25 sept 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 11: Vicky.


Vicky volvió a donde todos estaban reunidos. Era un grupo de unas veinte personas, todos de aspecto juvenil, si bien algunos podían haber estado en cualquier edad entre los veinte y los treinta, y otros era claramente adolescentes. Aún así, ella y Milena eran, sin lugar a dudas, las menores. En aquel momento se encontraban en una acalorada discusión que ella bien sabía no llegaría a ningún lado sobre las relaciones con el clan Yager.
 -“Tenemos un tratado de paz,” respondió el que parecía ser el líder. “No podemos romperlo hasta no estar seguros…”
 -“William, con todo respeto, ese tratado se rompió hace rato. O al menos ellos lo consideran roto,” dijo uno de los que tenían aspecto de adolescente. “Hasta donde yo sé, dos vampiros de su clan desaparecieron y ellos aseguran que fueron asesinados por un miembro de este clan.”
 -“¿Y eso es verdad?” preguntó el aludido, observando severamente a todos los demás.
 -“Técnicamente,” respondió Vicky, como si hablara para si misma, “si mate a Flavio, pero fue en defensa propia. En cuanto a Marco, él me atacó pero yo no le hice nada. Lo que no quita que esta muerto.”
Todas las miradas se fijaron en ella un momento, y un murmullo se alzó a su alrededor.
 -“Te advertimos que no era una buena idea que ella fuera parte de este clan,” rugió otro de los presentes a su líder, señalándola.  William lo miró sin responder, impasible.
 -“¿Cómo fue eso?” le preguntó, entonces. “Creo que me debés, o más bien nos debes una explicación, Victoria.”
Vicky asintió.
 -“¿Puedo…? Necesito hacer pasar a Zach. El chico que me trajo,” explicó ella, haciendo un gesto hacia la puerta. “Él… él fue testigo de lo que pasó. Y… él fue el que mató a Marco, o al menos en parte.”
William asintió en silencio. Ella caminó nuevamente hasta la puerta y, abriéndola, le pidió al chico que la acompañara. Él la siguió sin decir nada hasta donde estaba el grupo reunido, y luego se quedó mirando al líder con un gesto de asombro e incredulidad poco propio en él.
 -“Zach, el es William Collin,” explicó ella, indicándole al hombre. “Es el líder del clan.”
 -“Veo,” murmuró el chico, como un zombie, observando al hombre que lo miraba casi con una risita.
 -“Zacarías Miller,” respondió entonces el otro. “Qué agradable sorpresa.”
 -“Veo que ya se conocen,” murmuró la chica entonces, con un tono casi aburrido.
 -“Si,” murmuró. “Él es mi profesor de historia. Pero… nunca pensé que fuera un…”
 -“¿Vampiro?” El hombre rió un momento. “Una de las cualidades de mi familia, que Vicky, mi sobrina, también heredó, es la de pasar muy desapercibidos. Pero… no entiendo cual es tu parte en esta historia.”
Entonces llegó el momento de ambos chicos de reír.
 -“Zach,” respondió ella, poniéndose seria, “es un cazador. Él me salvó la noche en que Marco me atacó.”
Su tío los miró con renovado interés.
 -“Creo que acá hay una historia interesante de escuchar,” murmuró entonces, haciéndoles un gesto para que comenzaran.
 -“Bueno,” empezó ella. “Todo esto empezó hará cosa de un mes, cuando Leo y yo nos peleamos. Creo que todos saben que él y yo salíamos, ¿verdad?” Todos a su alrededor asintieron. “Bueno, a él mucho no le gusto que nos peleáramos, o más bien que yo lo dejara. No voy a entrar en detalles de por que nos peleamos, porque creo que es algo personal, pero creo que es importante que quede bien en claro eso: yo no quería seguir con él; pero lamentablemente, al igual que muchos otros vampiros,” y al decir esto su mirada se paseo no solo por su tío sino por varios otros de los de aspecto más adulto, “tiene una visión un tanto anticuada de las relaciones y los derechos de las mujeres. Y entonces, se puso como loco porque sintió que yo lo estaba insultando. Y se sintió con derecho a mandarme a uno de sus matones, es decir Marco, a amenazarme. Aunque creo que él tenía otras intenciones… Y ahí es donde Zach y su primo, Dylan, entran en escena.”
A continuación, y sin demasiados detalles, entre los dos explicaron como ambos chicos la habían salvado del vampiro, ignorando que ella era también uno, y luego habían ido a la fiesta y habían sido atacados por Leo y su grupo de amigos, derivando en la muerte del otro, llamado Flavio, en manos de Vicky, como medida desesperada para ayudar a Liz.
 -“Bien,” sentenció William, una vez hubo finalizado la historia. “Al parecer este asunto ya fue aclarado. Y creo que es Leo Yager el que está en falta. Así que voy a tener que tratar este asunto con diplomacia con su padre. Ahora, creo que es momento de volver a lo que nos incumbe: las fiestas de la muerte.”
 -“Insisto en que el clan Yager está relacionado con todo esto,” exclamó una muchacha rubia de mirada profunda que indicaba que su edad no era la que su aspecto mostraba. “Todas son en su territorio. Me niego a creer que no lo saben.”
 -“Es probable que alguien en el clan Yager esté relacionado con las fiestas de la muerte,” murmuró Vicky, nuevamente como si hablara para si misma pero atrayendo la atención de todos. “Pero no son quienes las organizan. Y no había ninguno de ellos en la fiesta en la que estuvimos.”
 -“Bueno,” exclamó su tío, reprimiendo una sonrisa. “Parece que todavía tenés más historias para contarnos, ¿eh Vicky?”
 -“Solamente acompañé a Zach a hacer una pequeña investigación… Nada más.”
 -“¿Y qué fue lo que vieron?”
 -“Eh… bueno. En primer lugar, creo que lo interesante era la invitación. La cual lamentablemente no tengo. Pero el símbolo que había grabado de uno de los lados me pareció sumamente interesante.” Todas las miradas estaban fijas en ella, aguardando. Con los dedos, describió un trazo en el aire: una especie de lágrima que se repetía una y otra vez sobre si misma, volviéndose cada vez mas pequeña, hasta desaparecer de la vista. Un gesto de asombro se pintó en los rostros de todos los demás al verla.
 -“Parias,” exclamó la chica rubia, sacando el pensamiento de la mente de los demás.
 -“Y también hijos de la noche,” agregó Vicky, girando la vista primero a Zach y luego hacia su tío.
 -“¿Cómo estás tan segura de eso?” preguntó este último.
 -“Bueno… en un momento Zach y yo nos separamos, y un grupo de chicas se le acercó. Y, sinceramente, nunca en mi vida conocí a ninguno de nosotros que pudiera hipnotizar a alguien, menos a un cazador. Así que, además, son bastante mayores.”
El murmullo volvió a alzarse a su alrededor. Zach observaba al grupo con un gesto que indicaba que había algo que no había terminado de captar, pero no dijo nada.
 -“Hay que hacer algo para pararlos,” exclamó, por último, la chica rubia, dirigiéndose a William. “Antes de que sea demasiado tarde.”
 -“No podemos provocar una guerra. No sabemos cuantos son ni donde se esconden. Tenemos que averiguar mas cosas antes de tomar algún tipo de medida.”
 -“No sabemos donde se esconden, pero si donde van a estar. Las fechas y lugares de las fiestas se publican en una página de Internet. Solo puede verla quien tiene una clave, pero yo la tengo. Solo con saber donde y cuando va a ser la próxima fiesta de la muerte, tenemos información suficiente para idear un plan.”
William miró a su sobrina con algo de asombro. Vicky sabía por que: con tantos años en el mundo, a la mayoría de ellos se les hacia difícil comprender el funcionamiento de los aparatos que los de su generación manejaban con tanta naturalidad, como celulares y computadores. Y la Internet era algo que jamás iba a llegar a comprender. Que un grupo de parias e hijos de la noche pudiera hacerlo era algo bastante extraño. Más si, como ella aseguraba, eran vampiros de bastante edad.
 -“¿Qué proponés?” preguntó él.
 -“Bueno,” dijo ella, mirando a Zach. “No somos los únicos preocupados por esta situación. Hace un rato se reunió en esta misma ciudad un concejo de cazadores de vampiros. Creo que deberíamos intentar aliarnos con ellos, al menos por esta vez.” Al decir esto, fijó su mirada en el chico en busca de apoyo. No sabía si iba a funcionar, pero era lo único que se le ocurría para que aquello no se convirtiera en una masacre. Este le devolvió una mirada al principio confusa, pero luego algo en sus ojos cambió, como un brillo de comprensión.
 -“Vicky tiene razón,” dijo entonces, dirigiéndose a William. “El concejo se reunió hoy, pero no llegó a nada concreto. Mañana van a reunirse otra vez. Creo que… alguien tendría que ir en representación del clan para intentar llegar a un acuerdo.”
 -“¿Y como sabemos que podemos confiar en ellos?” preguntó el que antes había mencionado que Vicky no debía ser parte del clan. “¿Cómo sabemos que no va a ser una trampa y que cuando lleguemos ahí no van a matarnos a todos?”
 -“En primer lugar,” contestó la chica, con ojos llameantes, “porque no vas a ser vos el que vaya, te lo garantizo. En segundo lugar, porque confío en ellos.”
William asintió, haciendo un gesto para que el otro guardara silencio.
 -“Creo que tienen razón. Zach, necesito que organices eso, una reunión con el concejo. Yo mismo voy a ir personalmente a verlos, acompañado solamente por un par de personas confiables. Necesito que les comuniques eso, que no queremos enfrentarnos a ellos, solamente hablar. Y necesito que la reunión sea cuanto antes.”
Zach asintió, serio. Nadie más dijo nada al respecto, y la reunión se dio por finalizada.
 -“Te llevo a tu casa,” le dijo entonces a Vicky, mientras volvían hacia donde estaba la moto. Ella asintió en silencio, seria. Hasta que hubieron llegado a su casa, ninguno de los dos dijo absolutamente nada. Había algo extraño, como una especie de barrera, que se había alzado entre ellos y aún no sabían por que, aunque tenía una ligera sospecha: algo en el rostro de Zach había cambiado luego del llamado de Liz. Tal vez hubiera empezado a caer de una vez por todas en lo que ella misma le había hecho notar hacía apenas unas horas.
Una vez se bajó del vehículo, se miraron un momento sin saber que decir. Entonces, la puerta de la casa se abrió de par en par. La luz proveniente del interior los iluminó un momento antes de quedar tapada por una figura.
 -“¡Tom!” exclamó ella, mirando al hombre que salía. “Hubo reunión del clan, ¿por qué no fuiste?”
 -“William acaba de llamarme. Quedate tranquila que estoy al tanto.”
Ella asintió. Zach y Tom se miraron un momento, como con desconfianza.
 -“Zach, él es Tom. Es… un amigo de la familia.”
 -“Si, creo que ya nos conocemos,” respondió Tom, extendiéndole una mano que el chico no tomó.
 -“Nos vimos una vez,” respondió antes de girar nuevamente hacia su vehículo. “Chau, Vicky. Nos vemos.”
Vicky hizo un gesto de despedida pero no llegó a decir nada. El chico ya se había ido.

19 sept 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 10: Zach.





Zach se movió, intentando buscar una posición cómoda. Había algo clavándose en su espalda. Vicky dejó escapar una risita. Seguían en el piso. La alfombra aislaba el suelo lo suficiente como para que no fuera incómodo. Luego de aquel instante, de aquel descubrimiento, los había invadido la calma. Ambos habían perdido la cuenta de cuanto llevaban así; el acostado mirando el techo, abrazado a ella, que se había acurrucado a su derecha, la cabeza apoyada sobre su pecho, escuchado el distante latido de su corazón.
 -“¿Qué?” demandó él, mirándola de reojo. “Es fácil estar cómoda cuando no hay nada clavándose en tu espalda.”
 -“Es que no me explico como podés vivir en semejante caos.”
 -“Será que acabamos de pelearnos y está todo tirado por el suelo.”
 -“O sea que es mi culpa, ¿no?” preguntó Vicky en un tono entre irónico y divertido.
 -“Y…Si…” respondió él fingiendo seriedad.
Ambos rieron un momento. Luego, volvieron a quedarse serios, en silencio.
 -“¿Por qué viniste?” preguntó él, entonces.
Ella lo miró con extrañeza.
 -“¿Por qué viniste? ¿Por qué intentaste evitar que me fuera?” Agregó él.
Los ojos de Vicky se ensombrecieron. Sin decir nada se levantó y se sentó cruzando las piernas sobre el suelo, mirándolo.
 -“Liz y Dylan vinieron a verme. Me pidieron que tratara de convencerte.” Se hizo una pausa. “Liz me mandó un mensaje al celular para avisarme que estaban por salir y estaba preocupada.”
 -“Si,” respondió él con una risita. “Me encerró en mi habitación.
La sonrisa desapareció de su rostro al ver que ella seguía seria.
 -“¿Qué pasa?” le preguntó, levantándose del suelo y quedando nuevamente a pocos centímetros de ella.
 -“Liz…”
 -“¿Qué pasa con Liz?”
 -“Va a odiarme si se entera de esto…” murmuró con culpa.
 -“¿Por qué debería?
 -“¡No puede ser que estés tan ciego!” rugió Vicky, girándose y dándole en parte la espalda.
 -“No entiendo,” respondió él, perplejo.
 -“Aunque nunca me lo hubiera dicho, que lo hizo, creo que es bastante obvio por la forma en la que te mira…” dijo ella con voz temblorosa.
 -“¡¿Qué?! ¿De qué estás hablando?”
 -“De que ella siente algo por vos…”
 -“Pero… ¡es mi prima!”
 -“¡No, no es tu prima!” respondió casi con un grito. “¡Es la medio-hermana de tu primo! ¡No tiene ninguna relación con vos!”
Zach la miró perplejo.
Antes de que pudiera decir algo, un sonido llamó su atención. Música. Una voz femenina cantando en un tono melancólico algo que parecía una ópera, acompañada de instrumentos más propios de una banda de metal. Vicky rebuscó en su bolsillo, y sacó su celular.
 -“Es mi prima,” explicó mientras lo abría y atendía. “Hola.”
El único sonido que se escuchó por un momento fue el zumbido de la voz de la otra chica en el aparato. Vicky la escuchaba seria.
 -“No se cuanto pueda tardar en llegar,” respondió sin moverse. “Estoy lejos.” Silencio otra vez. La otra hablaba. “Ya voy para allá,” concluyó la chica, cerrando el aparato y levantándose del suelo casi de un salto.
 -“¿Qué pasa?” interrogó Zach, olvidando su conversación anterior.
 -“Hay una reunión del clan. Tengo que estar ahí…”
 -“¿Cuándo?”
 -“¡Ya! Es una cosa así como de emergencia… ¡No voy a llegar!”
 -“¿Dónde tenés que ir? Yo te llevo…” Mientras decía esto, se puso de pie.
 -“Donde fue la fiesta… la primera a la que fuimos…”
Él asintió.
Zach rebuscó en sus bolsillos y en la mochila, y tomó dos juegos de llaves. Acto seguido, le hizo un gesto a la chica para ir hacia la ventana, la única salida.
Ella sonrió.
 -“Podemos hacer esto bien.”
 -“La puerta está cerrada con llave… y no la puedo abrir. Y no la vas a romper,” la atajó al verla dirigirse a la puerta. “Sarah va a matarme si no.”
Ella hizo un gesto que podía interpretarse como un “como quieras” y saltó por la ventana. Aterrizaron con total naturalidad en la vereda, justo frente a la puerta del garage que él se dispuso a abrir.
 -“No te asustan las motos, ¿no?” le preguntó.
 -“No, respondió ella con un tono algo distante. “Mi papá tenía una cuando era chica.”
 -“Ah…” Zach meditó un momento mientras entraban. “Dijiste que la que te llamó era tu prima, ¿verdad?”
 -“Si.”
 -“¿Y por qué lo dijiste como si la conociera? ¿La conozco?”
Vicky lo miró sin entender un momento.
 -“Si que la conocés. Aunque ahora que lo pienso… nunca te dije que era mi prima… Milena, la chica que me invitó a la fiesta.”
 -“Me dio la sensación de que se parecían un poco…”
 -“Tenemos ojos parecidos; los de ella son más claros.”
Zach asintió. Podía que fuera eso. Sin decir más se acomodaron sobre el vehículo y salieron. En veinte minutos estaban en el lugar.
 Vicky abrió una puerta y lo hizo pasar. El edificio era el mismo, pero estaban en la planta baja. Frente a ellos había una puerta doble de madera. A un costado había otras escaleras. La habitación no tenía ningún mueble.
 -“No podés pasar,” le explicó la chica, señalando las puertas. “Solo miembros del clan…”
 -“Claro,” respondió él. “Te espero acá, si querés. No voy a hacer nada, te lo prometo.”
Ella le dedicó una sonrisa forzada y cruzó las puertas, que se cerraron con un sonido seco a su espalda, dejando escapar por un segundo el sonido de voces que discutían.

No hacia demasiado desde que estaba allí esperando, cuando la puerta se abrió otra vez. Una suave música inundó el ambiente. Vicky se asomó y le alcanzó su teléfono celular.
 -“Tomá, es Liz. Atendela.”
Zach abrio el aparato mientras la chica volvía a entrar. No se lo había terminado de acercar a la oreja, cuando el llanto y la voz desesperada de su prima empezaron a sonar:
 -“Vicky, acabamos de llegar,” dijo entre sollozos, sin dejarle hablar, “todo es un desastre. No sé que pasó, pero Zach no está y no sé que es lo que le pasó…”
 -“Liz, tranquila,” intentó calmarla, aún sorprendido por la desesperación de la chica. “Soy yo, soy Zach.”
 -“¡Zach! ¡Estás bien!” exclamó ella al oír su voz. “Pensé…”
 -“Quedate tranquila. Estoy bien. Vicky está teniendo una especie de… reunión familiar. Tuve que traerla de urgencia.”
 -“Pero… ¿Pasó algo?” El tono de Liz se fue volviendo más relajado, si bien la preocupación seguía presente.
 -“No sé. No me dejaron entrar.”
 -“¿Y… qué fue lo que le pasó a tu habitación?”
 -“Ah, eso… Vicky y yo tuvimos una… pequeña peleita. Nada importante.”
Se hizo silencio. Incluso la respiración de Liz sonaba más calmada. Aún así, Zach seguía sorprendido. ¿Podía ser posible que Vicky tuviera razón respecto a los sentimientos de la otra chica? ¿Realmente había estado tan ciego todo este tiempo como para no verlo por sí mismo?
 -“¿Qué… qué pasó en el concejo?” preguntó, por último, para cortar el silencio interminable.
 -“No mucho,” contestó la otra, intentando concentrarse en el tema. “Hay otra reunión mañana a la noche. No se llegó a gran cosa.”
 -“Ok. Después me decís bien que se habló.” La otra asintió y cortó. Zach cerró el teléfono y se sentó sobre la moto, meditando.

12 sept 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 9.


VICKY

La cercanía de la primavera había empezado a dejar huella, no solo en el mundo real sino en el virtual. El aspecto del blog que ya se le había vuelto costumbre seguir también había cambiado. Sobre el fondo negro, impenetrable como la noche, corrían innumerables líneas plateadas como telas de araña. El símbolo que representaba a los parias estaba presente en la esquina superior derecha, rojo sangre. Y el texto corría en la pantalla en un degradé de colores apenas visible para alguien que no tuviera una visión sobrenatural.
Zach no había vuelto a aparecer desde la discusión que habían tenido en la puerta de su casa. Por lo que Liz le había dicho, aún no le perdonaba que le hubiera ocultado la fecha de la última fiesta, sin importar que ella tuviera razón al hacerlo. Para empeorar las cosas, dos chicos habían aparecido muertos en los últimos días, a pesar de que ninguna nueva fecha se había anunciado. Hasta ahora. El nuevo lugar y fecha brillaban ahora frente a sus ojos. Y con ella empezaba a crecer dentro de ella una sombra de terror. Estaba segura de que, en algún otro lugar, Zach iba a ver el anuncio. Y esta vez seguramente iba a querer actuar, aunque fuera por sí solo.
El ruido del timbre en la planta baja la sacó de sus pensamientos. Unos segundos más tarde, alguien golpeaba la puerta de su habitación.
 -“¿Si? Está abierto,” dijo, cerrando el explorador de Internet y girándose para quedar cara a cara con quien entraba, mientras la puerta se abría de forma casi tímida. Frente a ella había dos figuras que eran dueñas de un parecido tal que era imposible no darse cuenta de que eran hermanos: un chico y una chica de cabello rubio muy claro y muy lacio, y unos ojos negros como el azabache: Liz y Dylan.
 -“¡Hola!” los saludó con sorpresa. Era la primera vez que Dylan iba a su casa y no estaba acompañado de Zach.
 -“Hola,” respondieron los dos casi a coro, entrando en la habitación. Vicky los miró en silencio mientras se sacaban las camperas que llevaban puestas y se sentaban en la cama. Giró completamente la silla para quedar frente a ellos y esbozó una sonrisa algo forzada antes de preguntarles por el motivo de la inesperada visita.
 -“Estamos preocupados,” respondió Liz, luego de mirar a su hermano. “Por Zach.”
Vicky sintió una especie de vacío en el pecho. Hizo un gran esfuerzo para que su rostro no lo expresara. Como no dijo nada, Liz volvió a hablar.
 -“Esta noche hay otra de esas fiestas,” explicó, “y Zach está decidido a ir.”
 -“Me imaginé,” suspiró ella, meneando la cabeza en señal de desaprobación. Se hizo un nuevo momento de silencio.
 -“Vinimos,” empezó Dylan, entonces, “porque necesitamos que nos ayudes a convencerlo de que no vaya…”
Vicky los miró con sorpresa.
 -“No sé si se dieron cuenta de que Zach no me dirige la palabra,” argumentó la chica, mirando a uno y otro hermano. “No sé que pueda llegar a hacer para convencerlos que ustedes no.”
Los dos chicos se miraron un momento.
 -“El problema,” dijo Liz entonces, “es que esta noche ninguno de los dos va a estar en casa, y no podemos hacer nada para pararlo si decide ir.”
 -“¿Dónde…?” empezó a preguntar Vicky.
 -“Todo esto que está pasando ya llamó demasiado la atención,” explicó Liz. “Se va a reunir un concejo de cazadores y vamos a ir.”
 -“Pero Zach dice que es una pérdida de tiempo,” continuó Dylan, con un tono algo resignado. “Y en muchos casos probablemente lo sea… El concejo tarda mucho en tomer una decisión, pero en este caso es necesario…”
 -“Si, sé como funciona un concejo de cazadores… Y tarda mucho en llegar a algo concreto porque no es algo estable.”
 -“Es verdad. Solo se junta en situaciones especiales. Pero en este caso la única forma de parar lo que está pasando es con ellos,” agregó liz.
Vicky suspiró, y se hizo un nuevo silencio. Los dos pares de ojos negros se posaron sobre ella, expectantes. Su mirada, de todos modos, estaba fija en el suelo, justo donde el parquet se había marcado cuando ella había dejado clavado uno de sus palillos chinos. Pero la presión y la expectación de aquellos ojos mirándola se sentían como una fuerza invisible presionándola contra su silla hasta fundirla con ella, e incluso quebrarla.



ZACH

Liz cruzó caminando frente al televisor, impidiéndole que viera apenas un detalle de la película. Zach gruñó en voz baja.
 -“Perdón,” se excusó ella, sin mirarlo. “Estamos un poco apurados.”
 -“No necesitás cruzarte frente al televisor por eso,” respondió él, solo por el gusto de molestarla.
 -“Zach, vamos a hacer algo importante. No es un juego… ¿Por qué no venís con nosotros?”
 -“Porque quiero ver la película,” respondió él, sin mirarla.
 -“¿Vas a quedarte en casa?”
 -“Por supuesto,” respondió con una sonrisa que indicaba lo contrario.
Liz salió de la habitación hecha una furia. Él se limitó a reírse. Una vez que escuchó la puerta cerrarse, apagó el aparato, y fue hasta su habitación.
Se trataba, en realidad, de una especie de buhardilla o altillo, la única habitación de la planta alta. Las paredes estaban recubiertas de madera, dando la sensación de estar en una cabaña. El piso estaba cubierto por una alfombra de un color grisáceo marcada en varios lugares por una distribución de muebles anterior. Había un armario negro y una cama de una plaza y media con las sábanas revueltas. A un costado había un baúl de madera y una silla sobre la que descansaba la mochila del colegio.
Con paso rápido, se acercó al baúl de madera y lo abrió. En su interior brillaba una inusual colección de armas de los más diversos aspectos. Luego de revolver un poco, vació la mochila de libros y la cargó con algunas de las armas, incluyendo el cuchillo que había heredado de sus padres, aquel hecho de metal y madera combinadas de forma para él desconocida.
Mientras hacía esto, un ruido lo sobresaltó. La puerta de su habitación estaba cerrada… Con llave, comprobó, cuando se acercó a intentar abrirla.
Liz. Estaba seguro de que había sido ella que había entrado otra vez a la casa para asegurarse de que él no pudiera salir. Golpeó la puerta una y otra vez, pero nadie respondió. Volvió a golpearla. Sabía que no iba a ceder, era demasiado fuerte. No tenía caso perder el tiempo con eso. Con un suspiro de resignación, caminó hasta la única ventana. Al abrirla, un viento suave invadió el ambiente, revolviéndole el cabello. El techo caía unos metros. Luego, era un salto de tres metros, y la vereda. Nada que no hubiera hecho antes. Con unas sonrisa, se dio media vuelta y caminó hasta su mochila. Cuando se disponía a salir por la ventana, una sobra apareció frente a él.
 -“¿Y exactamente dónde pensás ir?” le preguntó Vicky, apareciendo frente a él y bloqueándole la salida.
 -“¿Vicky? ¿Qué hacés acá?” preguntó él, aún intentando descubrir como había llegado hasta ahí.
 -“Asegurándome de que no hagas nada estúpido, como ya sabemos que es tu costumbre,” respondió ella, saltando adentro de la habitación con la gracia propia de una bailarina.
 -“Vicky, dejame en paz,” contestó él, de forma casi agresiva, intentando apartarla.
 -“¡Zach! Lo que vas a hacer es suicida, no voy a dejar que te vayas.” Y al decir esto lo tomó por el brazo y, haciendo gala de su fuerza, tiró de él hasta hacerlo trastabillar y caer hacia atrás. “Aunque eso signifique que tengo que pelearme con vos.”
Zach se levantó, furioso. Estaba bien claro, por la forma en que los ojos de la chica brillaban, que hablaba muy en serio. Bien, ella quería pelear; entonces iba a pelear. ¡Qué después se atuviera a las consecuencias! Sin darle tiempo a prepararse, le salto encima, derribándola contra el suelo.
Estaba seguro de poder reducirla en solo cuestión de segundos, pero ella lo sorprendió. Con un golpe seco, lo arrojó a un costado, poniéndose rápidamente de pie, y abalanzándose sobre él a toda velocidad. Cuando logró deshacerse de ella, un hilo de sangre comenzó a brotarle lentamente de la nariz. Se lo limpió de un manotazo, profiriendo un glosario de palabras en voz baja. Ella soltó una risita que se desvaneció al instante, y esperó. Él volvió a saltarle encima, y ambos se estrellaron contra la pared con fuerza, haciendo que ella golpeara con todo el cuerpo sobre las tablas que la revestían. Con la mano derecha intentó aprisionarla, pero un golpe en medio del estómago lo obligó a retroceder unos centímetros. Sus manos se alzaron intentando frenar el siguiente golpe, y nuevamente volvieron a trenzarse en una lucha campal.
Sin saber como, logró tomarla por las muñecas. Nuevamente volvieron a estrellarse contra la pared, sus rostros a solo unos centímetros de diferencia, la respiración agitada. Desde donde estaba podía escuchar el tamborileo de su corazón y sentir el ir y venir de su pecho con cada bocanada de aire. Su rostro, generalmente pálido, había tomado un suave color rojizo. Sus miradas se encontraron. Sus ojos eran de un gris oscuro tan profundo que parecía que podía perderse en ellos, descubrió con asombro. Y entonces cayó en la cuenta de que, hasta ese momento, jamás la había mirado realmente a los ojos. No desde que había descubierto lo que era, al menos. Sus miradas se habían cruzado apenas un instante en varias ocasiones, pero siempre la había apartado casi de inmediato. La tensión desapareció. Ella dejó de luchar por soltarse. Simplemente se quedó allí, acorralada contra la pared, sus ojos clavados en los de él, sin decir una sola palabra. Allí fue cuando se percató de otra cosa: el temblor de sus manos había vuelto. ¿Cuánto hacía desde que no se alimentaba de sangre?
Algo dentro de él también cedió, aflojando la presión que ejercía para mantenerla atrapada. Había algo que no podía descifrar sucediendo justo frente a sus ojos. Y ella también parecía ser consciente de ello; o al menos parte. ¿Qué cosa…? Su pulso volvió a acelerarse. Volvió a ponerse tensa, pudo sentirlo en todo su cuerpo, pero no volvió a pelear. Ni siquiera intentó zafarse de él. Solo seguía allí plantada, mirándolo como si quisiera devorárselo con los ojos. Y entonces comprendió que era lo que estaba sucediendo, y se dejó llevar…
Sus manos soltaron sus muñecas con recelo, temeroso de que ella aprovechara la oportunidad para contraatacar; pero no lo hizo. Sus rostros seguían a tan solo unos centímetros, sus ojos clavados en los del otro. Sus manos recorrieron los brazos de la chica hasta llegar al cuerpo, y luego, con violencia, la acercó más hacia él, hasta quedar pegados. Las manos de ella se enredaron con igual violencia en su cabello, acercando su rostro hacia ella con fuerza. Y antes de que pudieran darse cuenta de lo que estaba sucediendo, estaban besándose como jamás habían besado en sus vidas. Había una desesperación en sus cuerpos de la que recién comenzaban a ser conscientes; un sentimiento reprimido cargado de deseo y necesidad.
Zach retrocedió unos pasos sin soltarla, obligándola a moverse con él. En la desesperación, sus pies trastabillaron, haciéndolos caer al piso. Pero para ese entonces, ambos habían decidido que ya no importaba. En pocos minutos, todo el mundo a su alrededor no fue absolutamente nada.

5 sept 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 8.




ZACH

Había pasado casi un mes desde aquella fiesta a la que habían ido con Vicky. Las noticias de los días siguientes habían hablado solo de un par de adolescentes internadas con una enfermedad que no podían explicar, pero que él sabía perfectamente de que se trataba: falta de sangre por la mordida de un vampiro. Una de las chicas había fallecido a los pocos días, la otra seguía aún ahora en el hospital. Alguna vez, en todo ese tiempo, había ido a lo de Vicky a revisar el blog de Internet para tratar de averiguar lugar y fecha de la próxima fiesta, pero no había aparecido nada. De a poco, su impaciencia había ido creciendo. Aún así, nunca se habían sentado a elaborar un plan para actuar en caso de que se confirmara una nueva reunión.
De pronto, la voz del noticiero llamó su atención. Sarah, la madre de Liz y Dylan miraba la televisión, y se había detenido en aquel canal al ver una noticia alarmante. No solo habían encontrado a una chica muerta, nuevamente en el territorio que Vicky asegurara pertenecía al clan Yager, había otras dos chicas y también un chico en el hospital. Una nueva fiesta de la muerte se había llevado a cabo, y esta vez más descontrolada que las anteriores. Y lo que era pero, él no se había enterado. ¿Cómo podía ser posible? Hacía varios días que él no miraba el blog, pero Vicky había asegurado que lo revisaba todos los días. ¿Cómo  podía haber pasado aquello por alto?
La furia se apoderó de él. Estaba seguro de que la chica lo había visto. ¿Por qué no le había avisado?
Sin decir una palabra, corrió hasta el garage de la casa. Revolvió en un rincón de la pared el que colgaban varios juegos de llaves de un clavo, hasta encontrar lo que buscaba, y luego se dirigió a un rincón oscuro de la habitación, donde descansaba, algo cubierta de polvo, una moto negra de aspecto imponente a pesar de tener ya algunos años. Sin molestarse siquiera en buscar un casco, abrió la puerta y salió a toda velocidad en dirección a la casa de la chica.
Al llegar, se la encontró en la puerta, hablando animadamente con Liz, como si todo estuviera perfectamente bien. El ruido del motor llamó la atención de las dos chicas, que se giraron a observar de qué se trataba. Y, al reconocerlo, el rostro de ambas se ensombreció levemente. Hecho una furia, dejó el vehículo a un costado y se abalanzó sobre la morocha, la cual no apartó la mirada de él un segundo.
 -“¿Por qué no me avisaste?” le rugió. “¡Hubo otra de esas fiestas malditas y no me dijiste nada! ¿Por qué?”
 -“Por que no iba a servir de nada que fuéramos otra vez. No podemos ayudar a nadie solo mirando. Y es arriesgado estar ahí. Alguien podría descubrirnos.”
La furia de Zach iba en aumento. Liz lo miraba atónita a un costado.
 -“Zach, si me soltás sería muy bueno,” exclamó Vicky con parsimonia. “Me estás lastimando.”
El chico bajó la vista hacia sus manos. Había tomado a la chica casi por los hombros, y estaba sujetándola con fuerza, sus dedos hundidos en la carne. Intentando calmarse, la soltó.
 -“No nos sirve de nada saber cuando van a hacer una fiesta,” intentó explicarle ella entonces, “si no tenemos algún plan. Esto no es un juego, Zach.”
 -“¡Pero están matando gente!” rugió él, intentando contenerse de agarrarla de nuevo.
 -“Y si vamos así nomás a querer pararlos va a ser a nosotros a quienes van a matar. Y no va a ser de mucha ayuda.”
 -“Zach, ella tiene razón.” La voz de Liz sonó temerosa. A pesar de que, al hablar, se acercó a él, mantuvo una distancia prudente. La furia del chico parecía muy lejos de aplacarse, y ella no deseaba ser su próxima víctima.
 -“¡Vos no te metas!” le gritó entonces, mirándola con furia, y haciéndola retroceder, pálida. Su mano volvió a ejercer presión sobre el brazo de Vicky, que hizo una mueca de dolor.
 -“¡Hey! ¿Qué está pasando acá?” Los rostros de los tres adolescentes giraron al mismo tiempo. En algún momento durante la discusión, un muchacho cuyo aspecto no parecía indicar que fuera mucho mayor que ellos mismos apareció caminando por la calle. No era más alto que Zach, pero si visiblemente más robusto.
 -“Hola, Tom,” saludó Vicky con voz monótona. La presión se liberó completamente en su brazo. Zach miró al muchacho de arriba hacia abajo y se giró hacia donde estaba la moto.
 -“Después hablamos,” le dijo a Vicky, mientras e iba.
 -“¿Todo bien?” preguntó Tom, mirándolo alejarse.
 -“Si, todo bien,” murmuró ella, ausente, masajeándose el brazo mientras caminaba hacia la puerta de su casa.

LIZ

Los tres entraron a la casa en silencio. Tom caminó hacia uno de los sillones y, mientras las chicas empezaban a subir la escalera, murmuró algo de esperar a la mamá de Vicky allí, a lo que ella asintió.
 -“¿Liz, estás bien?” le preguntó la chica una vez que hubieron llegado arriba, viéndola con preocupación. “Estás pálida.”
Sin decir nada, la chica se sentó sobre la cama. Una imagen había quedado grabada a fuego en su cerebro: algo que la había sorprendido y aterrado. Dos ojos, generalmente de un tono apenas verdoso, clavándose sobre ella con un brillo rojizo como dos llamas. Los ojos de un vampiro; pero en la última persona en la que esperaba verlos.
 -“¡Liz!” Vicky la volvió a traer a la realidad.
 -“Yo… Vicky, vos… ¿viste los ojos de Zach?”
La otra le devolvió una cara de sorpresa.
 -“Cuando me miró, mientras estabamos afuera, sus ojos… Estoy segura de que los ví brillar como… como si fuera un vampiro.”
La cara de Vicky permaneció inmutable un momento, y luego el atisbo de una sonrisa iluminó sus labios. Giró la silla del escritorio y se sentó mirando a su amiga con expresión pensativa.
 -“Supongo,” dijo entonces, “que es una prueba de que las leyendas son ciertas…”
 -“¿Qué leyendas?” interrogó la otra.
Vicky suspiró. Liz se acomodó en una posición más cómoda apoyando la espalda contra la pared y subiendo los pies a la cama. Sabía, por la expresión de su rostro, que la chica iba a contarle una historia interesante.
 -“Hay un par de leyendas que hablan sobre los orígenes de ciertos tipos de vampiros y de los primeros cazadores. Más que leyendas yo diría que son, básicamente, teorías; desde mi punto de vista muy razonables y posibles, aunque otros no las acepten. Zach sería el primero en negarlas…”
Vicky hizo una pausa, como buscando las palabras para seguir. Liz le devolvió una mirada expectante.
 -“Como ya sabrás,” siguió la chica, “hay dos tipos de vampiros. Unos son los que algunos llaman vampiros nocturnos. Son vampiros que, entre otras cosas, no toleran la luz del sol. Ninguno nació así: todos fueron humanos que recibieron la cantidad suficiente de sangre de otro vampiro como para transformarse. El otro tipo son los vampiros como los de mi familia; los que iniciaron la tradición de agruparse en clanes. Algunos los llaman vampiros de sangre pura o vampiros diurnos, porque pueden estar a la luz del sol. Son vampiros desde que nacen. Crecen y llegada cierta edad dejan de envejecer. Son los únicos que pueden reproducirse… por los métodos tradicionales, digamos.”
Liz asintió con una leve sonrisa. Hasta ahí, Vicky no le estaba diciendo nada nuevo. La chica siguió hablando:
 -“No se sabe cual es el origen de los primeros vampiros, pero si se sabe que los llamados vampiros nocturnos fueron los primeros en aparecer. Algunos dicen que los primeros vampiros diurnos fueron los hijos de mujeres que estaban embarazadas en el momento en que fueron transformadas; que su nuevo estado se transmitió a los bebés en una forma de vampirismo mutado. Nadie sabe muy bien, aunque es probable. Del mismo modo, algunos dicen que los cazadores de vampiros así como ustedes: familias que por generaciones se dedican a cazarnos, se originaron entre los hijos de mujeres que, probablemente, fueron violadas por vampiros. Dicen que, al mezclarse primero con humanos, la sangre vampírica se fue disolviendo, desapareciendo cosas como la sed. La mayoría de los cazadores se casa con otros cazadores, por lo que ciertas otras cosas no se pierden. Por eso son tan rápidos, tienen mejores reflejos y más fuerza que las personas comunes… Y necesitan dormir menos.”
Liz la miró entre asombrada e incrédula, procesando lo que acababa de escuchar.
 -“Zach podría matarte si te escuchara decir eso,” respondió entonces. “Jamás lo aceptaría. Aunque… realmente explicaría muchas cosas… Si, me parece posible.”
Vicky la miró un momento, esperando a que se explicara. De algún modo intuía, de forma acertada, que la chica no solo hablaba de lo que había presenciado un momento atrás.
 -“Supongo,” empezó Liz, entonces, “que ya te habrás dado cuenta de que yo… bueno, no soy muy beuna con todo esto de cazar vampiros y todo eso. O sea, no es solo que no tengo mucho entrenamiento, sino que… Nunca me gustó mucho entrenar y todo eso porque nunca me sentí cómoda. No tengo las mismas habilidades que los demás. Es como si me faltara algo…”
Vicky asintió, indicando que la seguía.
 -“En mi casa no se habla mucho del tema,” siguió entonces, “pero como tal vez sepas, Dylan y yo somos solo medio-hermanos. El papá de él era un cazador de vampiros, el hermano del padre de Zach. Mi papá falleció unos meses antes de que yo naciera, por lo que él siempre fue como un padre para mí, pero él y mi mamá se casaron cuando yo era un bebé.
 Vicky la miró sin comprender a que quería llegar.
 -“Mi papá,” explicó Liz, entonces, “no era un cazador. Era una persona común y corriente. Él no sabía nada de vampiros hasta que la conoció a mi mamá. Y después se enamoraron…”
La otra le sonrió.
 -“Supongo que por eso nos llevamos bien vos y yo,” le dijo. “Después de todo no somos tan diferentes: la mezcla entre una raza y otra…”
Liz le devolvió la sonrisa. Si, probablemente tuviera razón. Probablemente por esos e había sentido tan atraía hacia ella en un principio, luego de que la chica le salvara la vida. Probablemente por eso se entendían tan bien.