, acomodándose el cabello que le caía sobre el rostro de igual forma que le sucedía a su madre. “Mamá es un poco desconfiada, y no te iba a dar las cosas.”
Vicky esbozó una sonrisa que desapareció casi al instante de su rostro, completamente serio. Luego, alejándose de la puerta, de la que no se había movido hasta ese momento, le alcanzó una bolsa de papel que llevaba en la mano, dentro de la cual estaba todo lo que la otra le había prestado emanando un suave perfume floral.
 -“Mi mamá lavó la ropa,” explicó. “Espero que no te haya estropeado nada.”
Liz dejó la bolsa en el piso, justo a sus pies, y le alcanzó otra bolsa del mismo estilo, donde estaba la ropa que la otra chica había dejado en su casa el viernes anterior, que la otra sostuvo un momento antes de hacer un gesto indicando que se retiraba.
 -“Vicky,” la paró la otra. “Escuchá, yo se que Zach se portó horrible con vos… pero… bueno…” Ambas se miraron en silencio. Liz estaba incómoda, buscando las palabras correctas para explicarse mientras la otra no decía absolutamente nada. “Él es muy impulsivo. A veces no piensa en lo que dice.”
 -“Te equivocas,” la corrigió la otra, impasible. “Zach sabe muy bien lo que dice. Es una de esas personas que dicen exactamente lo que piensan, sin vueltas.”
Liz la miró, sorprendida, ante la seguridad de su afirmación.
 -“No lo culpo,” siguió la chica, “así es como los criaron. A los tres. Para odiarnos… No veo por que van a ocultarlo.”
 -“Es que no es justo,” protestó la rubia. “Vos nos ayudaste. Me salvaste… supongo que a todos.”
 -“Si se metieron en algo de todo lo que pasó esa noche, fue por mi culpa. Era lo que tenía que hacer…”
 -“No, no era tu obligación. Y dudo que nada de lo que tuvieras que hacer incluyera matar un vampiro… y aún así lo hiciste.”
Vicky la miró un momento, y luego desvió la vista hacia un costado.
 -“¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te arriesgaste por nosotros?”
 -“Supongo,” respondió la chica, luego de dudar un momento, “que por que ellos me salvaron a mi en primer lugar. Supongo que se los debía.”
Liz esbozó una sonrisa.
 -“Sabés,” le dijo, “siempre pensé que no estaba bien lo que hacíamos. Que no podía ser posible que todos los vampiros fueran monstruos. Que tenía que haber alguno que fuera más… humano, por así decirlo.”
 -“Y los hay,” dijo la otra. “Más de lo que ustedes piensan o están dispuestos a reconocer. Es cuestión de mirar un poco… y escuchar.”
La otra chica rió un momento.
 -“Que Zach escuche a alguien más que su propio ego es mucho pedir,” sentenció, conteniendo la risa. “Pero en eso si somos varios logramos algo…”
 -“Pero Zach no es el único…”
 -“De todos los cazadores que conozco, es el peor. Creéme. Y no nos enseñan a odiarlos, solo a combatirlos. Es más, estoy convencida de que no soy la única que piensa que no son todos iguales…”
 -“Eso no cambia nada. Cuando reconocen a un vampiro lo matan, no le preguntan que tipo de vida lleva primero.”
 -“Ninguno de nosotros intentó matarte,” exclamó Liz.
 -“Todavía,” corrigió la otra, seca. “No estoy muy segura de que pudiéramos tener una conversación tan civilizada si él estuviera acá.”
 -“Y por eso viniste ahora, ¿verdad? Porque él no está… No creo que evitarlo sea una forma de solucionar…”
Vicky la interrumpió en seco, elevando levemente el tono de voz.
 -“No lo estoy evitando, simplemente intento mantenerme con vida. Sé reconocer el odio en los ojos de una persona cuando lo veo. Y creéme, eso era lo que vi en el la otra noche. No tengo nada que solucionar con él ni con ninguno de ustedes, no después de hoy. Así que si no te molesta…” La chica se dirigió hacia la puerta. Liz saltó de la cama, intentando detenerla.
 -“Vicky,” protestó. “No podés juzgar a alguien por una reacción impulsiva. No lo conocés. Zach no es tan malo.”
 -“Si puedo, considerando lo que dijo en esa reacción impulsiva, como vos la llamás.” La chica hizo una pausa, observando a su interlocutora como intentando arrancar algo de su mente. “Y, además, no entiendo a que viene todo esto. ¿Para qué lo estás defendiendo? ¿Para qué querés que cambie de opinión respecto a él? ¿De qué sirve?”
Liz dudó un momento. Vicky suspiró, haciendo un gesto de negación con la cabeza, y salió de la habitación sin darle tiempo a más nada.
La puerta de entrada estaba sin llave, por lo que ni siquiera tuvo que esperar para poder salir a la calle. No fue hasta varias cuadras más adelante que aminoró el paso y dejó que aquella conversación sin sentido volviera a su mente. Había decidido que esa era la última vez que iba a tener algo que ver con alguno de ellos, que iba a asegurarse de no volver a cruzarse en el camino de ninguno. ¿Por qué le importaba siquiera que intenciones pudiera tener la chica? Fuera lo que fuese, no podía ser algo bueno. ¿O sí?
Había una sola cosa que Vicky había aprendido a lo largo de su vida, y era que no podía confiar en absolutamente nadie. De pequeña no había llegado a comprender exactamente por que, pero ahora si lo hacía. Estaba perdida en medio de dos mundos. Los vampiros no confiaban en ella por ser mitad humana, y la despreciaban por ello. Los humanos desconfiaban de ella porque, después de todo, ellos eran su comida, por mucho que ella intentara evitarlo. La sangre era, le gustara o no, una necesidad. Pero para gente como Zach, eso no era una excusa aceptable. No cuando su único objetivo en la vida era exterminar a todos los de “su especie” sin discriminación. ¿Por qué tenía que tener ella alguna consideración con él, cuándo él no la tenía con ella?
Cuando entró en su casa, el rostro de su madre la recibió con una sonrisa forzada. Hacía dos años desde la última vez que Vicky había visto a su padre, y desde entonces su madre se había vuelto cada vez más melancólica. Vivía casi como una autómata. En ocasiones parecía despertar momentáneamente de su eterno sopor, como la noche en que Zach y Dylan la habían salvado de Marco, que se había percatado de su ausencia a tan altas horas de la noche y la había llamado. Pero generalmente no pasaba mucho hasta que volvía a aquel estado deprimente en el que se encontraba a diario. Hoy no parecía ser un día tan malo, se dijo Vicky. Al menos estaba intentando parecer alegre, aunque se leía a la legua que no lo estaba. Una punzada de nostalgia le golpeó el pecho. Y entonces comprendió por que en el fondo quería que las cosas con esos tres chicos estuvieran bien; o al menos con alguno de ellos: ellos eran las únicas personas que conocía con las que podía hablar libremente de su familia. Ellos sabían sobre la existencia de los vampiros, y no se horrorizarían ante su mención. Incluso tal vez podrían comprenderla un poco. En el fondo, Vicky pensó, ella y los cazadores no eran tan diferentes. Y tal vez, después de todo, no fueran tan distintas las intenciones de Liz. Después de todo, dudaba que ella tuviera alguna amiga en el colegio a la que pudiera hablarle sobre sus curiosos hábitos nocturnos.
Con un esfuerzo, Vicky le devolvió la sonrisa a su madre. Lo había decidido: en cuanto tuviera oportunidad, iba a volver a hablar con Liz. Tal vez, con el tiempo, incluso podría abrirle un poco la cabeza a Zach, y hacer que viera las cosas de otro modo.

 
ZACH

La voz del conductor del noticiero sonaba monótona al fondo de la habitación. Zach se revolvió en el sillón, estirándose para alcanzar el control remoto que descansaba entre un montón de revistas en la mesa ratona del medio del living. Cuando estaba a punto de cambiar, algo en las noticias llamó su atención, y entonces optó por subir el volumen.
Una muchacha de dieciséis años había desaparecido hacía unos días. Recordaba haber visto su foto en la televisión y también en los diarios. Lara Miguel. Era una chica bonita, de cabello negro como la noche y un aire gótico. En las noticias actuales estaban hablando sobre ella. Al parecer, la habían encontrado en un galpón abandonado, muerta. Pero lo que llamó más la atención del chico fue como había muerto. Daba la sensación de que se había desangrado casi por completo, aunque no sabían a donde había ido a parar la sangre ni como, ya que no presentaba ninguna herida grave. Solo había una curiosa marca en su cuello, como una vieja herida que sus padres aseguraron no haber visto jamás.
 -“¿Sabés donde está Liz?” preguntó la voz de su primo, entrando en la habitación. Al escuchar lo que decía el noticiero, hizo silencio, prestando atención a los detalles.
 -“No,” respondió Zach, una vez que terminó la información, apagando el aparato. “Preguntale a tu vieja…”
 -“Ya le pregunté. Dijo que se fue a lo de una amiga, pero no le dijo quien.”
Los dos chicos se miraron. Una idea asaltó la mente de Zach, que se levantó de su lugar y caminó a grandes trancos hasta la habitación de la chica.
 -“Como lo sospechaba,” murmuró, levantando un saco negro de la cama. “Tal como había prometido, Vicky vino a buscar sus cosas y devolver las de Liz, y nosotros no nos enteramos.”
 -“¿Y eso que tiene que ver?” preguntó Dylan, perplejo.
 -“Bueno, Liz estuvo bastante rara los últimos días. Misteriosa, yo diría. Creo que ya sé a que viene tanto misterio…”
 -“¿Te parece que pueda estar en lo de Vicky?”
 -“Como sea, creo que Vicky tiene algunas preguntas que responder sobre lo que acabamos de ver en las noticias, ¿no te parece? Después de todo, es un poco contradictorio con lo que ella dice, lo que acabamos de ver.”
Dylan asintió, todavía analizando la posibilidad de que su hermana estuviera realmente relacionada con la chica. Zach le hizo un gesto, y ambos salieron de la habitación para buscar sus abrigos e ir a averiguarlo.

La mujer que les abrió la puerta parecía hipnotizada o ausente. Una extraña sensación se apoderó de Zach al verla. Tal fue su sorpresa que no pudo reaccionar cuando esta le preguntó qué necesitaban.
 -“Soy el hermano de Liz,” explicó Dylan con voz trémula. “Necesito hablar con ella.”
La mujer lo miró como si recién se percatara de su presencia, y algo brilló en el fondo de sus ojos negros, como un cierto reconocimiento.
 -“Si, están arriba,” respondió entonces, señalando la escalera y apartándose de la puerta para dejarlos entrar. “La primera puerta a la derecha.”
Una vez estuvieron adentro, cerró la puerta y se dirigió a la cocina sin prestarles más atención. Los chicos se miraron, perplejos, y luego subieron. Los escalones rechinaron levemente mientras lo hacían, dándoles la impresión de estar en una casa embrujada. El pasillo de la planta alta era totalmente compatible con aquella idea. Era oscuro, apenas iluminado por la luz que venía de la planta baja, y las puertas de las habitaciones estaban todas cerradas, haciendo que el efecto sea algo tétrico.
Zach se quedó parado junto a la puerta que les habían indicado, escuchando. Desde adentro salía una música suave, acompañada de una voz femenina de formación lírica. Amortiguada por la melodía, la voz de Vicky sonaba casi constante, diciendo algo que no llegaba a comprender desde afuera. Dylan se acercó un paso, haciendo sonar una de las tablas del suelo, y la voz de la chica dejó de oírse. Zach hizo un gesto de desaprobación, y luego abrió la puerta.
La habitación era muchísimo más luminosa de lo que esperaba, por lo que tardó unos segundos en reconocer lo que había adentro. La luz brotaba de una ventana justo en el otro extremo, que daba directo a la calle. A un costado había una cama cubierta con un cubrecama color natural. Al otro lado, un armario y un escritorio sobre el que había un reproductor de música del que brotaba el sonido, y varias cajas de cd’s repartidas a su alrededor. Todos los muebles eran de madera de un color un tanto grisáceo, al igual que el parquet del suelo. Sentadas en el piso estaban dos personas: apoyada sobre el respaldo y la parte inferior de la silla que estaba junto al escritorio estaba Vicky, vestida con sus típicos jeans gastados y un sweater de lana azul y celeste ajustado al cuerpo. Tenía el cabello suelto, los rizos perfectamente definidos como la última vez que la habían visto, y se lo había tirado hacia un costado, por lo que le caía sobre el hombro izquierdo con total naturalidad. En sus manos estaban los palillos chinos que había usado la última vez para sostenerse el rodete, y parecía estar mostrándoselos a su prima, la cual estaba sentada a menos de un metro de distancia, la espalda apoyada contra la cama. Ambas se giraron a mirarlos entrar, y al reconocerlos el rostro de Liz se ensombreció.
 -“¿Qué hacen acá?” les preguntó en un tono bastante enojado.
 -“En realidad,” respondió Zach sin mirarla, “venimos a hablar con Vicky. Pero podemos esperar a que terminen con lo que estaban hablando. Creo que me va a interesar.”
Vicky le devolvió una mirada casi asesina. Sin apartar la vista de él ni un momento, tomó uno de los palillos con ambas manos, tirando de cada punta para un lado diferente, hasta que pareció separarse en dos piezas, y sin previo aviso, arrojó la parte más larga hacia el suelo, clavándolo en uno de los trozos de parquet, y dejando caer lo que parecía ser una especie de capuchón o tapa de metal que sonó como una moneda al golpear otra superficie.
 -“Wow,” dijo el chico en tono sarcástico. “Creo que tu mamá se va a enojar cuando vea eso. Aunque tal vez no…” La imagen de la mujer que les abrió la puerta volvió a su mente, poniéndolo incómodo. Avanzando un paso, levantó el otro palillo del suelo y lo examinó. Se trataba de una vara de madera de varios colores. Mirándolo bien, podía verse unas pequeñas líneas brillantes en la trama, donde se unían los distintos tonos. Era exactamente igual al cuchillo que él y Dylan llevaban en su mochila cuando salían a cazar. Pero, a diferencia de este, ambas puntas eran completamente redondeadas. O al menos eso parecía. Observándolo con detenimiento, podía verse que la parte inferior, la que era más delgada, era en realidad una especie de capuchón de metal, como la tapa de una lapicera, que calzaba perfectamente, disimulando la unión. Al sacarlo, quedaba al descubierto una punta aguda y filosa como una aguja, y aún así resistente, como acababa de demostrar la chica.
 -“Lindo juguete,” le dijo él. “Me pregunto de donde lo sacaste.”
 -“Tal vez algún día te cuente, si dejás de ser un idiota,” respondió ella con total frialdad. “Dijiste que querías hablar conmigo. ¿Qué pasa?”
 -“¿Cuándo fue la última vez que escuchaste las noticias?” preguntó él, dejando el arma nuevamente en donde estaba. Ella le devolvió una mirada de total incomprensión.
 -“Te explico,” dijo él, entonces. “Hoy encontraron a una chica muerta, drenada, en un galpón abandonado. Una chica que desapareció durante el último fin de semana. Y todo indica que fue en una de tus inofensivas fiestas de chupasangres.”
 -“¿Dónde fue eso?” preguntó la chica con total tranquilidad.
 -“En un galpón al sur de la ciudad, en la vieja zona de fábricas…”
 -“Ese es territorio del clan Yager. No tienen nada que ver conmigo.”
Zach la miró, incrédulo.
 -“¿Clanes? ¿Cómo en Vampire: The Masquerade? Pensé que eso era algo de juego de computadora nada más…”
 -“Más bien como los clanes escoceses,” respondió la chica con algo de fastidio. “No vas a venir a decirme que es la primera vez que escuchas sobre los clanes, ¿no?” Al decir esto, su mirada paseó por los rostros de los tres chicos en busca de una confirmación.
 -“En realidad no,” respondió Dylan, para su alivio. “Pero no creí que fuera a haber varios clanes en una misma ciudad con división de territorio y todo eso…”
Vicky suspiró, meneando la cabeza.
 -“Y Shang decía que tenía un largo camino por recorrer. Creo que esto lo supera…”
 -“¿Quién?” preguntaron los otros tres casi a coro, sin comprender.
 -“Shang… El de Mulán… ¿La película de Disney?” Los tres rostros le indicaron que no tenían la menor idea de sobre que estaba hablando.
 -“¿Pero es que no tuvieron infancia? ¿Nunca vieron una película de Disney?” Los chicos negaron en silencio. Ella los miró, perpleja. “Oigan, es grave. O sea, yo soy la hija de un vampiro, pero tuve una infancia normal…”
 -“Me pregunto desde cuando andar mordiendo los cuellos de la gente forma parte de una infancia normal,” dijo Zach en un tono mas bien irónico.
Vicky le devolvió una sonrisa despectiva, pero no le contestó. Liz se movió en su lugar, visiblemente incómoda. La situación se empezaba a poner tensa.
 -“Como les decía,” dijo Vicky, entonces, cambiando completamente de tono, “ese es territorio del clan Yager. Ya tuvieron el placer de encontrarse con algunos de sus miembros: Marco, la noche que nos conocimos, y mi adorable ex-novio Leo y sus amiguitos en la fiesta de Milena.”
 -“Eso explica por que lo mataste sin pensarlo dos veces al tipo ese…”
 -“No. Pero no importa, no lo voy a discutir con vos ahora.” Y sin volver a mirarlo, se dedicó a desclavar el palillo que seguía firme en el piso de la habitación.
Todos permanecieron en silencio, Liz mirando por momentos a su primo y su hermano y luego a su amiga, mientras esta se dedicaba a ignorar a los dos chicos que seguían parados entre ellas y la puerta. La música había dejado de sonar en algún momento en medio de la conversación, por lo que solo se oían los escasos ruidos de la calle, en aquel horario y época apenas transitada.
 Dylan miraba a ambos chicos de la misma forma que lo hacía su hermana, su mirada a veces encontrándose con la de esta. Ambos estaban totalmente perplejos. ¿Qué era lo que estaban esperando? ¿Cuánto tiempo más pensaban seguir ignorando el uno la presencia del otro? Zach seguía allí parado, los brazos cruzados, el peso del cuerpo sobre su pierna izquierda, observando la nada. Solo falta que se empiece a mirar las uñas, pensó Liz. Y en el momento que el chico hizo exactamente eso, algo dentro de ella explotó.
 -“¡Bueno, ya basta!” chilló, mirando a uno y otro, y clavando finalmente su mirada en Zach. “¿Qué es lo que estás esperando?”
El chico la miró sorprendido. Con total parsimonia, Vicky giró el rostro hacia él, esperando una respuesta. Incluso Dylan lo miró, aguardando.
Algo se debatió en su interior. Una parte de su mente le decía que era hora de ceder. Que si quería conseguir algo debía empezar a actuar de otra forma. La otra sentía un rechazo tal por aquella muchacha que estaba sentada allí frente a él y todo lo que esta representaba que se negaba a demostrar ningún signo de debilidad.
 -“Zach,” apremió su prima, impaciente.
 -“O.K.,” respondió él, alargando los sonidos con desgano. “¿Creés que puedas ayudarnos con eso? Digo, ¿o también vas a defenderlos a ellos?”
 -“¡Ya era demasiado perfecto para ser real!” se lamentó Liz.
Vicky rió con ganas durante un momento.
 -“No tengo ninguna intención de defenderlos. Las fiestas de sangre tienen reglas. Una de ellas es: no abusar. Si hubo un muerto, es porque las reglas no se están cumpliendo. Si fue un accidente o si fue adrede, lo ignoro. El problema es que está fuera de mi territorio. No puedo hacer nada al respecto, más que avisarte si escucho algo sobre el tema.”
 -“Si, claro,” murmuró el chico. “Entonces… nos vamos.” Y sin más, se dio media vuelta y salió de la habitación, acompañado de su primo y de la mirada atenta de su prima.
 -“¡Es un estúpido!” exclamó esta, entonces, una vez que hubo escuchado la puerta de la planta baja cerrarse.
Vicky esbozó una sonrisa que se desvaneció rápidamente de sus labios.



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