19 dic 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 23 (Final): Zach.

Cuando volvió a despertar, se encontraba en un lugar desconocido. La sensación de fuego en las venas era más intensa que antes, pero no había nadie allí. Buscó desesperadamente a su alrededor, tratando de encontrar algo que le ayudara a calmar aquella sensación, aquella sed terrible que lo atormentaba.
El aroma de la sangre lo atrajo a una bolsa a poca distancia de la cama donde se encontraba acostado. Se trataba de una de esas bolsas de los hospitales. Recordaba que una vez había estado internado y había una de esas conectada a su brazo  mediante una manguerita transparente. Y se encontraba llena de el preciado líquido rojo. Antes de que pudiera siquiera pensar, todo su cuerpo había reaccionado en consecuencia. Se abalanzó sobre el recipiente y le hincó los dientes, vaciándola en solo cuestión de segundos. La sensación se volvió menos insoportable. A un costado, vio acumuladas otras bolsitas, y las tomó con desesperación.
No fue hasta unos minutos más tarde que escuchó el ruido de la puerta abrirse y cerrarse a su espalda, mientras dejaba caer al suelo la última bolsa vacía. Entonces, por primera vez desde que había despertado, miró a su alrededor. Se encontraba en un hospital o clínica, de eso no le cabía ninguna duda. Todo en el cuarto indicaba que era así. Y allí, junto a la puerta, estaba aquel hombre de cabello negro que antes había forcejeado con él.
 -“Zach,” le dijo, sin moverse de su lugar. “¿Sabés quién soy?”
Él lo miró un momento. Tenía el nombre en la punta de la lengua. Aquel hombre era…
 -“William,” dijo, luego de un momento, intentando recordar algo más sobre aquel sujeto.
El hombre asintió, acercándosele con cautela. Al ver el suelo cubierto de bolsas vacías sonrió, pero no era una sonrisa feliz. Más bien indicaba alivio. Su rostro volvió a ponerse serio casi al instante, pero aquella expresión fue suficiente para traer a su mente otra sonrisa.
 -“Sos… el tío de Vicky… ¿Verdad?” preguntó con inseguridad, sin moverse de su lugar.
 -“Si,” respondió el otro, sentándose en una silla que había a poca distancia de la cama e indicándole que se sentara también. Él obedeció y se sentó a un costado de esta, dejando que las piernas le colgaran como si fuera un chico.
 -“¿Qué es lo que te acordás?” le preguntó el hombre entonces, con tono serio, observando cuidadosamente cada uno de sus movimientos.
 -“Yo…” Zach dudó un momento, intentando poner sus recuerdos en orden. Todo era tan confuso… “Estaba herido,” dijo entonces. “Y Vicky dijo que tal vez había forma de salvarme… Si tomaba de su sangre. Y después dijo que podía morirse si lo intentaba… y quise frenarla pero no pude… y todo se puso negro,” explicó, de a poco. “Y después me desperté… y… y…” La realidad lo golpeó de pronto. Vicky lo había transformado. No solo había estado inconsciente; probablemente había estado muerto. Y ahora era uno de ellos. Y al despertar, había intentado atacar a Liz, había intentado beberse su sangre. ¡Y ni siquiera la había podido reconocer! ¡Había intentado atacar a sus amigos y ni siquiera había sabido que eran ellos!
William se levantó de su lugar y se le acercó, apoyándole una mano en el hombro, como intentando tranquilizarlo.
 -“Todos están bien. No pasó nada. Quedate tranquilo.”
Zach lo miró a los ojos un momento, intentando comprender.
  -“Entonces ahora soy un…” empezó a decir, sin animarse a pronunciar la última palabra.
 -“¿Vampiro? Bueno… podría decirse,” dijo el otro, volviendo a su lugar y observándolo con curiosidad. “En realidad es muy difícil explicar lo que sos. Pero básicamente si, sos un vampiro.”
 -“No entiendo.”
 -“A ver…” William sonrió, intentando decidir como explicar de forma sintética todo lo que tenía en la cabeza. “En teoría, no se considera a los de la clase de Vicky completamente vampiros. Su sangre es mucho menos potente. Por eso pueden pasar más tiempo sin alimentarse. Y por eso, también, no pueden crear otros vampiros. Su sangre no es lo suficientemente vampírica como para llevar a cabo la transformación. Y generalmente, los que lo trataron murieron en el intento. Ellos sí pueden desangrarse.”
 -“¿Y entonces cómo es que estoy acá?”
 -“Bueno, eso es lo interesante de este caso. Y lo que hace que no sepamos como definirte. En tu caso, lo que provocó la transformación no fue solamente la sangre de Vicky, sino la tuya. Lo que corrobora la teoría de que los cazadores como tu familia tienen sangre vampírica también.
Para hacerlo más simple: la sangre de Vicky lo único que hizo fue despertar a la parte tuya que ya era un vampiro… Después de que murieras, claro.”
Zach permaneció en silencio un momento, procesando lo que William decía.
 -“Entonces sí estuve muerto.”
 -“Si. Un médico hubiera dicho que estabas muerto.”
 -“¿Cuánto tiempo?”
 -“Una semana, aproximadamente.”
Zach se estremeció. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. ¡Una semana!
 -“Lo interesante es que no sos como ninguno de los tipos de vampiros que conocemos,” siguió explicando William, un cierto brillo de fascinación en su mirada. “Los vampiros no natos, es decir los que son transformados, generalmente no pueden exponerse a la luz del sol. Tienen habilidades que nosotros no tenemos, como la capacidad de leer mentes, hipnotizar personas en algunos casos. Pero el sol los destruye casi de forma instantánea. En tu caso, no sabemos si tenés algún tipo de habilidad, eso lo descubrirás con el tiempo. Pero hoy mismo comprobamos que el sol no te hace absolutamente nada. Sos completamente inmune, como nosotros.”
Zach lo miró asombrado. Era cierto. Recordaba haber despertado en una habitación muy luminosa. Seguramente eso se debía a los rayos del sol que entraban por la ventana.
Pasado un momento en que ninguno de los dos dijo nada, un nuevo pensamiento apareció en la mente de Zach.
 -“¿Qué va a pasar conmigo ahora?”
William le sonrió, y levantándose, sacó algo pequeño y brillante de uno de sus bolsillos y se lo alcanzó. Zach lo miró con curiosidad, mientras le daba vueltas en la mano: se trataba de un anillo de plata con un círculo negro en el que, en color rojo, estaba grabado el símbolo que representaba al clan Collin. Un dibujo muy parecido al que Vicky tenía tatuado en el antebrazo; rico en detalle a pesar de ser una miniatura.
 -“Si estás interesado, sos bienvenido a formar parte del clan. Si hay otros vampiros como vos, lo desconozco, así que no hay una forma definida de actuar en casos como este. Pero, si Vicky y vos hubieran sido un vampiro pura sangre y un humano respectivamente, ahora se te debería considerar como su hijo. Por lo tanto, y considerando que ella es hija del líder del clan, vos también pasarías a serlo. Es tu decisión.”
Luego de eso, volvió a hacerse silencio. Pasaron varios minutos hasta que el chico logró procesar medianamente toda la información, y la idea de eternidad empezó a atormentarlo. ¿Qué sería vivir para siempre? Y lo que era aún peor, vivir eternamente con el aspecto de un adolescente de dieciocho años. Si hubiera estado vivo, la idea le hubiera producido náuseas.
Entonces, se percató de una cosa. Había algo de lo que William no le había hablado. Algo que apenas había mencionado. Y empezó a tener miedo.
 -“¿Qué pasó con Vicky?” preguntó entonces. “¿Está bien?”
El rostro del hombre se ensombreció. Dudó un momento antes de contestar.
 -“Vicky no te mintió cuando te dijo que podía morir al hacer lo que hizo,” explicó, intentando reprimir el dolor que expresaba su voz.
 -“¿Ella está…?” La voz de Zach se quebró antes de poder terminar la pregunta cuya respuesta creía conocer.
 -“Aquel día, después de que Vicky intentara salvarte dándote su sangre, los dos cayeron inconscientes. Y creímos que no había esperanza para ninguno.”
 -“No puede ser…” murmuró el chico como un zombie.
 -“Yo también me negaba a creerlo. Todos lo hicimos. Por suerte.”
Zach levantó la vista hacia su interlocutor con sorpresa, y una luz de esperanza se despertó dentro de él.
 -“Vimos que vos no fuiste el único que cambió durante los días que… no estuviste, digamos. Ella también cambió. Y despertó hace un par de días.”
 -“No entiendo.”
 -“Probablemente tu sangre haya provocado el cambio. Vicky era mitad humana, a pesar de que necesitaba la sangre casi como cualquier otro vampiro. Aquella noche, lo que murió fue justamente eso: su parte humana.”
 -“¿O sea que ella está bien?”
 -“Bueno… No exactamente.” La sombra volvió a los ojos de William. “Como te dije, despertó hace un par de días. Pero está como ausente. No reconoce a nadie. Lo único que hace es sentarse y estar en silencio. No importa lo que se haga, es como si el mundo a su alrededor no existiera para ella.”
Zach meditó sobre estas palabras un momento; y tomó una decisión.
 -“Quiero verla,” dijo, con voz firme.



Los últimos rayos del sol entraban de lleno en la habitación, volviendo todo de un tono anaranjado, como iluminado por una fogata. Todo estaba tal cual lo recordaba, salvo por la figura inmóvil sentada con las piernas cruzadas sobre la cama, la espalda apoyada contra la pared, los brazos caídos a los costados del cuerpo y la mirada fija en la pared frente a ella. A pocos centímetros de distancia, otra figura muy similar, sentada al borde de la cama, se giró hacia la puerta con sorpresa y un dejo de tristeza.
 -“Zach,” murmuró Milena, con voz suave, como temiendo despertar a alguien que duerme, y se levantó de su lugar, caminando hacia él. Sus miradas se encontraron un momento, y luego la chica salió, cerrando la puerta detrás de ella y dejándolo solo con Vicky, la cual no pareció percatarse de nada de lo que sucedía a su alrededor.
Así que esto era lo que le había sucedido, pensó, observándola con detenimiento mientras se acercaba lentamente hacia ella y se sentaba a su lado. Estaba despierta; pero parecía estar en otro lado. Estaba totalmente ausente. William había dicho que ni siquiera se había alimentado… de ninguna forma. Aún así, sus manos no temblaban. Solo se la veía muy pálida; tanto que parecía enferma. Nunca la había visto así. Era cierto que algo había cambiado en ella también.
 -“Vicky,” le murmuró casi en un susurro, como llamándola. Nada cambió en su expresión. Seguía tan ausente como antes, como si él no hubiera entrado nunca en la habitación. Como si no le hubiera hablado.
 -“Vicky,” insistió, acercándole su mano como con miedo al rostro y apenas rozándola. La chica reaccionó tan rápido que, de no haber sido por sus nuevos reflejos no hubiera sido capaz de frenarla. Su brazo izquierdo se alzó con violencia, queriendo apartarlo, como defendiéndose de un enemigo. Casi sin pensarlo, Zach también se defendió, deteniendo el golpe con un rápido movimiento, y aprisionándola en la esquina del cuarto. Los ojos hasta ese momento ausentes de la chica se fijaron en los suyos, fríos como piedras. Y entonces, algo en su expresión cambió, como un brillo de reconocimiento. La tensión en sus brazos se aflojó, y una extraña sensación de deja vú los invadió a ambos.
 -“Zach,” susurró, como con sorpresa. “Funcionó.” Dos grandes lágrimas brotaron de sus ojos al decir esto. La presión de Zach sobre ella se aflojó del todo, y los brazos de la chica lo rodearon, abrazándolo con fuerza.
 -“Si,” le respondió él, aún hablando en susurros, como si no quisieran que las demás personas en la casa se percataran de lo que sucedía. “Me salvaste.”
 -“Pero entonces,” murmuró ella, separándose de él lentamente. “Ahora sos… Como nosotros.”
 -“No exactamente. Tu tío dice que no hay otros como yo, al menos que él esté enterado. Pero eso no importa.” Vicky lo miró con curiosidad, como si no terminara de entenderlo. Él le sonrió, acariciándole suavemente el rostro. Sus manos estaban más frías que de costumbre, aunque no tanto como la de la mayoría de los vampiros, pero ella no pareció notarlo. Después de todo, también había dejado de ser humana.
 -“Cuando me desperté, y empezaron a hablarme de lo que había pasado, de lo que era ahora, creí que iba a volverme loco,” dijo él, jugueteando con en anillo que tenía en la mano. “Creo que la idea de vivir eternamente es bastante aterradora, ¿no te parece?” Ella asintió, tomando su mano entre las de ella y observando con algo de sorpresa el anillo.
 -“Yo también,” respondió entonces, alzando los ojos para encontrarse con su mirada. “Pero no me asusta tanto si sé que no voy a estar sola.”
Él le sonrió. Y mientras los últimos rayos del sol desaparecían, dando paso a la noche, a su primera noche, la acercó suavemente, uniéndose en un beso.

12 dic 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 22: Zach.



Las voces resonaban en su cabeza como un eco. Y mientras tanto, esa extraña sensación lo invadía, como un fuego interno que corría a través de todo su cuerpo, quemándolo. Necesitaba hacer algo, necesitaba que esa sensación desapareciera. ¡Era insoportable!
Las voces se hicieron más claras. O tal vez solo fuera que, en el intento desesperado de ignorar el malestar, él estuviera concentrándose más en ellas. Si, los conocía. Sus voces eran terriblemente familiares, y al escucharlos, casi podía formar una imagen mental de sus rostros.
 -“¡No pueden llevárselo!” exclamó una voz femenina. Sabía que se trataba de una mujer, que su cabello era rubio pálido, y sus ojos oscuros.
 -“Va a ser lo mejor para todos,” replicó un hombre con tranquilidad, intentando razonar con ella. “Cuando despierte va a estar sediento. La necesidad de sangre es mayor que cualquier sentimiento que pueda tener hacia cualquiera de ustedes. En la desesperación, es probable que haga algo de lo que más tarde se arrepienta, y no va a ser capaz de detenerse hasta que sea demasiado tarde.”
La mujer intentó protestar nuevamente, pero otra voz la interrumpió.
 -“Mamá,” dijo una chica, con voz triste pero firme, “William tiene razón. Lo mejor va a ser que se lo lleven. Ellos van a saber que hacer si se despierta, nosotros no. No nos enseñan a ayudarlos en el despertar, nos enseñan a matarlos antes de que lo hagan o una vez que lo hicieron. No podemos ayudarlo.”
Nadie respondió. ¿O tal vez solo había dejado de escucharlos? Aquella insoportable sensación volvió a invadirlo. ¡Era instolerable! ¡Si no paraba pronto, iba a volverse loco! Y entonces un ruido cercano lo distrajo nuevamente. Alguien había entrado a la habitación donde se encontraba. Podía sentirlo. Pero… ¿dónde se encontraba? Lo último que recordaba era estar en el suelo, Vicky y Liz estaban junto a él. Al principio no había querido creerlo, pero al ver llorar a Vicky no le habían quedado dudas. Ella no era del tipo que lloran. Si las lágrimas habían podido con ella era porque lo que veía era realmente malo. Y entonces había comprendido que estaba perdido. Pero ella le había ofrecido una opción, que al principio él había querido rechazar, pero luego había terminado aceptando. Después de todo, él tampoco quería morir. Pero antes de hacerlo, cuando Liz se había alejado, Vicky había dicho algo que le había helado la sangre. Había deseado detenerla, pero ya era tarde. El proceso había iniciado y no podía dar vuelta atrás.
-“Es la primera vez que hago esto, y podría matarme.” Las palabras resonaban en su cabeza una y otra vez como un eco. Y un confuso torrente de imágenes, luego del cual todo se volvió negro. Y luego… luego solo recordaba confusión y oscuridad. Y una espantosa sensación de nada. Una y otra vez había gritado su nombre, llamándola: ¡Vicky! Pero ella no había respondido. Aún así, se negaba a creer que ella hubiera muerto allí con él. ¡No! No podía aceptarlo. ¡Vicky! ¡Vicky!
El grito brotó fuerte y claro de sus labios, al tiempo que una extraña sensación lo invadía. Sus ojos se abrieron. La luz a su alrededor lo cegó, y tardó varios segundos en poder ver algo. Y allí estaba: la ropa pegada al cuerpo por un sudor frío que lo cubría por completo, sentado en su cama con la respiración agitada mientras un sorprendido grupo de rostros extrañamente familiares lo observaban con sorpresa y algo de terror. Aquella espantosa sensación de fuego en las venas volvió a invadirlo, quemándole el cuerpo entero, pero intensificándose en su garganta. ¿Qué era aquello? Nunca en su vida había sentido algo así, pero no estaba seguro de poder soportarlo mucho tiempo más.
Una figura avanzó hacia él con paso firme: un hombre de cabello oscuro y ojos grises de aspecto acuoso. Junto a él había una chica de no más de dieciocho años. El cabello rubio dorado le caía en una cortina junto al rostro, y sus ojos negros estaban fijos en él con una incomprensible mezcla de alegría y terror.
Al verla, aquella insoportable sensación se hizo más fuerte, como si un volcán estuviera a punto de hacer erupción dentro suyo. Sentía que la garganta le quemaba, que si abría la boca empezaría a escupir fuego. Y necesitaba urgentemente calmar aquella sensación. Necesitaba… beber. Y entonces lo comprendió: aquello que sentía era, nada más y nada menos que una terrible sed. Solo tenía que tomar algo y la sensación iba a desaparecer. Se hizo un silencio incómodo mientras los presentes lo observaban con una mezcla de horror y fascinación, y un nuevo sonido invadió sus oídos, amenzanado con volverlo loco: una especie de tamborileo cada vez más acelerado. Algo en el fondo de su mente encontró también la respuesta para ello: el latido de un corazón. Pero no el suyo, sino el de aquella chica de ojos negros que lo observaba paralizada.
El fuego en su boca se volvió más intenso. Tomó una bocanada de aire, como esperando que este le ayudara a calmar aquella sensación, pero se volvió peor. Un perfume intenso le inundó las fosas nasales, y le llenó la boca como un sabor dulce y tentador. Sangre, dijo algo en el fondo de su inconsciente. Una nueva sensación de dolor, diferente a las otras, le invadió la boca, y aunque no podía verse supo lo que sucedía. Podía sentir las puntas filosas de sus comillos, que le hubieran perforado la carne si hubiera intentado cerrarlos. Y sin siquiera percatarse de lo que hacía, dio un paso hacia ella, hacia esa muchacha cuyo aroma y aspecto le atraían tanto y cuyo nombre no podía recordar, aunque estaba seguro de conocer. Cuando volvió a avanzar, con mayor velocidad y determinación, dos fuertes brazos lo sostuvieron, forcejeando con él.
Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que apenas pudo percatarse de los hechos en concreto. No supo muy bien como ni porque, pero la desesperación lo llevó a pelear con aquellos brazos, a intentar zafarse de ellos. La necesitaba. ¡Necesitaba su sangre! El hombre de cabello negro lo aprisionó con una fuerza que no le pareció natural; una fuerza que descubrió que él también tenía, aunque no sabía muy bien como usar.
Mientras esta pelea se llevaba a cabo, una mujer de aspecto muy similar a la muchacha la tomó por el brazo y la obligó a moverse, saliendo rápidamente de la habitación y dejándolos solos. Él y el hombre forcejearon un momento más. La furia empezaba a invadirlo. La quería; la necesitaba. No podía dejar que se la llevaran.
No supo que fue lo que hizo el hombre. El golpe estuvo muy bien dirigido, la fuerza empleada en la medida justa. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía, todo se volvía negro nuevamente a su alrededor. Y ya no supo más.

5 dic 2011

Cazadores: Zach y Vicky. Parte 21: Liz





Por segunda vez aquel día, Liz volvió a caer junto al cuerpo de Zach. Pero esta vez, a diferencia de la anterior, él no le respondió. Sus ojos miraban sin poder ver, y se respiración estaba agitada. Pero casi al instante había desaparecido, y no quedaba ningún rasgo de vida en él.
Tom, el padre de Vicky, se acercó a ella casi como ausente, el horror pintado en sus ojos. Con cuidado, la apartó del muchacho al que ella se abrasó con fuerza. Vicky parecía dormida, pero algo en la forma en que su cuerpo cayó sobre el regazo de su padre le indicó que su sopor era aún más profundo que solo eso.
No podía ser posible. Aunque debía haber imaginado, por la inseguridad en la voz de la chica al explicarles lo que pensaba hacer, que esto era posible. Solo que, ahora que finalmente había sucedido, se negaba a creerlo.

La profesora de Literatura le llamó la atención por quinta vez aquella mañana. Debió hacer un gran esfuerzo para poder concentrarse en lo que la mujer le decía.
 -“… y por favor dígale a su primo que se acuerde de estudiar para el examen de la semana que viene.” Liz sintió una punzada en el estómago ante la mención de Zach. En la escuela habían decidido que era mejor no decir nada. Al menos no por un tiempo. Habían justificado su ausencia diciendo que estaba de viaje visitando a unos parientes lejanos. No tenían muchas formas razonables de explicar que Zach estuviera muerto. Y como cabía la posibilidad de que, algún día, despertara, tampoco les había parecido razonable decirlo porque, si esto sucedía, como iban a explicar que hubiera vuelto. Y, después de todo, al menos por un tiempo, tal vez Zach quisiera retomar su vida.

El primer día, se había sentido terrible. Había pasado todo el día llorando junto a la cama donde el chico descansaba. Luego, Dylan la había obligado a ir a la escuela, y a seguir con su vida.
 -“No sabemos cuando se va a despertar, si es que se despierta,” le había dicho su hermano, intentando no ser muy duro con ella. “Y aunque lo haga, tenés que hacerte a la idea de que no va a ser el mismo de antes. William ya nos lo explicó: no saben exactamente que efecto va a tener la sangre de Vicky, pero sea el que sea, él no va a ser el mismo. Va a cambiarlo. Para siempre.”
En el fondo, tampoco quería aceptar eso, pero sabía que era verdad. Sabía que tenía que mentalizarse, que tenía que acostumbrarse a que el Zach que había conocido no iba a volver. Y, si algún día despertaba, tendría que contentarse con que no hubiera muerto aquel día, como hubiera sucedido si Vicky no hubiera intervenido y arriesgado su propia vida en aquel intento desesperado de salvarlo.
Y esto la había llevado a darse cuenta de otra cosa. Vicky había dado su vida por él. Ninguna persona en su sano juicio haría eso por nadie, a menos que sintiera algo por ese alguien. Y entonces la verdad se había vuelto tan clara con el agua frente a sus ojos: aunque volviera, Zach nunca iba a ser para ella… Y curiosamente, esto no la enfureció ni la entristeció. Después de todo, Vicky era su mejor amiga…